Panorama de un desastre industrial y económico: Hace 13 años, en 2004, México importaba 144 mil barriles diarios de gasolina para abastecer su mercado interno.
Al cierre del primer semestre de 2016, Petróleos Mexicanos tuvo que importar casi 505 mil barriles diarios de gasolina para cubrir el consumo del combustible en el país.
Es decir, de 2004 a 2016, la importación de gasolinas se multiplicó por 3.5. En otras palabras, la compra de gasolina en el extranjero se triplicó y algo más.
En estos años, México se convirtió en el segundo mayor importador de gasolina en el mundo, sólo superado por su vecino y socio comercial, Estados Unidos.
El gasto mexicano al adquirir el combustible en el mercado internacional es megamillonario. Tan sólo en 2015 ascendió a 13 mil millones 410 millones de dólares. El año pasado, en 2016, en el primer cuatrimestre, el país erogó 3 mil millones de dólares al importar el producto, por cierto, proveniente de 8 naciones, una de ellas Trinidad y Tobago.
Peor aún: En 1980, México era un país exportador de gasolinas. En plena época de la supuesta y alucinante ‘administración de la abundancia’ (frase lopezportillista), el país exportó un millón 300 mil barriles diarios de gasolina. La importación del combustible era de sólo 0.1 barriles.
Dos factores generan la necesidad de comprar las gasolinas en el extranjero ahora: la producción a la baja del combustible en las seis refinerías instaladas en México y el notorio crecimiento del parque vehicular, lo que provoca a su vez un incremento en la demanda del combustible.
Para decirlo con mayor claridad se encuentra la frialdad de los números: México importó en 2016 el 62 por ciento de las gasolinas. El restante 38 por ciento representa la producción nacional, o sea, lo que producen las refinerías.
Para colmo, dos de las seis refinerías mexicanas, Tula y Salina Cruz, aportan el 40 por ciento de la producción del combustible que ‘mueve a México’. La refinería de Ciudad Madero, por ejemplo, registró una producción a la baja, ubicándose en niveles del 60 y 65 por ciento.
Se entiende que Singapur, Corea del Sur, Holanda y Japón se encuentren en la lista de los países que más compran gasolina en el mercado internacional, debido a que son nacionales que no producen petróleo.
Sin embargo, México es un país petrolero, si bien su producción diaria ha caído en la última década de manera brutal, tremenda. Este es otro de los ángulos del desastre económico de la industria petrolera en el país:
– En 2004, la producción de petróleo crudo era de 3 millones 382 mil barriles diarios.
– En 2017, Petróleos Mexicanos estima que la producción petrolera será de apenas un millón 928 mil barriles diarios.
Esto tiene una causa: la producción de los principales yacimientos petrolíferos (entre ellos, Cantarell, en Campeche).
Y ojo, mucho ojo: La producción petrolera a la baja tendrá un efecto directo en materia de exportación. Las estimaciones del gobierno mexicano en cuanto a la venta del crudo en los mercados internacionales para el año que inicia se ubican en 775 mil barriles diarios de petróleo, la menor cifra en las últimas 3 décadas. Esto es el colapso.
En este complicado contexto económico, el gobierno de Enrique Peña Nieto decidió incrementar el precio de las gasolinas y el diesel. Es una medida terriblemente impopular, carente de sensibilidad, que atenta contra los bolsillos de todos, pero, en especial, de la clase trabajadora.
No obstante, el aumento de las gasolinas tiene que ver más con la reforma fiscal que, prácticamente, elimina el subsidio que tenía el precio de las gasolinas, con la aplicación de la estrategia de liberalización del costo del combustible, una liberalización que entrará en vigor el 30 de marzo en Baja California y Sonora y, a partir de ahí, se aplicará en 5 fases en el resto del país a lo largo de 2017.
Pero también el incremento en el precio de las gasolinas tiene que ver con el desastre industrial y económico que impera en Pemex. Con pésimas decisiones tomadas en 40 años (desde el descubrimiento de los yacimientos petroleros en la Sonda de Campeche), México no supo qué hacer con su inmensa riqueza petrolera.
El país optó por derrochar los millonarios recursos obtenidos por la producción y exportación de crudo. En vez de aplicar una reinversión en su planta industrial instalada (estimular, por ejemplo, el sector petroquímico) y la creación de nuevas refinerías para ampliar la generación de productos petrolíferos, los gobiernos mexicanos (de distintos colores, de corte populista o tecnócrata) decidieron tirar la riqueza petrolera al basurero de la historia.
Pobre México.
Y PARA CERRAR…
Néstor Luna, regidor del Movimiento Ciudadano, encabezó una manifestación en contra del alza de las gasolinas el pasado sábado frente a la estación de servicio ubicada en el crucero de Avenida Hidalgo y Ejército Mexicano.
Algunos de los manifestantes escribieron en los vidrios de los autos, con el permiso de los conductores, la rotunda frase: ‘No al gasolinazo’.
En la próxima sesión edilicia, el regidor pedirá al Cabildo de Tampico que condene el incremento de los combustibles. ¿La mayoría priista apoyará la petición?