La casi certeza de que mis tres lectores den vuelta a la página en cuanto vean el tema de esta columna, no evitan sin embargo que caiga en la irresistible tentación de opinar sobre el triunfo de Donald Trump, hoy presidente electo de los Estados Unidos de Norteamérica.
Lo hago, como dice Catón, para sosiego de los tamaulipecos y para que cunda la serenidad en la República.
Lo hago también, ya en serio, porque la experiencia obtenida de haber sido testigo cercano de por lo menos seis campañas electorales en el Estado y bastante lejano de no menos de ocho en el país, me han dejado una lección prácticamente inmutable:
Los candidatos dicen lo que sea para ganar y después, los que ganan, hacen muy poco o nada de lo que amenazaron o prometieron.
Tal vez Trump sea un caso sui generis que se salga una o dos pulgadas de los cuadrantes habituales, como lo demostró con su victoria casi inexplicable, pero puede usted apostar que en su política oficial se reflejará el viejo refrán mexicano que asienta que “no hay loco que coma lumbre” y cuando le sean recordados sus en apariencia demenciales anuncios electoreros destinados a conseguir el voto fuera como fuera –el muro podría ser la excepción– medirá sus decisiones con otro rasero. La prueba inicial ya la ofreció en su primer discurso como virtual presidente electo.
Será entonces cuando una histórica frase saltará una vez más al escenario. Son palabras acuñadas por el brillante estadista y político alemán Otto Von Bismarck, que en México cobran vigencia cada tres o seis años, tanto en los estados como en el país:
“Nunca se miente más que después de una cacería, durante una guerra y antes de las elecciones…”
Un balance más
Para rematar el caso Trump, un saldo más queda en evidencia con el triunfo del magnate. Triste saldo por cierto: la incultura de los liderazgos estadounidenses, representados por su Tribunal Electoral.
La victoria del republicano en esa instancia muestra que quienes representan a la sociedad norteamericana siguen parados sobre los antivalores del proteccionismo, del control por la vía de la fuerza, de la ley del garrote, del avasallamiento y del predominio del racismo, temas promovidos por Donald.
Imagínese, en varios estados, a estas alturas y aunque parezca inconcebible, todavía se votó para abolir la esclavitud.
Hillary Clinton ganó en las urnas y no es la Presidente porque un Tribunal dictaminó que no debe serlo. No entiendo como es entonces que en el país donde el voto del pueblo es sagrado, Barack Obama dice que el triunfo de Trump es “porque así es la democracia…”
Prácticas del pasado
Hay quienes lanzan advertencias de que el aparente conflicto político entre el ayuntamiento de Reynosa y su alcaldesa Maki Ortiz Domínguez y el Gobierno del Estado, podría terminar en un símil de lo ocurrido entre el ex edil priísta Gerardo Higareda y el ex gobernador Tomás Yarrington, quien maniobró para obligar a ese jefe de comuna a salir del cabildo.
Flaco favor le hacen quienes opinan de esa manera al actual gobierno estatal, al acercar las viejas y oscuras prácticas del tricolor a las de Acción Nacional, cuando este partido ha hecho una bandera permanente de denunciar los abusos del poder aplicados por gobernantes anteriores en casos similares al mencionado, en donde se hacía a un lado el voto popular en aras de un interés político.
Porque hasta donde se ve, hoy brillan colores muy diferentes en Tamaulipas…
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