Ayer, un suceso inédito se registró en Tampico.
Los trabajadores del ayuntamiento porteño exigieron el pago proporcional de aguinaldos por los nueve meses transcurridos en este año de la actual gestión. Nunca había pasado algo similar, ni en esta ciudad ni en otra del Estado. Por lo menos su servidor no lo recuerda.
¿Por qué anticipar un reclamo de un beneficio laboral que legalmente aún no existe obligación de conceder?
La respuesta se concentra en mi percepción, en una palabra:
Miedo.
Es un miedo nacido del desconocimiento de la transición que está viviendo el Estado y sobre todo, de la creciente desconfianza que sufre la mayor parte de la
población sobre las instituciones. Y los ayuntamientos, a la luz de los problemas financieros y de estancamiento urbano que les aquejan, no parecen ser un modelo de confiabilidad.
Lo sucedido en Tampico tal vez pueda parecer a algunos un hecho aislado que apenas reviste importancia, pero queda claro que la actitud de los empleados de ese municipio es sólo una muestra del temor de muchos sectores sociales ante el parto de una nueva era que asoma en Tamaulipas. Y de no valorarse en su justa dimensión y atenderse como merece, puede ser la primera chispa de una hoguera en un gran número de presidencias municipales.
Es tan radical el giro político que ha dado la Entidad que gran parte de la población –no sólo los trabajadores de ayuntamientos son los protagonistas– teme lo que no tiene por qué pasar. Los relevos de mandos locales y estatal son en los hechos sólo un cambio de estafeta, pero para muchos, por desconocimiento, en esta ocasión es un riesgo ante el cual deben prepararse con acciones como esta exigencia del pago adelantado de aguinaldos.
No es ésta una plataforma adecuada para iniciar las nuevas administraciones municipales, agobiadas de antemano por un severo endeudamiento, rezago de servicios, recortes presupuestales y como indeseable cereza de un pastel, un período de trabajo que no rebasará en realidad un año y medio, a menos que el alcalde o alcaldesa en funciones renuncie a sus pretensiones de ser reelectos, como prácticamente todos lo han adelantado.
Es mal consejero el miedo sobre todo en los terrenos gubernamentales. Y deseable es que se le enfrente antes de que se propague y se convierta en su hermano mayor:
En pánico…
Mal olor en la piel
En sus frenéticos intentos de lavarse manos y cara, el PRI nacional está cayendo en error tras error.
Ahora, para tratar de desligarse de los aparentes abusos de poder del aún gobernador de Veracruz, Javier Duarte, así como de otros colaboradores del mismo, la Comisión Nacional de Justicia Partidaria del tricolor determinó retirar sus derechos en ese instituto político, al mandatario y a los demás involucrados.
Vaya con el Revolucionario Institucional.
Aterrado ante la debacle jarocha, condenó de antemano a Duarte y compañía y les endosó arbitrariamente la etiqueta de culpables de todo lo que han sido acusados, en un curioso olvido de la frase madre de la justicia penal, que asiente que todo indiciado es inocente hasta que se no se pruebe lo contrario. Bueno, eso dicen.
En lo particular, no tengo duda alguna de las corruptelas y estragos financieros cometidos por el mandatario veracruzano, pero con esas actitudes el PRI luce ahora no sólo como un barco lleno de hoyos sino también como un capitán que abandona a su tripulación en medio de una tormenta.
Y les pregunto:
¿En verdad piensan que por hecho de dejar solos a Duarte y amigos, seis años atrás los mejores hombres de Veracruz, dejará el PRI de despedir un mal olor?…
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