Corrían los últimos días de 2015.
En ese diciembre, Tamaulipas era una olla de presión política. El ambiente ebullía ante el que se consideraba inminente destape de quien sería candidato a la gubernatura por el Partido Revolucionario Institucional.
Había razón para que se diera este escenario. El 27 de enero siguiente, hoy hace casi un año –se cumplen once meses– Baltazar Hinojosa Ochoa pediría licencia a la diputación federal. La historia electoral estaba escrita en Tamaulipas con ese movimiento, como se formalizó unos días antes de la solicitud citada, al definirse el método de candidato de unidad para cinco estados, nuestra patria chica incluida.
En esos momentos, pocos imaginaban lo que iba a suceder en el entorno social de la Entidad. Algunos la temían pero le restaban o le negaban posibilidades a lo que ya se gestaba como una sacudida brutal a la hegemonía priísta de siete décadas, que puede medirse a la luz de una reflexión: Si un tamaulipeco hubiera salido en esa fecha del estado y volviera ahora a él y se asomara a la geografía política del mismo, pensaría que se había equivocado de lugar. Así de diferente se observa. Así de diferente es.
Un año atrás, un coloso dominaba a Tamaulipas en una especie de paraíso para sus simpatizantes y militantes. La inmensa mayoría de los municipios estaban bajo la bota tricolor, el Congreso Local era una fortaleza del antes invencible y las ocho diputaciones federales por elección directa pertenecían también a ese establo. Eso era el PRI en el estado.
¿Cómo puede desaparecer un titán casi de la noche a la mañana cuando todo indicaba que vivía uno de sus mejores etapas?.
La respuesta es la misma por la cual desaparecieron, toda proporción guardada, otros imperios: Se aniquilaron a sí mismos.
La corrupción, poltronería, menosprecio y exceso de confianza de una casta decadente de monarcas –en este caso dirigentes– que pensaba que su sólo nombre aterrorizaba a sus enemigos y alejaba peligros, los socavó y los hizo morder el polvo. La puntilla se la dio a sí mismo el propio partido con Egidio Torre Cantú, la peor elección que pudo haber hecho para reemplazar a su candidato original asesinado.
Sí. Tamaulipas es otro. Pero es una lástima que sea otro sólo en el terreno político y gubernamental, porque en lo demás, como en la violencia armada, en la presencia del crimen organizado, en el desempleo, en la dramática falta de dinero y en otras zarandajas por el estilo, el Estado sigue siendo el mismo.
En verdad deseo, porque no sé si confiar, en que el 2017 marque el cambio prometido…
Hechos a la vista
La conocida frase popular tamaulipeca que reza “al tiempo perdido hasta los santos le lloran”, se ha convertido en una filosofía en la actual presidencia Municipal de Victoria. Para apreciarlo, basta lanzar una ojeada a la agenda del alcalde Óscar Almaraz Smer.
Hasta ahora, sólo las obligadas visitas a la Ciudad de México para gestionar apoyos federales, son una excepción en el trabajo cotidiano del edil en el
municipio, que sin excepción de fines de semana está dedicado a iniciar más obras, a supervisar las que ya están en marcha y a preparar nuevas acciones con base en lo que la gente pide en forma directa.
Sí, parece un halago, pero lo anterior es sólo la lectura de la agenda mencionada y por lo tanto, una relatoría de hechos, no de promesas ni de buenas intenciones como los casos de otros alcaldes.
Que vea, el que tenga ojos para ver…
La frase del día
“Dios ha concedido al hombre el libre albedrío; el terrible privilegio de condenarse al infierno o de merecer el cielo…”
Jorge Luis Borges/Escritor y poeta argentino
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