TAMPICO, Tamaulipas.- En el terreno ecológico, Tamaulipas está en la antesala de una muerte silenciosa. Un futuro derivado de la desaparición paulatina de sus humedales, considerados ambientalmente como los “riñones” del planeta.
Este futuro ominoso tiene asiento en todas las comunidades del Estado ubicadas en la cercanía de cuerpos de agua y con mayor nivel en la zona sur de la entidad, en donde ésta posee sus propios símiles del ahora famoso “Tajamar” de Quintana Roo, una situación de alto riesgo ambiental que en este caso no se deriva de una invasión de áreas protegidas,
sino del descuido de las superficies mencionadas, ubicadas especialmente en el río Pánuco, en la laguna de El Chairel y otros vasos de la región.
Esta crisis ambiental que ya se inició y que continúa en crecimiento, es explicada por el doctor Luis Fueyo Mac Donald, asesor del titular de la Secretaría del Medio Ambiente y Recursos Naturales de la federación y ex Comisionado Nacional de Áreas Naturales Protegidas.
De acuerdo al científico, los humedales representan para la actividad económica en el país el 25% del PIB ya que su existencia esta ligada a actividades económicas como la pesca. Conforme a esas estimaciones, su valor económico en el Golfo de México como hábitat y refugio de especies como crustáceos y peces es de 37 mil 500 dólares por hectárea al año, explicó, pero su valor ecológico es inestimable.
En ese contexto, los sistemas lagunarios del Golfo de México son de particular importancia, porque en todos los cuerpos de aguo costeras existen diversas especies de fauna y flora, así como aves migratorias. Las pesquerías de camarón y de variedades de escama y la producción de ostión en sus aguas dependen en forma preponderante de los humedales. Para medir su importancia en materia alimentaria, hay que recordar que cerca de 270 mil toneladas de productos pesqueros se extraen de ese Golfo.
“El problema que tenemos en México es que construimos un aparato legal y lo dejamos consumir ahí, no se aplica; la Constitución tiene preceptos importantes que hacen referencia a la conservación de los humedales, pero es algo que no ocurre en la realidad. En muchas partes del mundo se ha menospreciado el rol que juegan los humedales en la vida del planeta y en el desarrollo de las comunidades”, señala el experto.
Destacó que la Ley de Equilibrio Ecológico del Medio tiene una réplica en cada entidad federativa, donde se establecen las políticas federales, mientras que la Ley de Aguas Naturales genera certeza en los humedales.
Y precisa:
“Uno de los preceptos fundamentales es que no se pueden destruir y no se pueden desechar y establece la necesidad de conservarlos. La única excepción que aplica la ley es que por razones de salud pública, a un cuerpo de agua lo hayan dejado morir y se haya convertido en un gran foco de infección que genere un problema sanitario para una localidad. Salvo
esa circunstancia, los humedales no deberían de estarse transformando porque están protegidos por la Ley”.
Destacó que el problema en México, prácticamente sin excepción de entidades federativas, no es una falta de legislación sino de aplicación de la ley, de voluntad política y de conciencia.
Hizo hincapié en que no existe comunidad, ciudad o país en el mundo, que se haya podido desarrollar en ausencia de un cuerpo de agua. Un ejemplo, dice, es la zona conurbada de Tampico, la cual si no fuera por los afluentes del río Pánuco simplemente no existiría. “Lo que ponemos en riesgo en un futuro cercano es la viabilidad de una concentración importante en el Golfo de México. En dos palabras, su conservación o desaparición”, apunta.
Aseguró que en el río Tamesí, como afluente del río Pánuco, es importante la conservación de estos ecosistemas, pero que se haga con acciones desde la raíz, porque el origen está a 3 mil metros sobre el nivel del mar y todo lo que pase en la cuenca misma, si hay deforestación de suelos que queden desprotegidos, van a trasladarse a la aguas de lluvia, hacia la planicie costera.
Y expone en ese marco un tétrico escenario a futuro: “Esto va a generar una muerte silenciosa”.
Lo deja claro: “Todo lo que se haga arriba se lo cobra la naturaleza abajo. Y no tengo la menor duda que Tampico, Ciudad Madero y Altamira viven gracias a la existencia de este sistema lagunario; si éste se colapsa se acaba con la fuente de agua y habrá impedimentos reales que pueden llegar a ser dramáticos para que estas ciudades puedan sobrevivir. Si le preguntan a los ingenieros sobre el río Pánuco, dirán que hay agua suficiente y que hasta se la pueden llevar a Monterrey, pero localmente esa agua ustedes, los habitantes de la zona sur, la están obteniendo del sistema lagunario; si lo colapsan o contaminan, lo van a perder y no habrá industria o actividad económica alguna que sobreviva con un sistema contaminado”.
Advirtió que la costa del Golfo de México es muy vulnerable y lo demuestra con un ejemplo. Si el nivel del mar subiera sólo un metro, explica, todo lo que está alrededor se va a inundar, incluyendo Tampico, Madero y Altamira, es por ello que se necesita tener conciencia de proteger y conservar los cuerpos de agua.
