Las redes sociales exhiben a Francisco Javier García Cabeza de Vaca
Debe investigarse sus vínculos con grupos armados que lo promueven
Asunto electoral sólo atañe a los tamaulipecos, no a quintacolumnistas
Los obreros, en su día nada tienen qué celebrar… aunque sí desfilarán
Resulta claro que el proceso electoral de Tamaulipas luce enrarecido por el temor ciudadano de que la delincuencia organizada apoye a Francisco Javier García Cabeza de Vaca. Y más porque el candidato albiceleste no ha establecido públicamente su posición ante la aparición de mantas con su fotografía, donde el grupo armado ‘Pedro José Méndez’ –que controla Hidalgo, Villagrán y Mainero–, le manifiesta abiertamente su solidaridad.
Él hace proselitismo mediático al través de las redes sociales y en el terreno imponiendo propaganda sobre los lienzos carreteros y del circuito vecinal; también ha hecho despotricar en contra del tricolor a sus propios abanderados y hasta orillado a renunciar a los candidatos de Movimiento Ciudadano (MC) a esas tres alcaldías.
Esto y más me lleva a deducir que a Francisco García no le interesa combatir limpiamente por la gubernatura porque, de antemano, sabe que perdería. Y por eso recurre a la confrontación como una estrategia de su campaña, según deduzco, por ése comportamiento que lo exhibe tal cual siempre ha sido, aunque con falsos reconocimientos (recibidos allende el río Bravo) intente limpiar su negro pasado y muy cuestionable presente.
A lo largo de sus primeros 28 días de proselitismo abierto, ha dejado constancia de ser un tipo bravucón e insolente, como lo refrendó durante el primer debate de cara a la sociedad asombrada por tanta desfachatez; y peor aún, perpleja por su cinismo.
La civilidad y el urbanismo no forman parte de su lenguaje. Y todo lo ve con signo de pesos. Hasta sus comunicados de prensa, pues advierte que ‘se trata sólo de información sin costo alguno’.
Obviamente para él ni para el membrete que lo arropa, ofendiendo a los medios de comunicación masiva que, sin tener obligación, publican lo que atañe a su campaña.
Esto me lleva a suponer que Paco está enfermo de paranoia. Por no decir de esquizofrenia, pues ve enemigos por dondequiera y en su delirio (¿tremens?) imagina supuestos ajenos a la realidad, hasta el grado de ir, a los municipios, con desplantes retadores hacia quienes simpatizan con opciones distintas.
Allá en Güémez, Hidalgo, Villagrán, Mainero, San Carlos, Jiménez y Padilla, ha tapizado con propaganda las cabeceras municipales, ranchos y ejidos, invirtiéndoles recursos muy por encima de los autorizados por el Instituto Electoral de Tamaulipas (Ietam).
Pero, hasta la fecha, ninguno de sus consejeros ha osado exigir que se cuantifique el gasto.
¿Acaso porque en realidad los intimida la versión de que allá operan grupos armados afines al abanderado albiceleste?
En cuanto a su oferta política suele ir detrás del candidato priista, ya que cuando éste habla de seguridad o educación, el cornudo lo emula al instante, como bien puede apreciarse tan sólo con echarle una hojeada a su perorata.
También embiste contra todos los analistas, pues no tolera la crítica, aun cuando resulte constructiva para su objetivo inmediato.
Por otra lado Francisco ha fracturado mucho la estructura estatal del Partido Acción Nacional (PAN), hasta el grado de que en la frontera poco apoyo tiene, pero tampoco le importa pese a que los diez municipios que son vecinos de la Unión Americana (entre sí) representan cerca del 50 % del padrón electoral.
Incluso, en Reynosa –donde fue alcalde y ganó las elecciones como candidato a diputado federal y senador de la República–, que en otra era fue considerado su bastión, hoy es mal visto y mal querido –la derrota de su hermano Ismael (en 2015) no admite lugar a dudas–, según advierten los rotativos y medios audiovisuales de esa localidad.
Sin embargo él insiste en enlodar el proceso, porque le apuesta más a los tribunales que al veredicto ciudadano para lograr la gubernatura.
Un dato más sobre la sospecha de que podría estar vinculado con la delincuencia: en 2009, el Comité Ejecutivo Nacional (CEN) albiceleste no aceptó que contendiera (internamente) por la candidatura gubernamental por temor a que el crimen organizado interviniera en el proceso, pero con el arribo de Ricardo Anaya Cortés (a) ‘El Cerillo’ a la jefatura partidista, la imposición cupular hizo que
Francisco fuera el candidato.
¿Omisión centralista?
El desinterés que Manlio Fabio Beltrones Rivera muestra ante el proceso electoral de Tamaulipas no debe preocuparle a Baltazar Hinojosa Ochoa, en el entendido de que ésta justa sólo incumbe a los tamaulipecos.
No a quienes las vestiduras se desgarran en un tempranero rejuego, con miras a la sucesión presidencial del 2018.
