¿Por qué el Partido Revolucionario Institucional sigue sin definir su nueva dirigencia en Tamaulipas?
Es una pregunta que un día sí y otro también se hacen figuras, militantes y simpatizantes de ese instituto. Una duda que a medida que aumenta, también
apaga paulatinamente en esa parentela política el calor y lealtad hacia sus colores.
No es la explicación la falta de líderes con el tamaño necesario para encabezar a los priístas del Estado, porque existen hombres y mujeres suficientes para esa tarea. Tampoco es una respuesta adecuada una posible indolencia de la actual presidente interina, Zulema Flores Peña, quien en realidad sólo carga la cruz y la corona de espinas que le dejó Rafael González Benavides, pero sin poder real en la estructura de esa facción ahora de oposición en el Estado, que apenas sobrevive con el agua en el cuello en su raquítica tesorería y con prácticamente todas sus actividades paralizadas.
La verdad, entiendo a quienes claman por que se lance una convocatoria para elegir a su nuevo pastor y corte de compañía. Los entiendo porque ninguno de
los que hasta ahora he escuchado exigir ese procedimiento tiene los alcances, tanto políticos como financieros, para tomar esa bandera y rearmar al partido, por lo cual ellos no quieren la Presidencia, sino un jefe proveedor, que les abra la caja fuerte del poder nacional, les alivie las penurias económicas para lo cual ellos no están dispuestos a sacar un solo peso de sus bolsillos y los reubique en el escenario político estatal.
En realidad los priístas no quieren un dirigente; quieren un papá protector con una chequera abierta para volver a ser esa especie de “juniors” de la política que fueron por tanto tiempo, porque sin ella están al borde de la inanición electoral, dado que las campañas para renovar los ayuntamientos empezaron desde el primer día que tomaron posesión los actuales ediles.
Como dice un chispeante conductor de Radio Tamaulipas en una emisión madrugadora, en una frase que define al PRI tamaulipeco:
Al tiempo perdido, hasta los santos le lloran…
Sola y su alma
No es una gran estratega. No es un portento de habilidad discursiva. Vamos, ni siquiera ha tenido un buen inicio como alcaldesa.
Pero la fortuna política le sonríe.
Magdalena Peraza Guerra es una de las autoridades municipales en Tamaulipas con mayores posibilidades de mantener en su poder la alcaldía, en este caso de Tampico, en el escenario que actualmente rige en el puerto y que todo indica permanecerá por un largo lapso.
E insisto. No necesariamente por su buen trabajo, sino porque prácticamente navega sola en esa ciudad sureña. Su enemigo original, después aliado y otra vez adversario, Acción Nacional, ha perdido la mayor parte del apoyo histórico que hizo de ese punto un bastión azul.
En privado, un grupo de notables del PAN manifiesta, juntos o separados, su creciente malestar porque siguen sintiéndose marginados. Son nombres
conocidos: Lucía Irene Alzaga, ex delegada de Sedesol federal; Arturo Elizondo Naranjo, ex alcalde; Sergio Salazar, ex delegado del IMSS; Teresa Sosa,
ex candidata a la presidencia porteña; Jorge Organista Barba, ex director de SCT; Graciela Tovar, ex candidata a diputada; así como los presidentes de los comités municipales panistas en Tampico y Madero, Sergio Meza y Óscar Morado, respectivamente. El ex alcalde Diego Alonso Hinojosa se ha mantenido al margen, pero sus simpatías están con este grupo.
Así que un barco de medio velamen le basta a Magda Peraza, para sentirse segura de refrendar el título…
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