Cuando era chavo, perdón, más chavo quise decir, recuerdo que añoraba el inicio de la temporada, veía con emoción la llegada de los refuerzos y me ilusionaba pensar lo que pasaría con Correcaminos al paso de las jornadas… esas jornadas a las que había que asistir con más fidelidad que la que tengo para ir a la iglesia, ahorrando de a peso diariamente para juntar para el boleto y mentalizarnos a regresar a pie platicando del partido porque había que recapitular las jugadas de los goles, paso a paso emocionados hasta llegar a casa fortaleciendo el recuerdo de esa jugada que nos hizo vibrar en las tribunas.
¿Qué queda de eso?.
Por cuestiones laborales y ajustes internos tuve la oportunidad de “descansar” los dos viernes anteriores a este, es decir, acudí después de muchos años a la tribuna como un aficionado más, con las ganas de divertirse, de emocionarse.
Llegamos temprano mis amigos, mi sobrino y yo para evitar la larga fila a la hora de comprar boleto pues desde ahí es un calvario en la diminuta y muy costosa taquilla que resulta ser igual de mala que la vieja construcción derrumbada del extinto y viejo Praxedis Balboa.
Nos acomodamos en Sol General, la cabecera norte de toda la vida y con tacos del “Qué Pasó” en mano nos disponíamos a ver el espectáculo.
Muchos años han pasado ya, la ilusión se volvió costumbre y el sentimiento de orgullo hoy causa pena pues las nuevas generaciones en lugar de sentir algo por esta camiseta preguntan, “¿por qué los venimos a ver si juegan tan mal… si aburren tanto?”.
No, ellos nunca entenderán el por qué nosotros algún día nos enamoramos de esta camiseta.
Hoy con la obligación de ser realistas, hay que precisar que el presente fue fácil de predecirlo. Que la nula planeación, que la soberbia y la ignorancia de quien encabeza este proyecto llamado Correcaminos nos indicaba que así iba a terminar.
Que cuando no se hacen las cosas con pasión, que cuando en lugar de ser creativos lloran y repelan por el centavo que se les retiró, que cuando se llega a esas posiciones por compromiso y se va por obligación, esto simple y sencillamente no fluirá.
Que todo se refleja en la cancha, que la apatía y el conformismo condenan al fracaso, mismo que se prolonga y hoy se hace más profundo pues ni siquiera se consigue un objetivo al que ya se estaba acostumbrado.
Me decía un aficionado, que le hiciéramos como propuso Hermosillo con el Cruz Azul: “Hay que ir de negro al estadio”… ¿Guardarle luto a un fracaso?… que me disculpen, conozco el luto y ese sentimiento duele pues es respeto por alguien que se perdió y merece ser recordado así, respetuosamente… este equipo hoy ni eso merece, hoy este equipo en si, es casi casi un insulto.
@luisdariovera