Cuando llegó al Congreso la propuesta para reformar la Ley de Administración Pública, hubo un momento en que a algunos integrantes de la bancada tricolor, incluido su líder Ramiro Ramos, les pasó por la cabeza la peregrina idea de ponerle trabas al documento originado en el búnker de Cabeza de Vaca.
Muy pronto desde el Ejecutivo los hicieron entrar en razón. Lo único que conseguirían sería fracturar una transición que ha resultado más tersa de lo que se esperaba. Hubiera sido un grave error político, coinciden legisladores panistas.
La razón es evidente: guste o no al priísmo más recalcitrante, la reforma contiene ni más ni menos que el diseño de la estructura del gobierno que utilizará Francisco García Cabeza de Vaca. No sólo es su derecho modificar lo que crea necesario, también es su obligación si quiere contar con todos los instrumentos del poder para entregar los resultados que ofreció durante su campaña.
Negarle ese derecho hubiera sido, además de incongruente, mezquino.
Con la ley aprobada, corresponde observar con detenimiento el funcionamiento de algunos nuevos conceptos. Es el caso de la jefatura de la oficina del Gobernador, un puesto que -sobra decirlo- parece destinado para un operador que cuente con suficiente experiencia y confianza de su nuevo superior.
La creación de dos secretarías y su mudanza a Tampico parece lógica. Tanto el turismo como la pesca son dos actividades cuyo mayor auge se encuentra en la zona conurbada.
Además del jefe de la oficina del Gobernador, los secretarios de Bienestar (antes de Desarrollo Social) y de la General de Gobierno cobrarán mucha importancia. Ambas secretarías asumen el control de áreas muy sensibles de primer contacto con la población.
Por ello hace sentido que para ambas se mencionen como titulares casi seguros a Gerardo Peña y a César Verástegui. El primero, uno de los incondicionales de Cabeza de Vaca desde hace muchos años, y el último, operador político estrella de la campaña que lo llevó a la gubernatura.
Muchos otros nombres van y vienen. Se supone que a algunos de los afortunados ayer les confirmaron su llegada al Gabinete y la posición que ocuparán, a otros les llamarán en el transcurso de este día.
Quedan pocos días para comprobar si las especulaciones y filtraciones tenían sustento.
Lo que es cierto es que con su agenda del fin de semana, el gobernador electo envía una señal: la confirmación de que Tampico y Reynosa jugarán un papel predominante en su administración.
El viernes en el puerto anunciará los nombres de su gabinete legal en el hotel Posada de Tampico, de Álvaro Garza Cantú; el sábado, luego de su toma de protesta en el Congreso, presentará a su gabinete ampliado; y el domingo, en su ciudad natal ofrecerá un convivio en el Parque Cultural.
Los primeros días del primer gobierno distinto al PRI en Tamaulipas. De ese tamaño es la trascendencia de lo que veremos el fin de semana.
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