Hará cosa de nueve meses, cuando los diputados federales discutían, más bien negociaban, la Ley de Ingresos, correspondiente al ejercicio 2016, Luis Videgaray Caso ofreció que los precios de las gasolinas no sufrirían nuevos aumentos y sí, por el contrario, bajarían, conforme se diera el comportamiento de los costos internacionales del crudo.
Al secretario de Hacienda y Crédito Público, le falló su pronóstico. Como todos los proyectos en que sustenta la recuperación económica y, ahora, los más de 130 millones de compatriotas tenemos que pagar su falta de visión financiera.
Así ha ocurrido desde que Enrique Peña Nieto llegó a instalarse a la residencia oficial de Los Pinos (2012), cuando la gasolina magna se vendía a 10.81 pesos el litro que, en su época, (también) fue una tarifa lesiva para la economía familiar, aunque impuesta por Felipe Calderón Hinojosa.
Al cierre de 2013 el precio del combustible fue de 12.13 pesos por litro; al año siguiente (2014), se ubicó en 13.31; hacia el 2015 se elevó hasta 13.57 y ahora, para darnos la puntilla, se vende en 13.96 pesos.
Es decir, de cuando se estrenó el actual régimen presidencial a la fecha, la magna se ha incrementado 3.15 pesos por litro, mientras que los salarios mínimos han perdido todo poder adquisitivo ante la espiral inflacionaria que provoca el alza en los combustibles, aunque esto aún lo rebata el titular de la SHyCP, como en su momento también lo hizo Ernesto Cordero Arroyo, quien fuera en el régimen de Felipe titular de Hacienda.
Videgaray Caso sostiene que: “el salario mínimo (76.04 pesos) es suficiente para cubrir los gastos de los mexicanos –que perciben 2 mil 357 pesos con 24 centavos cada mes–, y no debería sorprender este aumento, pese a que el año pasado el mandatario Enrique Peña Nieto prometió que con la Reforma Hacendaria los aumentos en la gasolina terminarían”.
¡Cuánto cinismo!
Más/menos, por ahí se condujo su antecesor (Cordero Arroyo), al espetar, en febrero 22 del 2011, que “siempre, por alguna razón, los mexicanos probablemente somos los más exigentes con respecto a lo que nos gustaría, y eso hace que siempre tengamos una percepción un poco más negativa de lo que los datos duros muestran”.
Igual dijo: “La recuperación económica en México es un hecho que ya se traduce en el bienestar de la población, pues familias con percepciones de 6 mil pesos y algunos esfuerzos, ya pueden pagar casa, auto y escuelas particulares para sus hijos”.
¡Ni a cuál irle! ¿Verdad?
Lo más lamentable de este caso es que con los incrementos a los precios de los combustibles derivados del crudo se vino en cascada el aumento a las tarifas de energía eléctrica y, según preveo, ocurriría lo mismo con el gas; obviamente subiría el pasaje del transporte público; las aerolíneas elevarían sus costos y por ende los productores, ya que le cargarían a la perra más flaca (léase el pueblo) el consumo de gota, aceite y aditivos que los mismo se encarecerían.
Por consiguiente, la canasta básica se iría a la alza, mientras que, admítalo o no el Gobierno Federal, el salario tiende a pulverizarse.
Y eso que estamos en franca recuperación económica, dicen los eruditos financieros de Peña Nieto.
Pero no son estos los únicos culpables, puesto que los senadores y diputados federales ya veían venir el golpe. Y nada hicieron, aunque sí pudieron, para evitar la arremetida contra el pueblo.
Es aquí, entonces, cuando debiera aplicarse el popular refrán que reza: ‘tanto peca el que mata la vaca, como el que le agarra la pata’.
Crisis priista
El despido de empleados en el Comité Directivo Estatal (CDE) del PRI, Rafael González Benavides lo justifica argumentando que ningún caso tiene sostenerlos, “puesto que las campañas ya concluyeron”. Y, además, tiene que pagar una multa millonaria impuesta por el Instituto Nacional Electoral (INE).
Pero, hasta donde tengo entendido, esa institución no los contrató para cumplir funciones sólo de proselitismo, pues ningún candidato (el gubernamental ni los que jugaron por las alcaldías y diputaciones) usó al personal destituido (o próximo al cese), porque cada uno de ellos, al hacer campaña, armó su propio equipo de trabajo.
Incluso, se desligaron completamente del CDE.
Así que las sospechas crecen y se multiplican sobre la crisis, real, que atraviesa el tricolor no sólo en lo económico, puesto que es grave, más todavía, el engrosamiento de personal recomendado, que atendió funciones distintas al quehacer partidista.
Sé y bien que los jerarcas ocasionales se rodearon de ayudantes, choferes, asistentes, soplanucas y cualquier cantidad de parásitos, así que no hay que buscarle tres pies al gato.
Lo lamentable en todo caso, es el despido de gente que sí trabajó para y por el partido y que es echada a la calle sin cobrar, siquiera, los días laborados, pero hoy amenaza con demandar su restitución o, por lo menos, la indemnización prevista por la ley del trabajo.
Y que conste, hablo únicamente de trabajadores. No de quienes a raíz de las campañas fueron investidos como operadores políticos, sin saber siquiera operar una computadora.
Relevo albiceleste
Francisco Elizondo Salazar aparece como favorito para presidir el Comité Directivo Estatal (CDE) del membrete albiceleste. Y, según los trascendidos, llevaría como compañero de fórmula –para ocuparse de la Secretaría general–, a Ismael García Cabeza de Vaca.
Esta misma semana podría surgir la convocatoria, para en quince días más registrarse ambos.
En una primera lectura al Gobernador electo no le convendría que así se resolviera la renovación de su partido (PAN), pues especularían sus detractores sobre un supuesto nepotismo. Pero, en otra lectura, sí habría razón de ser, considerando que nadie mejor que su hermano para cuidarle la espalda.
Sobre todo, cuando hay visos de que el enemigo está incubado al interior del partido.
En fin, la moneda está en el aire.
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