FALFURRIAS, Texas.- Los guatemaltecos Hugo René, Elsa y Darwin jamás se conocieron y sin embargo, tienen mucho en común: emigraron de su país con la ilusión de reunirse con sus hermanos que se les habían adelantado en los Estados Unidos, iban tras su sueño y desaparecieron sin dejar huella en las vastas e inhóspitas-desérticas-peligrosas tierras de Falfurrias.
A principios de agosto pasado, René Arraiza guardó la historia de sus 51 años de vida dentro de su equipaje y enfiló para el norte. Estar con su hija en Nueva Jersey era su objetivo. Cruzó México y llegó a los Estados Unidos. No se sabe de él desde el 13 de ese mes.
Elsa Cortez Ramos de sólo 33 años se reuniría con su hermana Blanca. Lo mismo. Cruzó por México, ingresó a los Estados Unidos; rodearía con el guía-coyote-contrabandista- el punto de revisión de la Patrulla Fronteriza en Falfurrias para no ser detectada y se esfumó.
Sus familiares, que han estado en contacto con la reportera, narran que los tres fueron abandonados en el camino, fatigados, hambrientos y sedientos tras haber andado buena parte del trayecto animados con una extraña pastilla que les entrega el guía-coyote-contrabandista,
Esa píldora tiene la propiedad de bloquear señales al organismo como dolor, hambre, sed o cansancio. Así, podrán avanzar millas pero al pasarse el efecto es como un golpe en seco para quien la ingirió. Todo se acumula y avanzar es prácticamente imposible. Abandonarlos a su suerte en medio de las arenosas tierras llenas de peligros es la respuesta del contrabandista.
Rafael L. Hernández, lidera un grupo de rescate de inmigrantes indocumentados en California. “Ángeles del Desierto” busca lo mismo entre las montañas de California, el desierto de Arizona o las extensas tierras de los ranchos texanos de Falfurrias.
Acá ha escuchado testimonios de inmigrantes que lograron sobrevivir a la píldora:
“Dicen que les quita todo, el hambre, la sed, el cansancio, pero cuando los efectos pasan se les viene todo junto, los dolores, el cansancio, el hambre, la sed y muchos comienzan a fallecer”.
El otro migrante guatemalteco también, Darwin Cardona, igual desapareció pero hace más tiempo, también quedó varado por el mismo motivo. “Al lado de un pozo verde. Lo dejaron echando espuma por la boca. Había tomado la pastilla”, cuenta Ricardo Velázquez, de un grupo de rescate también de California.
“Algunos ven alucinaciones”, cuentan.
“Me lo dejaron enfermo”, dice Rolando Arraiza, hermano de Hugo René. Rolando está preocupado, ha pasado casi un mes y Hugo René no aparece.
Se dejó venir desde Pensilvania a Falfurrias con la esperanza de hallarlo “esperamos encontrar algo que nos pueda ayudar. Dios quiera que salga bien”, dice antes de abordar un helicóptero Robinson R22 Betta II, de dos plazas para sobrevolar el área… pero los ranchos son tan extensos.
Sería como encontrar una aguja en un pajar.
“Esto es triste, es un trabajo difícil de hacer, es una zona difícil de trabajar. Lo que puedo hacer es volar lo mejor que pueda y esperar lo mejor”, dice el piloto Avery Kibbe, quien tiene nueve años sobrevolando la zona gracias a la demanda de familiares de inmigrantes o grupos de rescate.
Subo con Kibbe a la pequeña aeronave, ligerísima y esperaba encontrar hileras de personas sobre los caminos pero no alcanzo a ver nada, sólo la tierra arenosa que con el viento se convierte en una cortina que no permite ver mucho lo que hay abajo.
Desde arriba lo desértico de la zona impresiona, pocos árboles, cero ríos, con suerte un hato de ganado, nada más, siempre cerca del “pozo verde” que son sus bebederos.
De las lagunas que había y que afloraban con fuertes lluvias sólo quedaron deformes siluetas color beige. Hay varios caminos para vehículos que poco son usados.
De acuerdo a Rafael L. Hernández, lo que abajo también hay son sanguinarias pandillas que están al asecho del inmigrante -por si fuera poco- esperando el momento de atacar para ver si pueden encontrar en ellos aún alguna pertenencia de valor, una medalla quizá.
Una vez que realizaban búsquedas a pie, el rescatista Rafael L. Hernández se topó con ellos. Son violentos, recuerda. “Uno de ellos estaba tan enojado que cuando me hablaba me salpicaba la cara de saliva”.
La cantidad de personas que han dejado ahí su vida jamás se sabrá. Lo arenoso del terreno podría ¿por qué no? Contener los restos de sus cuerpos.
Desde el año fiscal 2015 que inició en octubre del 2014, en esa zona se han detenido hasta la semana pasada 13 mil 354, lo que dividido entre los 330 días que suman los 11 meses da un promedio de 40.4 inmigrantes detenidos cada día, los 7 días de la semana.
Esos son solamente lo que las autoridades logran capturar pero de acuerdo a la Oficina de Contabilidad del Gobierno, esto es sólo el 61 por ciento de los que realmente ingresan a los Estados Unidos en forma ilegal.
Los encuentran en la mayoría de las veces dentro de tráiler, en dobles pisos, techo; en camiones refrigerados, adentro de bocinas, entre cargamentos de piñas, mangos, pepinos o cualquier otra fruta legumbre importada de México.
Incluso adentro de los mismos asientos o el tablero de un auto, amén de usar la cajuela como escondite, explican los agentes.
Pero si en años pasados, los cuerpos de rescate recibían avisos de decenas de inmigrantes perdidos en Falfurrias, ahora no son veintenas sino centenares.
De acuerdo a estadísticas de la Patrulla Fronteriza durante el año fiscal 2014, en el Sector Valle del Río Grande de la Patrulla Fronteriza (que abarca Falfurrias) murieron 115
inmigrantes indocumentados, arrebatándole a Tucson el primer lugar en cuanto a muerte de extranjeros.
Por esta zona, durante la segunda década del nuevo milenio, las muertes comenzaron a subir en ocasiones hasta más del doble, por ejemplo en el 2010 hubo 29, en el 2011 66 y a partir del 2012 el incremento fue dramático 144 para el 2013.
Es posible que en este 2015, las cadáveres de indocumentados comiencen a encontrarse cuando los rancheros corten el zacate para dar paso a la temporada de cacería de venado, jabalina y puercos salvajes.
Las fechas coinciden con la extrema violencia que se vive en México y Centroamérica, razones por las que muchos abandonaron la tierra que los vio nacer para conocer otra que los vio morir.