No son nuevas las tensiones entre Obama y Netanyahu, los gobernantes de dos Estados que son aliados estratégicos. Netanyahu no olvida aquella cumbre del G20: “No lo aguanto, es un mentiroso”, decía Sarkozy hablando del premier israelí sin percatarse de que el micrófono estaba encendido. “¿Tú no lo aguantas? ¡Yo tengo que tratar con él todos los días!”, replicaba Obama ante los oídos del mundo entero. Obama, por su parte, no olvida cuando, en plena campaña electoral contra Romney, Netanyahu aparecía en TV prácticamente haciendo campaña a favor del candidato republicano. O la visita del primer ministro israelí al Congreso estadounidense, en la que explicaba con peras y manzanas cómo es que la Casa Blanca había negociado un “muy mal acuerdo” con Irán.
Sin embargo, no fue sino hasta hace unos días cuando vimos una escalada de pocos precedentes en las fisuras entre estos dos gobiernos. Obama tomó la decisión, justo antes de retirarse, de dejar clara su visión del conflicto palestino-israelí y lo que desde esa visión representa la responsabilidad de Israel en la parálisis que se vive. Más aún, tomó la decisión de hacer sentir la consecuencia legal de dicha visión en el Consejo de Seguridad de la ONU mediante abstenerse en una resolución fuertemente condenatoria a los asentamientos israelíes en la Cisjordania ocupada.
Sin embargo, ahora hay que pensar ya no en la administración que sale, sino en la que llega. La nota la da, por supuesto, Trump en su Twitter. “No podemos permitir que Israel sea tratado con semejante desdén y falta de respeto… Permanezcan fuertes, Israel, enero 20 se acerca rápidamente”. A este discurso hay que añadir el nombramiento de su nuevo embajador en Tel Aviv, David Friedman, un abierto crítico del principio de Dos Estados Para Dos Pueblos, que apoya la construcción de asentamientos israelíes en territorios ocupados. Es decir, veremos, probablemente, a un Washington mucho más favorable con la agenda de los miembros del gabinete israelí que se encuentran incluso a la derecha de Netanyahu.
Más allá de ese conflicto, hay otros temas que tienden a colocar a Israel y a Washington en sintonía, menciono algunos: (1) Tanto para Netanyahu como para Trump, el acuerdo nuclear con Irán es la vía directa para que Teherán eventualmente consiga armar su bomba
nuclear. Además, ni la Casa Blanca ni Israel están interesados en que Teherán expanda su círculo de influencia o que se mantenga financiando y armando a grupos enemigos de Occidente y sus aliados; (2) Al margen de las posturas individuales de Trump sobre Rusia, si la cuasi-Guerra Fría entre Washington y Moscú sigue escalando, Israel, como en el pasado, será uno de los aliados cruciales que EU va a requerir en la región; (3) En general, la inestabilidad regional es un tema que preocupa a ambos países. No sólo Siria se encuentra en guerra; hay distintos grados de conflicto en sitios como Yemen, Libia o el propio Egipto; (4) También el combate a ISIS se convierte en un interés común entre Washington y Jerusalem.
Así que, tanto por lo personal como por intereses estratégicos, es de esperarse que, a pesar de sus recientes desencuentros, EU e Israel cooperarán de manera más cercana que en los últimos ocho años, lo que podría tender a empoderar a los elementos más extremistas del gabinete de Netanyahu. Si esto ocurre, el desencanto del pueblo palestino en el diálogo y el uso de la diplomacia para acercarse a sus metas seguirá creciendo, con lo que lamentablemente podríamos ver nuevas olas de radicalización y violencia en la región.
Twitter. @maurimm