Cierto es que al hoy candidato gubernamental priista el señor de Los Pinos lo ve con buenos ojos. E igual lo miran los secretarios de Hacienda (Luis Videgaray Caso) y Gobernación (Miguel Ángel Osorio Chong) como el pastor legislativo Cesar Camacho Quiroz –los tres considerados desde ahora presidenciables–, pero eso no debe exhibir la flaqueza de Manlio y menos, cuando es obligación suya atender (por igual) a todos y cada uno de los doce candidatos gubernamentales.
Para ocuparse de esta justa en Tamaulipas el CEN envió al ‘Diablito’ Fernando de las Fuentes Hernández, como delegado general, primero; y hace días a otros cuatro delegados especiales (Rocío Santos de la Cruz, Roberto Ruiz Moronatti, Isidro Moreno Arcega y Jesús Ramírez Strabos), quienes operan bajo las órdenes de Marco Antonio Bernal Gutiérrez, por ser uno de los secretarios adjuntos a la presidencia.
Los cinco exportados, lamentablemente, no conocen Tamaulipas. Ni su idiosincrasia. Menos sus costumbres ni el comportamiento político del pueblo –hasta el 2015 estimado por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) en 3 millones 441 mil 698 habitantes–, por lo que quizá poco aporten a la causa.
En contraparte, la interacción que Balta mantiene con la sociedad, le ha producido buenos dividendos. Y claro que, por ser un político probado en el liderazgo partidista y las lides electorales, él hace su chamba, como siempre, sin preocuparse por lo que digan o dejen de opinar en el centro, confirmando así que son únicamente los tamaulipecos quienes decidirían su futuro ante las urnas (en la jornada comicial programada para el cinco de junio próximo. O sea, en 36 días).
Hago este comentario en virtud a las deducciones simplonas que en la Ciudad de México han publicitado algunos comentaristas –amigos y/o quintacolumnistas del sonorense–, advirtiendo, según ellos, que existe el riesgo de la alternancia –Pedro Ferriz de Con y Juan Bustillos son dos de los periodistas que así lo han pronosticado–, aunque ninguno argumenta sustantivamente su apreciación.
En fin, eso a Baltazar no lo distrae ni tendría por qué, ya que insisto: el proceso electoral sólo atañe a los tamaulipecos.
Día del trabajo
La conmemoración del Día Internacional del Trabajo fue establecida para honrar a los mártires de Chicago, quienes encabezaron una huelga con la que buscaron se redujera la jornada laboral.
Y el desfile del primero de mayo, aquí en México, se organizó para evocar a los asalariados que cayeron en las masacres de Río Blanco y Cananea, víctimas del fuero desmedido que se otorgaba al rico industrial a principios del siglo XIX.
Al paso de los años, la clase obrera se robusteció y organizó mejor.
Cobró más conciencia y las efemérides las utilizó para plasmar sus inquietudes y demandas laborales, pero en cuanto la revolución se institucionalizó en México y fue cooptado el movimiento obrero, aquella insurgencia trabajadora empezó a cambiar por la genuflexión y las loas al mandatario en turno, dando al traste por completo al sentido memorable de la gesta de 1906.
Los obreros empezaron a perder su hidalguía y conciencia de clase, hasta transformarse en dóciles instrumentos del manipuleo político y entreguismo.
Algunos con prestaciones reales, otros con ofrecimientos, prebendas y los menos a través de la corrupción más baja: vendiendo sus conquistas sindicales.
En la época posrevolucionaria, Miguel de la Madrid Hurtado marcó el inicio de un nuevo derrotero nacional: abrió las puertas para que nuestras riquezas dejaran de pertenecer a la nación; para que el sector social dejara de tener fuerza y el sector político se tornara caótico como preámbulo a la llegada de Carlos Salinas de Gortari, quien terminó por entregar nuestra economía a la nación más poderosa del mundo para darnos la puntilla con su política neoliberal, mientras nos engañaba con el espejismo del acceso al primer mundo.
Fue entonces cuando el desastre económico se nos vino encima; cuando las fuentes de trabajo se cerraron; el poder adquisitivo se redujo; la criminalidad y la inseguridad se acrecentaron; la corrupción se hizo más evidente, y la incredulidad en el gobierno y sus instituciones ascendió a niveles peligrosos.
Bajo este marco Ernesto Zedillo Ponce de León, Vicente Fox Quesada y Felipe Calderón Hinojosa, en su oportunidad gobernaron más para los dueños del dinero que para los obreros y sumieron a la clase trabajadora en la vil miseria, para luego ceder el cargo a Enrique Peña Nieto, quien, por cierto, tanto se ha distanciado de la clase trabajadora que hasta ha promovido la aniquilación de toda organización gremial.
Sin embargo, hoy el señor de Los Pinos gobierna en un contexto donde el trabajador empieza a tomar conciencia de su realidad y de sus necesidades. Ya no clama loas ni a sus dirigentes ni al jefe del Ejecutivo federal, quien golpea aún más nuestra deplorable economía autorizando el alza de precios y elevando las tasas recaudatorias.
