Quienes aspiran ser secretarios harían bien en ver esta cinta mexicana
Cualquier indiscreción derrumbaría sus castillos, que hicieron en el aire
Sería necesario recurrir a los buscadores de talentos, pa’ no improvisar
Reestructuración gubernamental arrojaría dos funcionarios poderosos
En 1982, cuando la censura era una práctica cotidiana en México –por la intolerancia presidencial frente a la libertad de expresión–, el director cinematográfico Alejandro Pelayo Rangel escribió y rodó su primer largometraje en 16mm, ‘La víspera’, que un año después mereció cuatro premios ‘Ariel’, pese a que sólo fue exhibido en televisión y cineclubes.
Esta película nunca fue transferida en 35mm porque el autor, hijo de Luis Manuel Pelayo y primo-hermano de Beatriz Paredes Rangel, bien sabía que la Secretaría de Gobernación jamás le autorizaría llevar el filme a la pantalla grande.
El motivo: su dura crítica hacia quienes aspiran acceder a los pináculos del poder.
De cualquier forma Ernesto Gómez Cruz, María Rojo, Salvador Sánchez, Alfredo Sevilla, Ana Ofelia Murguía y Fernando Balzaretti, entre otros actores, lograron actuaciones que todavía se disfrutan a más de tres décadas de distancia.
Sobre todo porque el argumento se mantiene vigente y es sencillo adaptarlo a la situación política actual, aquí en Tamaulipas, donde una pléyade de ‘iluminados’ pujan y empujan por ser llamados a formar parte del gabinete.
De ahí la recurrencia del comentario.
Y hasta eso sin remitente, por lo que el saco podría quedarle a más de uno de los pretendientes.
La trama
La acción transcurre en un solo día, aquel que, después de estar doce años inactivo en la vida política, un ingeniero espera, en compañía de algunos familiares, compadres, amigos y panegiristas, el llamado para integrarse al equipo compacto del nuevo mandatario, quien asumirá el cargo horas más tarde.
En pareja o individualmente los comparsas del ‘futuro secretario’ llegan a la casa de éste; lo abrazan, lo colman de regalos, le juran lealtad, fidelidad y se ponen a sus órdenes. “Pa’ lo que se ofrezca”.
Los canapés y bebidas corren por cuenta del anfitrión, aunque no falta quien llegue con pastelillos o vinos y licores de la mejor calidad.
Desde luego todos visten sus mejores galas.
Ellas, las damas, se enfundan en pieles y abrigos que combinan con alhajas caras. Y ellos lucen desde smoking hasta frac, relojes de oro y sonrisas triunfalistas. Algunas de complicidad entre sí.
Hablan de su futuro en la cúpula del poder… y de lo que sigue después de la Secretaría, pero siempre bajo la batuta del ‘elegido’ que no aparta los ojos del teléfono.
Ni puede disimular su ansiedad
Así transcurren los minutos, las horas… sin que entre la ansiada llamada que el político espera para confirmar a su camarilla lo que tanto cacareó durante días. O sea, su encumbramiento como parte del nuevo equipo gubernamental.
Luego de varias horas de espera, los rostros de sus acompañantes empiezan a mostrar gesticulaciones de hastío, incredulidad, decepción, desesperación…
¿Y cómo no si el maldito teléfono nada que timbra?
Por fin ya entrada la noche ‘el elegido’ es avisado de que la cartera pretendida ya está ocupada.
Se desploma, pierde la noción de las cosas y ni siquiera se da cuenta que sus invitados y parentela lo van dejando solo con su amargura y habladurías, hasta el grado de llevarse las ofrendas con que llegaron y reclamarle ‘el atrevimiento de haberlos engañado’.
Así, esas 24 horas de espera, llevadas a la cinta, le permiten al espectador reflexionar sobre el significado del poder, los políticos de una época y los de las nuevas generaciones.
El parangón
No es fácil encontrar una copia de ‘La víspera’, pero si usted pretende incorporarse al equipo de trabajo de Francisco Javier García Cabeza de Vaca, ser parte del gabinete y tiene oportunidad de ver la cinta, aproveche el momento para hacer un parangón de cómo podría verse en estos momentos.
Sobre todo si aún no ha entendido la inutilidad de mantenerse junto al teléfono –convencional o celular, que para el caso da lo mismo–, en espera de la ansiada llamada.
Hago esta reflexión por sospechar que algunos aspirantes a formar parte del equipo compacto del gobernador electo empiezan a perder la ecuanimidad, sin entender que una indiscreción, un titubeo o un desliz, en los momentos actuales, podría marcar la diferencia entre ser o no ser tomado en cuenta, ya para trabajar a su lado en la etapa constitucional del régimen a estrenarse el uno de octubre próximo.
Entonces, lo más recomendable es que consideren las horas y los días por venir como auténticos espacios para la reflexión y momentos de guardar.
Para ello tendrían que olvidarse de su protagonismo; y si no fuera mucho pedir, cerrar la boca que siempre tienen presta a efecto de darse a notar.
Hoy como nunca quienes pretenden las posiciones más importantes del aparato gubernamental, deben esconder la cabeza (como la cola); y medir estratégicamente cada evento al que decidan asistir. Incluidas las carnes asadas.
Y es que al calor de los tequilas pueden aflojar prenda, sin que aún haya nada para nadie.
Por tanto, lo más sensato es cuidar las formas y no hacer tanta alharaca; menos generar expectativas entre sus seguidores, corifeos, panegiristas, mozos y caprichos, ya que la decepción pudiera resultar contundente y traumática.
