A lo largo de mi ya larga carrera en el periodismo tuve la fortuna, porque de todos algo aprendí, de tener en los inicios de la misma una serie de jefes de lo que en aquellos años llamábamos sala de redacción, hoy difuminada y casi perdida por las bendiciones y maldiciones que significa el internet.
El tema no es la añoranza, sino lo que sucedía en esos recintos. Cada vez que llegaba un nuevo jefe, éste se sentía en la necesidad de demostrar su autoridad y su sapiencia en el oficio, aunque hubiera reporteros y hasta correctores que podían haber sido sus maestros.
Para manifestar que eran los mandamás, esos jerifaltes acostumbraban tomar las notas del día, escudriñarlas con ceñudo gesto, tomar la pluma o marcador, reemplazar un “quizás” por un “tal vez” o sustituir “presidente municipal” por “alcalde”. Ufanos, aventaban la cuartilla garrapateada al reportero y le soltaban un doctoral “¡aprende!”
No servía para maldita la cosa la “corrección” y quizás hasta empeoraba la información, pero quedaba claro quien calzaba la bota y quién tenía que soportarla en el cuello.
¿A qué viene esta recapitulación?
Sucede que circunstancias como las descritas son usuales en muchos escenarios y entre ellos, difícilmente se escapa la administración pública en ninguno de sus órdenes. Casi siempre surgen jefes que a falta de decisiones relevantes, que marquen rumbos de verdadera eficiencia o generen beneficios colectivos sustanciosos, se van, como dice la voz popular, “por la libre”. Lo importante no es si es realmente necesaria una acción, sino cómo lo hacen algunas
especies, marcar territorios.
En ese sentido, me llama la atención una circular girada el 15 de noviembre pasado al personal del Parque Bicentenario de Ciudad Victoria, firmada al calce por la Subsecretaría de Administración. En ella se les advierte a los trabajadores que todo vehículo que no se estacione en espacios específicos dentro de esas instalaciones serán decomisados de manera “provisional” por Tránsito, mediante una grúa. No dice algo sobre quienes no sean empleados y acudan a realizar un trámite pero imagino que recibirán el mismo trato.
Me pregunto:
¿Cuál es dentro del espacio de ese parque, la vialidad importante que entorpecen las unidades que se estacionan unos metros fuera de una línea amarilla?… ¿Cuál acceso o salida obstaculizan?… ¿Cuántos accidentes se han registrado en esa zona como para justificar una medida tan drástica?.
Dudo que existan respuestas satisfactorias a esos cuestionamientos. Lamentablemente, todo esto me lleva inevitablemente a la vieja figura de aquellos jefes de redacción a quienes lo único que les importaba era demostrar a sus subordinados que la jerarquía suele matar al talento…
A tambor batiente
Y como todo en la vida, hay contrastes. Por fortuna.
En la Secretaría de Salud del Estado, dos de los programas más importantes, derivados de sendos compromisos del presidente Enrique Peña Nieto, como son los hospitales de Ciudad Madero y Matamoros, no han detenido ni un solo día sus trabajos, por sobre ajustes presupuestales, reemplazo de jefes y todo lo que significó el arribo de un nuevo gobierno estatal. Son dos de los pocos frentes públicos heredados, que marchan a tambor batiente en Tamaulipas.
Ciertamente estas obras no se construyen con recursos estatales, pero toda la ejecución corresponde al Estado y por lo tanto es un esfuerzo de seguimiento y sana continuidad que no sólo se debe reconocer sino también aplaudir a la Subsecretaría de Planeación y Vinculación Social, al mando del médico Horacio García Rojas Guerra. En los hechos, un atinado nombramiento de la Secretaria Lydia Madero…
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