Ejemplo de ello es su negativa a negociar un salario más justo con los sindicatos.
Por eso este primero de mayo se antoja diferente.
No sólo por los desfiles que se desarrollen a lo largo y ancho de la República Mexicana, sino porque en algunas entidades como en la Ciudad de México pudiera ser el despertar de nuevas conciencias que corroboren que la lucha obrera no está en vías de extinción.
Salarios de hambre
En este mismo espacio ya le he comentado que en México suman 21 millones los obreros que perciben salarios de hambre.
Jornales miserables que resultan insuficientes para cubrir al menos la canasta básica; y ofensivos cuando se comparan con los sueldos que se pagan en otros países.
De ahí que los asalariados independientes y las víctimas del infame corporativismo ya se hayan decidido a hacer público su repudio a la política laboral ejercida por el señor de Los Pinos.
Con ello quedaría en claro que la clase trabajadora ya se hartó de ser mediatizada por dirigentes ‘charros’, quienes durante décadas, con la complicidad gubernamental, la han manipulado hasta el grado de ignorar sus demandas y negarse a escuchar sus quejas públicamente.
Las protestas de la clase trabajadora, por tanto, serían la mejor prueba de que los trabajadores desconfían de la relación tripartita gobierno-patrones-dirigentes.
Y esa misma desconfianza, aunada a la desesperación obrera por no tener qué comer, podría motivar un estallido social donde los trabajadores serían la punta de lanza de todo un pueblo que se niega a morir merced a los sueldos de miseria, a los impuestos y a la opresión en que vive.
Cifras que alarman
Actualmente son 9.5 millones los obreros sindicalizados que, en apariencia, gozan de prestaciones, mientras otros 12 millones carecen de representación gremial, por lo que son presa fácil del abuso patronal.
Esto de acuerdo con un estudio realizado por la empresa Warton Econometric, donde se refiere que México tiene la necesidad de crear un millón de empleos anuales para enfrentar la problemática laboral.
En dicho análisis se asegura que a los 45 millones de mexicanos que conforman la población económicamente activa, anualmente se suman 3 millones 600 mil solicitantes de empleo, estrellándose contra una
exigua oferta que ahonda la tragedia de miles de familias sin ingresos, y agigantan, a la vez, la pléyade de delincuentes que para sobrevivir recurren a las actividades ilícitas, seducidos por el dinero que fácilmente les reditúa su incorporación a grupos transgresores.
Por si fuera poco, la Asociación Mexicana de Estudios para la Defensa del Consumidor, revela que el salario ya perdió el 40 por ciento de su poder adquisitivo; y en lo que va de este año el porcentaje aumenta considerablemente, mientras los incrementos a los productos básicos se han disparado en forma indiscriminada, sobre todo en los productos de la canasta básica, poniendo en grave peligro la sobrevivencia de los trabajadores.
En los últimos 16 años sólo se han generado un millón 500 mil empleos. Es decir, existe un déficit de casi 10 millones de plazas, sin tomar en cuenta que cada año se suman a la sociedad un millón de desempleados al alcanzar la mayoría de edad, de los cuales sólo el 0.2 por ciento logra obtenerlo.
Por otro lado, cabe destacar que la industria de la representación obrera ha producido miles de siglas –sindicatos, confederaciones, federaciones, asociaciones y frentes–, tanto a nivel federal como estatal y municipal, pero ninguna de esas organizaciones goza de credibilidad.
Como tampoco las dependencias gubernamentales encargadas del sector.
Candidatos mentirosos
Mal se ven los candidatos a presidentes municipales y diputados locales (de todos los partidos) que tratan de sacar raja política refiriendo temas tan delicados como son la seguridad pública y la
generación de empleos, pues lejos de exhibir proyectos de cómo solucionarían la problemática, sólo se concretan a prometer que durante su ejercicio habría cambios.
A esos abanderados se les olvida que en un altísimo porcentaje, los cientos de muertos y desempleados, los generaron las guerras cruentas, entre los grupos delincuenciales que mantienen aterrorizado al estado.
Y que la falta de solución es producto de las malas administraciones y legislaciones que los antecedieron.
Cierto es que los nuevos proyectos no deben construirse sobre las ruinas del fracaso ni queriendo derrumbar lo bien construido, sino dando pie a corregir los desatinos y echando a andar acciones tangibles que al conglomerado social impacten positivamente.
Y en esto, precisamente, deben trabajar en campaña.
Los candidatos a las alcaldías reconociendo yerros y aportando sus proyectos para corregir las fallas, aunque no sean su culpa, en cuanto a infraestructura y servicios públicos se refiere, como anhela escucharlo la vox populi.
Y los candidatos a legisladores, olvidándose de prometer cosas que por su misma investidura saben que no habrán de resolver, ya que por lo que a ellos respecta sólo podrán gestionar acciones, en estricto apego a su desempeño.
Desafortunadamente, en campaña se han ido de la boca tanto unos como los otros, prometiendo dar lo que jamás tendrán.
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