En esta sección se continuarán publicando las colaboraciones que son un legado póstumo de nuestro amigo Ramón Durón Ruiz, El Filósofo de Güémez
Hoy me permito transcribir la historia: El vuelo del Halcón, “El Rey recibió como obsequio dos pichones de halcón y los entregó al maestro de cetrería para que los entrenara. Pasados unos meses, el instructor comunicó al rey que uno de los halcones estaba perfectamente educado, pero que al otro no sabía lo que le sucedía: no se había movido de la rama desde el día de su llegada a palacio, a tal punto que había que llevarle el alimento hasta allí.
El rey mandó llamar a curanderos y sanadores de todo tipo, pero nadie pudo hacer volar al ave. Encargó entonces la misión a miembros de la corte, pero nada sucedió. Por la ventana de sus habitaciones, el monarca podía ver que el pájaro continuaba inmóvil. Publicó por fin un decreto real entre sus súbditos, y, a la mañana siguiente, vio al halcón volando ágilmente en los jardines.
–– Traedme al autor de ese milagro –dijo.
Enseguida le presentaron a un campesino.
–– ¿Tú hiciste volar al halcón?, ¿cómo, eres mago acaso?
Entre feliz e intimidado, el hombre explicó:
–– No fue difícil su alteza: sólo corté la rama. El pájaro se dio cuenta que tenía alas y empezó a volar”1
Cuando ignoras el potencial que la vida tiene para ti, estarás destinado, como el halcón del cuento, a estar aferrado a la misma rama, a que te mendiguen agua y comida, a no desplegar las alas para volar hasta el infinito en busca de la libertad, de los sueños, a volar para construir la historia más maravillosa del mundo… ¡Tú historia!
“Sólo el que camina tropieza, sólo el que actúa se equivoca, sólo el que va en busca de su misión en la vida tiene la posibilidad de fracasar”; los que llevan una vida rutinaria, ‘cómoda’ y ‘segura’, aquéllos que jamás se atreven a salir de su zona de confort, aparentemente no fracasan, pero en sí mismos son unos fracasados porque son incapaces de potencializar sus dones, creer en ellos y salir a desplegar las alas que el universo le ha conferido.
El fracaso sólo llegará a tu vida cuando dejes de esforzarte, de luchar, de creer en ti, de hacer el segundo esfuerzo; pero cuando llegue, siempre tendrá algo que enseñarte. Fracasar es la mejor escuela de vida, es señal de que estas en movimiento y avanzando, entonces debes alimentar el espíritu de fe, de amor, de seguridad; haciendo del fracaso un escalón, velo como una oportunidad para reiniciar la marcha y conviértelo en una experiencia.
Para reponerte de los fracasos no hay mejor método que creer en ti mismo, perseverar, trabajar, luchar, tener fe, visualizar positivamente tu objetivo de vida.
Demóstenes, en la Grecia antigua, soñaba con ser un gran orador, a pesar de ser tartamudo y no tener dinero para pagar quien lo enseñara; en lugar de sentirse fracasado, hizo afirmaciones, se llenó de fuerza y amor, y se lanzó a la aventura de luchar por ser orador, uniéndola a su persistencia, tenacidad y práctica, esto lo condujo a que su elocuencia y sabiduría fueran ovacionadas y fuese reconocido como el mejor orador.
El tiempo es la más maravillosa oportunidad para gozar los milagros de la vida, hoy ve en busca de los sueños, creyendo en los proyectos, atrévete a ser tú mismo, los fracasos sólo son lecciones para crecer. Quien nunca arriesga jamás logra nada; Fernando de Magallanes dijo: “El único verdadero fracaso consiste en no intentar”.
A propósito, “el niño filósofo buscando ayudar a la precaria economía de su casa andaba vendiendo frutas:
— ¡Ciruelassss Y higossss!…. ¡Ciruelassss Y higossss!
Una señora se asoma de un séptimo piso y le grita: —Niño, ¡Ven… sube!
A la carrera sube escalón por escalón, jadeante llega al piso siete, toca a la puerta, de donde sale una señora.
— ¡Mira niño!, estás equivocado, de acuerdo a la Real Academia de la Lengua Española, es incorrecto decir ciruelas Y higos, lo correcto es decir: Ciruelas E higos, ¡me entiendes…! ¡¡Ciruelas E Higos!!
— Señora –dice el niño filósofo– ayúdeme por favor, ¡cómpreme unos diez pesos!
— ¡Qué! que cómpreme, ni que la tiznada… ¡sólo quise corregir tu vocabulario!
El niño la mira de arriba abajo con coraje le dice: — ¡VIEJA CANIJA E HIJA DE LA FREGADA!”