CIUDAD VICTORIA, Tam.- A finales del siglo XIX, la mujer decidía en público, si su vida iba a ser honrada o la dedicaría sin tapujos a la prostitución.
Cual fuera su decisión estaba protegida, en el primer caso por el marido y en el segundo por el Reglamento de Prostitutas que operó en Tamaulipas en el año 1893.
Muchas de aquellas mujeres encontraron un corazón hurgando entre las sábanas y el hombre enamorado pagaba 50 pesos para borrar el nombre de su amada en el registro de salubridad y ofrecer así una nueva vida a su dama.
La identidad de las mujeres que ejercían la prostitución, no era conocida por las mujeres que la sociedad calificaba de honradas.
Pues las mujeres dedicadas al sexoservicio vivían encerradas en los negocios establecidos para brindar estos servicios, no podían reunirse en grupos, ni presentarse en sitios destinados a la convivencia de las familias decentes, no utilizaban el transporte público de seis a nueve de la mañana ni de tres de la tarde a nueve de la noche.
Y tenían prohibido convivir con sus hijos bajo un mismo techo para evitar perversiones y estaban obligadas a no saludar a ningún hombre en la calle acompañado por una señora o niños.
El reglamento fue escrito por los hombres de poder en la época.
Pues decían: “una de las cosas más esenciales de un pueblo culto es la reglamentación de la prostitución, con ello se logran ventajas mil, entre ellas el respeto a la moral y la conservación de la salubridad. Evitar o prohibir la prostitución es inconveniente porque además de que no se conseguirá su exterminio, se adoptarían medidas que en lugar de buenos resultados darían lugar a desórdenes sociales de criminales consecuencias”.
El registro contenía nombre, edad, foto, lugar de nacimiento, señas particulares y domicilio de la inscrita. Cada mujer tenía su patente y además se les clasificaba por clases que previamente establecían las autoridades municipales.
Estas mujeres quedaban además condenadas a vivir fuera del centro de la ciudad y desde entonces eran sometidas a la revisión médica semanal y aquellas que estuvieran enfermas recibían atención en un hospital o se designaba una casa para su cuidado. En aquellos años estaban designadas las casas de prostitución y eran vigiladas por policías que también estaban obligados a proteger a las mujeres que en algún momento se rehúsan a prestar sus servicios a una persona sospechosa.