“Es vital para una cuenca como la del Golfo, porque estamos de manera natural asentados en una zona donde la planicie costera se extiende de manera muy larga al interior. Por eso no se entiende por qué se planean obras que van en contra de lo natural, no se puede seguir creciendo de manera desordenada y en una zona de alta concentración humana e industrial como es el sur de Tamaulipas, se requiere y lo merece, una planeación integral”, apuntó.
En ese ámbito, agregó, es indispensable valorar las necesidades locales en materia de vivienda, de crecimiento industrial, sin olvidar el punto de vista de los puertos y su impacto. Una planeación integral demanda tomar en cuenta dónde están ubicadas las tres ciudades de la región y establecer una protección real y conservación sobre los ecosistemas que, insistió, “son el riñón y la vida que dan riqueza económica a la región”.
En este sentido, Fueyo MacDonald recomendó generar una planeación de más de tres años, ya que no puede haber un plan si no hay mecanismos permanentes de interacción, donde debiera haber un consejo u comisión con la participación ciudadana, que sea elemental con toda fuente de información que se genera desde las instituciones académicas.
Su conclusión no deja lugar a dudas sobre la importancia de preservar y fortalecer este recurso natural:
“La idea es que no podemos seguir apostando a la ocurrencia sino al futuro, pensar en las nuevas generaciones, para que no se siga destruyendo una región que ha sido fundamental para el desarrollo, ya que esta zona del país fue la plataforma de la riqueza nacional a través del petróleo, de la que surgieron enormes zonas industriales. Por lo tanto, se debe mantener este dinamismo de la región y eso podrá suceder sólo con la protección y conservación de los recursos naturales”.
Así que la próxima ocasión en que usted coma unos camarones, una trucha o un robalo, utilice madera, beba o consuma agua o incluso determinados medicamentos, piense que esto es posible gracias a los humedales y que, como habitantes de este país, tenemos un irrenunciable compromiso para preservarlos y protegerlos.
México, uno de los países más ricos en estos hábitats
El pasado 2 de febrero se conmemoró el Día Mundial de los Humedales.
La fecha recuerda la firma de la Convención de Ramsar –también llamada Convención sobre los Humedales del 2 de febrero de 1971– con la que se reconoce el enorme valor que tienen para la vida en todo el planeta estos particulares ecosistemas.
Los humedales son hábitats localizados en territorios interiores de los continentes, en las zonas costeras e incluso en extensas porciones marinas de menos de seis metros de profundidad. Todos los humedales tienen en común su enorme riqueza biológica y, desde luego, el hecho de que el agua –ahí presente de manera permanente o temporal– juega un papel fundamental para la regulación del clima y para la vida de plantas, aves, animales, insectos e incluso de los seres humanos.
Son humedales las extensiones de esteros, manglares, lagunas costeras, selvas bajas inundables, marismas y pantanos, así como los bordes de lagos, deltas, arrecifes de coral y, en general, todas aquellas superficies cubiertas de agua –de forma natural o artificial, permanente o temporal, estancada o corriente, dulce, salobre o salada.
En México, los humedales han jugado un papel destacadísimo en el desarrollo de la civilización. Los olmecas –por ejemplo- se asentaron y florecieron a lado de los pantanos de la región tabasqueña; los aztecas fundaron su imperio en el sistema lagunar del Valle de México, y; los mayas aprovecharon la diversidad biológica de los cenotes presentes en toda la península de Yucatán.
Como en muchos de los temas relacionados con la diversidad biológica del planeta, México es considerado uno de los países más ricos en cuanto a la presencia de humedales en su territorio. En éstos, se preserva gran parte de la vegetación acuática y subacuática de Norte y Mesoamérica.
Hoy, 67 de estos frágiles ecosistemas mexicanos están considerados de gran importancia a nivel mundial. Por mencionar algunos de ellos, destacaría los Pantanos de Centla, en Tabasco; Cuatro Ciénegas, en Coahuila; Río Lagartos, en Yucatán; Marismas Nacionales, en Nayarit; y Xochimilco y Tláhuac en el Distrito Federal.
Para entender la importancia de estos ecosistemas en la vida del planeta, se compara a los humedales con lo que significa para el cuerpo humano órganos vitales como el hígado o los riñones. Pantanos, esteros o manglares, por ejemplo, absorben y filtran contaminantes del agua como el nitrógeno y el fósforo. Y, con la ayuda de la energía solar y de las plantas que ahí viven, introducen oxígeno al agua; también producen lodos que ayudan al crecimiento de plantas como el carrizo y el tule, entre otras.
Los humedales son la casa de cientos de invertebrados que sirven de alimento para anfibios, aves, reptiles, herbívoros y para los seres humanos. Los humedales ayudan a la recarga de los mantos acuíferos; regulan el flujo de ríos y, en el caso de los manglares, reducen la fuerza de las tormentas y estabilizan la erosión de la línea costera. Su importancia como vías de comunicación acuática o como zona de crianza comercial de ciertas especies, es también muy destacada.