Voy a extrañar al PRD. Por lo menos en Tamaulipas.
Alguna vez fue la manifestación más auténtica de un priísmo que quiso reencontrarse con sus principios y lo intentó en el único camino que tenía en ese escenario: la formación de una nueva fuerza, la misma que empezó como Frente Cardenista de Reconstrucción Nacional y se rebautizó como Partido de la Revolución Democrática.
Y como lo que se extraña es precisamente lo que ya no se tiene, me parece obvio señalar que esa sensación sobrevendrá cuando el PRD desaparezca de esta geografía. Aún cuando logre conservar el registro en el siguiente proceso electoral, lo que se antoja una hazaña en las condiciones en que se encuentra, quedará reducido a la sombra, muy pálida por cierto, de lo que alguna vez significó para la vida democrática de la Entidad.
¿Cuál partido era la tabla de náufrago para los olvidados?
¿Cuál partido era capaz de cimbrar al Estado con una declaración, por el respeto a su dirigencia?
El PRD. Los demás eran comparsas.
Tiene explicación el planteamiento que expongo en estas líneas.
Ayer, su dirigencia estatal, a través de su presidente Alberto Sánchez Nery, le puso un clavo más a su féretro partidista, al anunciar la expulsión de esa corriente política de una nube de militantes –inclusive un diputado– o cancelación de membresías –para el efecto es lo mismo– en una maquillada
depuración que llega tarde para la misma.
Llega tarde, muy tarde, porque su proceso de extinción en Tamaulipas se inició desde 1993, cuando el primer alcalde perredista de Ciudad Madero, Alfredo Pliego Aldana, se echó a los pies del entonces gobernador Manuel Cavazos Lerma para casi beatificarlo. Jorge Sosa Pohl, el siguiente presidente municipal de esa población, continuaría el declive al convertirse en un lacayo del matamorense. De ahí en adelante, el sol azteca fue un títere del PRI.
Y que lástima que para tratar de salvarse, tenga que seguir como títere, pero ahora de Acción Nacional. Adiós, PRD…
Luz y sombra
El Congreso Local logró dar una buena impresión por fin, aunque la contaminó con la renovada obsesión de aplicar marcaje personal a la alcaldesa de Reynosa, Maki Ortiz Domínguez.
Por el lado positivo, en medio de la ventolera que se armó sobre los devaneos legislativos en torno a la posible derogación del Impuesto a la tenencia vehicular, es justo reconocer que en los hechos se dio un paso importante en la reducción de este oneroso gravamen en Tamaulipas.
No se logró que desapareciera totalmente como es el deseo generalizado, pero me parece que acortar la vigencia del impuesto a cinco años es una medida que en realidad sí beneficia a quienes perciben menores ingresos, porque son esas personas o familias quienes adquieren en su inmensa mayoría automóviles usados y de modelos con varios años de atraso.
Vaya, ya tenía ganas de aplaudir un poco a nuestros diputados locales, que interpretaron en forma adecuada la política social del titular del Ejecutivo.
Pero… ¿otra vez Reynosa?
Me pregunto si no habrá en la actual legislatura mejores causas que enarbolar o temas superiores que analizar, más allá de dedicar tanto tiempo, papeleo y exhortos a la Presidencia Municipal de Reynosa.
¡Caramba!… ¿tanta importancia tienen para ese cabildo o para el progreso de esa ciudad, tres nombramientos de funcionarios locales como para obligar a la reiterada intervención de todo un Congreso para amenazar con sanciones a la jefe de esa comuna?
Por favor…
La frase del día
“Cuando hables, procura que tus palabras sean mejores que tu silencio…”
Proverbio hindú
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