El Congreso Local podría convertirse, si se juzga por los acontecimientos más cercanos, en un dolor de cabeza para las fracciones partidistas mayoritarias ahí representadas.
Dos aspectos demuestran no que ya existan problemas agudos, pero sí dejan entrever la posibilidad de que tanto el grupo dominante, el emanado de Acción Nacional, como la segunda fuerza en ese cuerpo colegiado, derivado del Revolucionario Institucional, enfrentan complicaciones que podrían crecer a medida que avance la tarea legislativa.
Si me permite, expongo esta percepción.
Dentro de la fracción priísta, el primer “zape” que ha sufrido Alejandro Etienne Llano como líder de la misma –ya lo sabemos todos– es el desacato del diputado Moisés Balderas, de extracción petrolera, quien mandó al cuerno la línea de su partido y votó –fue el único priísta
que lo hizo– a favor de la designación del nuevo Procurador de Justicia, Irving Barrios.
El pastor de los diputados tricolores ha minimizado la postura de Balderas, “porque con seguridad”, dijo, “se movió por motivos personales vinculados con el sindicato que representa”.
Sobre cuáles pueden ser esos motivos personales como para, dice la voz popular, salirse del huacal, podríamos soltar una sarta de especulaciones, pero conociendo las trayectorias de los dirigentes sindicales petroleros –Balderas es Secretario General de la Sección 36 del STPRM– puedo imaginar su origen. Si soy mal pensado, hasta su monto.
Pero es lo de menos para el PRI y Etienne. Lo importante es que esa primera desobediencia es un aviso para ellos peligroso, de que a falta de atractivos más concretos y contantes que la simple lealtad, esa bancada puede perder a más integrantes a manos de sus adversarios políticos. Y si no atienden esa posibilidad podrían, en estricto sentido figurado, llorar a sus muertos cuando pudieron evitar que fallecieran.
¿Y por qué esto también puede ser una jaqueca para la bancada del PAN?
Porque esta decisión –la que atañe al Procurador– obtenida al viejo estilo priísta, por “mayoriteo”, lanza un destello inicial de preocupación sobre la habilidad de la Junta de Coordinación Política, liderada por Carlos Alberto García González, para fabricar acuerdos previos bajo la mesa. Y no hay por qué espantarse ni rasgarse las vestiduras por esta práctica, común y normal en cualquier Estado, en México y en cualquier sistema de tipo parlamentario, porque en el Congreso es donde deben darse los mayores ejemplos de la política de conciliación, aunque a veces parezca lo contrario.
Lo anterior es apenas el primer paso de una ruta compartida de tres años. Siendo optimista, espero que por el bien de las dos fracciones sus dirigencias aprendan rápido y que este primer tropiezo aparente en uno y otro grupo no sea un sello permanente.
En lo personal, prefiero cobijarme en la sabiduría de mis abuelos, con una frase coloquial pero no por eso menos sabia:
“En el camino se irán acomodando las calabazas…”
El pecado
Victoria está pagando un grave pecado. Un pecado económico.
Es su dependencia abrumadora de la estructura gubernamental para que su economía avance. O por lo menos que no retroceda.
He tenido la oportunidad de platicar con amigos, colegas y conocidos de Tampico, Nuevo Laredo, Matamoros y hasta de Reynosa; y todos coinciden en que aunque sí hay incertidumbre sobre el perfil del nuevo gobierno estatal, no existe preocupación excesiva por ingresar como empleado a ese nivel de burocracia, como sucede en la capital tamaulipeca.
No es culpa de nadie en especial. Es simplemente una costumbre atávica victorense que por comodidad nunca impulsó una economía propia real, al margen del trabajo público. Qué se le va a hacer…
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