Estoy preocupado.
Y a la vez, divertido.
Lo que sucede en el seno de algunos partidos políticos puede mover a la inquietud o a la risa. Depende, asienta la voz popular, del color del cristal a través del cual se mira.
En Tamaulipas, el Partido de la Revolución Democrática es en ese terreno uno de los ejemplos más claros de lo que significa una involución. Es decir, está retrocediendo.
No se trata sólo de una marcha atrás en número de simpatizantes, en carencia de estructuras o en falta de convicción de sus militantes. Su caída cala más hondo porque en la lucha por no morir está perdiendo uno de los pocos valores que sus creadores le dieron: dignidad.
La definición de sus candidatos, no importa cual sea el rango del puesto que se busca, es una prueba a la mano. En las ediciones cercanas de un proceso electoral ha demostrado el PRD que la lealtad a sus orígenes y el respeto a su ideología original es sólo una pieza de oratoria y que el trampolín para escalar posiciones descansa en otros factores. Ahí está Victoria como un ejemplo de esas circunstancias.
No tengo nada contra la bella chica que impulsaron los directivos de ese instituto para que fuera candidata a la Presidencia Municipal, quien a final de cuentas los exhibió al hacerlos a un lado, por lo menos en forma temporal, ante la posibilidad de figurar en actividades televisivas.
El campo de los espectáculos es tan honorable como cualquier otra profesión y merece junto con sus protagonistas todo mi respeto e inclusive mi admiración, pero queda sobre la mesa la dolorosa evidencia, para quienes creen en esos colores, que lo que menos importa en el perredismo es la trayectoria, el oficio político y la identificación con sus principios, para merecer ser su representante en las urnas.
No sé si la dama decida en los días subsecuentes aceptar la candidatura amarilla a la alcaldía capitalina, pero si me ciño a los parámetros observados hasta ahora por el PRD en el terreno preelectoral, en donde el atributo básico parece ser la popularidad y no la capacidad política y administrativa, me atrevo a sugerirles a los jerifaltes del sol azteca tamaulipeco una alternativa cercana, si la linda chica del “Big Brother” les pinta un dedo.
Si lo que buscan es a alguien conocido, ¿Qué les parece Don Chuy?…
MÁS CORDURA, SEÑORES
La recaptura de Joaquín Guzmán Loera, “El Chapo”, es para el gobierno federal un motivo de lucimiento, sin duda alguna. Necesitaba de una bocanada de oxígeno en lo que se refiere a la credibilidad social y esta acción les prestó un tanque completo.
Pero me parece que en algunos aspectos de este escenario se han rebasado los límites de la cordura o por lo menos de la mesura.
Lo sucedido durante el intempestivo anuncio del Secretario de Gobernación, Miguel Osorio sobre el “twitter” presidencial, con relación a la reaprehensión del jefe delincuencial, mueve al pasmo y a la confusión.
¿Cómo es posible que para festejar la detención de Guzmán Loera se haya entonado el Himno Nacional?
Caray, ya se cantan esas estrofas en los partidos de futbol, en las peleas de box y en cualquier entrega escolar de medallas, pero llevar esa práctica al extremo de hacerlo resonar en la captura de un criminal resulta en mi opinión, un desbarre monumental…
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