CIUDAD DE MÉXICO.- Un día, un hombre barbado se asoma en la destruida ciudad de Alepo. Carga una enorme bolsa negra y recorre un camino de piedras donde una vez existieron calles.
Encuentra a su paso la muerte de seres desconocidos, civiles víctimas por el fuego cruzado entre rebeldes y el régimen de Bashar al-Assad.
Lo que observa es un mundo destruido, con autobuses calcinados formando barricadas, hospitales, casas y escuelas como esqueletos y minas que atraen la muerte.
Tras recorrer varios kilómetros se detiene en uno de tantos campos de refugiados, aquellos que no lograron escapar de la guerra civil, donde se contabilizan 312 mil muertos en cinco años, así como cinco millones de hombres, mujeres, ancianos y niños que se atrevieron a cruzar las fronteras.
Aquel hombre se llama Rami Adham y lo que lleva en aquella bolsa son viejos osos de peluche, muñecas gastadas y pelotas a medio inflar. Se le conoce como El Traficante de Juguetes (The Toy Smuggler), es un constructor sirio que creció en Helsinki y, desde 2011, ha recorrido en 28 ocasiones los tres mil 949 kilómetros que separan a Helsinki y Alepo. ¿Su tarea?, llevar juguetes usados a niños huérfanos que acaban de perder a sus padres y hermanos.
Rami vive en Helsinki desde 1988, donde creció y estudió ingeniería. Tiene mujer y seis hijos.
A Rami, de 44 años de edad, lo que más le ha sorprendido en sus viajes es que los niños todavía tenían la oportunidad de sonreír, de abrazar un muñeco de peluche o correr tras la pelota, sin importar que los juguetes estuvieran gastados o rotos.
El cambio fue radical, pues el constructor sirio comenzó a buscar donadores de juguetes para alegrar las vidas de aquellos niños huérfanos de la guerra siria, aunque fuera por unos minutos.
Hasta la fecha ha ido en 28 ocasiones, siempre con juguetes. Creó una fundación (Finland Syria Community Association) para recabar fondos y comprar comida y medicinas. Además, construye cuatro escuelas en campos de refugiados y llevan acuerdos con patrocinadores europeos para obtener fondos.
La primera vez que llevó juguetes donados fueron 25 osos de peluche y 35 barbies. En los últimos viajes, los juguetes se cuentan en decenas y los entrega Rami en mano. Algunos detractores lo han acusado de utilizar el dinero donado en otras cosas, por lo que El Traficante de Juguetes busca hacer las cosas de manera personal y en presencia de observadores.
Son muchas las ocasiones en las que el repartidor de juguetes abandona los refugios con llanto e impotencia. “Los niños se aferran a mis piernas, me dicen desesperados que los ayude, que los lleve a otros sitios. Me dicen aterrados que quieren seguir con vida”, declara Rami Adham en una estrevista.
Se ha convertido en una especie de Rey Mago en su natal Alepo, donde cuenta con simpatizantes que lo protegen y dan albergue cada vez que la tregua llega a territorio ocupado por los rebeldes y se da la posibilidad de asomarse con los costales llenos de juguetes.