Filósofo, científico, Ramón Hernández Manrique, líder del sindicato de microbuses, ha dicho que en el caso de la estudiante atropellada y muerta por un microbús “que de haber estado un elemento de Tránsito, tenlo por seguro que nada hubiese pasado”. Ante todo, la evasión de la responsabilidad compartiendo culpas, y si no, se la echamos a Dios, por habernos creado.
En cuentas claras, hay que ver si a los microbuseros les pagan por vuelta rápida, lenta o porque llenan el pasaje en cada entrega. Lo cierto es que la mayoría de los choferes andan echos madre todos los días y checan echos madre la tarjeta y se van echos madre echando madres y valiéndoles madre el pasaje, sean de la primera, segunda y tercera edad.
Puedo decir esto porque soy un convulsivo usuario del transporte urbano. Con doctorado en París, Nueva York, Londres y los Estados Unidos. Con maestría en Buenos Aires y Colombia y una licenciatura en la Ciudad de México y otros muchos estados de la república.
Esto quiere decir que soy un hombre de micro, observador de la vida cotidiana. Escucha de charlas de microbús, música de microbús, chismes y noviazgo y cuernos libres y dientes largos. He trepado a esos elefantes laminados con aceite botado, sucios, picado en las nachas por los resortes, aceitado en la coliflor, apechugado y aplastado por el nacherío y soplado por todos los perfumes de mujer, los que “sulfureyan”.
Así, a mí no me echen la culpa, los microbuseros son indomables en correteadas y mentadas de madre y música a todo tambor. Como también los hay, muy poquitos, que son respetuosos y amables con el pasaje.
Pero la mayoría atacan a los automovilistas, corretean entre sí por la disputa del pasaje, avientan a los ancianos a la fosa común, aplastan niños y niñas, se avientan pedos bolido y escupitajos a granel.
Son pocos los que respetan a los vejestorios, a las damas y a los pelados. Muy poquitos. Pero lo más grave, que el servicio público es de la basura. Salvo rigurosas excepciones, todos los vehículos son para venderlos por kilo, o regalarlos a una fundición de caridad. Sin seguro para pagar a los pasajeros caídos en la batalla urbana. Con pésimos salarios a los choferes. Tal vez sin prestaciones. Lo único que sabemos es que checan echos madre y se van echos madre. Por eso pasan los accidentes, porque no respetan para nada sus vías de circulación.
No respetan nada.