Algo más: aquellos personajes que hoy sientan que la Virgen les habla y por tanto ya se vean apoltronados en mullidos sillones al frente de una Secretaría u organismo descentralizado, deben tomar las cosas con mesura porque las decepciones calan hondo y la imprudencia podría llevarlos a cometer tonterías, como sería
presionar al mandatario electo y buscar falsos paternalismos o recomendaciones más allá del estado.
Los que suenan
En cuanto a los prospectos a conformar el gabinete siguen manejándose los mismos nombres –que aquí mismo he consignado en colaboraciones anteriores–, aunque con una variante: la especulación sobre las carteras que podrían ocupar.
Y a partir de mañana, cuando sea aprobada la nueva Ley Orgánica de la Administración Pública, verá Usted cómo vuelven a surgir (en redes sociales) elucubraciones al respecto.
Mientras tanto, por las oficinas del nuevo mandatario han aparecido los buscadores de chamba, que solicitan audiencia tratando de venderle sus ‘capitales políticos’.
También buscarían a sus compadres, familiares o conocidos, según sea el caso, con cartas de presentación y recomendación en mano, tarjetas y, por supuesto, su currículo.
Son profesionistas muchos o quizá la mayoría –inclusive algunos ya con experiencia en el ejercicio público y otros por primera vez pretenden incursionar en las esferas del poder¬¬, aunque igual hay burócratas que resultarían víctimas del relevo institucional; damnificados de los grupos políticos en decadencia y uno que otro saltimbanqui.
Y pasan largas horas haciendo antesala en busca de la oportunidad aunque ésta no sea de la jerarquía requerida o que consideran merecer.
Lo importante para ellos es ser enlistados en la nómina oficial y estar vigentes, pues en tiempo de crisis y desempleo cualquier ‘huesito’ significaría un éxito.
Obviamente, sé, no faltan las llamadas telefónicas ni las peticiones directas de políticos y personajes ‘influyentes’ –esos que consciente o inconscientemente hacen abrigar expectativas a quienes de una u otra forma les han servido y aún creen en sus falsas promesas y hueca palabrería¬¬, que mediante la amenaza velada, la súplica o el soborno tratan de cobrar facturas con posiciones de dirección pa’ bajo.
En situaciones ‘normales’ –según los aludidos¬¬, la administración pública permite a cualquier alto funcionario integrar su equipo de trabajo con gente que le es afín –y regularmente la coloca en los puestos claves de mando y toma de decisiones¬¬, porque con ello, se dice, garantizaría una dinámica de trabajo adecuada, alcanzaría los objetivos y metas planteados, y tendría la garantía de que no habría escurrimientos informativos ni deslealtades por parte de sus colaboradores.
Pero la realidad siempre ha sido distinta.
Método selectivo
De acuerdo a lo observado, la nueva dinámica que podría aplicarse en la contratación del personal de confianza es que los jefes enfrenten el reto de conocer sobre la marcha el nivel de profesionalismo, eficacia y eficiencia de sus subalternos, pues muchos (de ellos) pertenecen a la administración que está por concluir, provienen de otras cofradías, llegarían en base a negociaciones, o simple y llanamente porque así convendría al funcionamiento del sistema.
Por tanto, los nuevos integrantes de la alta jerarquía gubernamental, admítase o no, estarían en todo su derecho de hacer un diagnóstico acerca de la experiencia y aptitudes de los recursos humanos que a su cargo pudieran contratar; e incluso de someterlos a evaluaciones a fin de evidenciar la calidad o deficiencia en su experiencia profesional, para entonces sí tomar las decisiones más acertadas.
Sería la mejor política en lo que toca a la administración del personal con que se contaría y de los nuevos servidores públicos que habrán de contratarse en el transcurso de octubre próximo.
Sobre todo si tomamos en cuenta que los integrantes del gabinete habrán de ser seleccionados de manera rigurosa acorde al perfil, conocimiento y experiencia profesional requeridos en cada dependencia, según lo ofrecido por Francisco Javier.
Riesgo de improvisar
Reza un dicho popular que “echando a perder se aprende…”
Pero en esta situación tan delicada y sensible ¬¬como es la de concretar a cabalidad un proyecto de Gobierno para confeccionarlo con las propuestas del propio pueblo tamaulipeco¬¬, las improvisaciones constituyen inercias que podrían retardar el cumplimiento de compromisos, lo que irremediablemente impactaría (para mal) en la imagen de la administración.
Sabedor de lo aquí consignado –y basado en su conocimiento del manejo de personal y de que el trabajador debe adecuarse al puesto, no el cargo al empleado¬¬, seguramente el nuevo titular del Poder Ejecutivo, asesorado por sus colaboradores más cercanos, revisa las áreas donde habrá de definir nombramientos; la documentación de los prospectos a ocupar las vacantes –aunque en las carteras sigan despachando los ‘renunciados’¬¬, y evaluando trayectorias profesionales.
Esto sin embargo, no significa que los ‘prietitos en el arroz’ ya estén eliminados por completo. Pero la eventualidad de que haya colados e improvisados en los niveles de mando se reduce en forma considerable.
No olvidemos que en toda organización el principal recurso es el humano; y que si éste falla difícilmente se alcanzarían las expectativas trazadas.
Y ello también, repito, repercutiría inevitablemente en la imagen del Gobierno.
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