No recuerdo si era 1976 ó 1977 y gobernaba al Estado Enrique Cárdenas González. Quien escribe era un mozalbete y novel reportero en un diario de Tampico.
Una tarde que me encontraba de guardia, el Director General me dio una orden: “Vaya con un fotógrafo a Mante, hay una rebelión popular, cúbranla y regresan con la información”.
Fue mi primer encuentro con una realidad desconocida. Un policía había matado a un joven en una marcha callejera y la violencia se había desatado. La turba abrió las puertas de la cárcel y dejó salir a los reos para después incendiarla; también el palacio municipal fue pasto de las llamas, así como el periódico El Tiempo, en un marco de saqueos de tiendas, joyerías, mueblerías, farmacias y otros comercios.
Fue una experiencia inolvidable.
Desde esa ocasión, en mi ya añeja trayectoria en el oficio, no he vuelto a ser testigo, ni directo ni indirecto, de circunstancias de ese nivel. Eran tiempos del tamaulipeco “bronco” que propiciaba el entonces gobernador con su terquedad en imponer su autoridad y donde al final tuvo que ceder. Era el viejo Tamaulipas.
Hoy, contagiados de temor por otras latitudes del país, ayer diversos centros comerciales del sur y del centro del Estado solicitaron la protección de la policía y de las fuerzas armadas para prevenir un ataque similar a los sufridos en diversas ciudades fuera de la Entidad, dentro de las protestas por el alza a la gasolina.
¿Tienen razón esas empresas en tomar esas medidas?
En mi opinión –ojalá no me equivoque– no veo en el Tamaulipas de hoy conductas antisociales como las que hemos visto en la Ciudad de México, en el Estado de México y en Veracruz. Habrá quienes no lo crean, pero la verdad es que en esta patria chica la subcultura del vandalismo no ha permeado como en el centro y sur en el ánimo de los ciudadanos. Las tomas de edificios, las marchas y los plantones son aquí, ciertamente pan de un día y de otro también, pero no la violencia y el saqueo.
Si ha podido ver personalmente, en fotografías o en video las manifestaciones realizadas en varios municipios del Estado contra la carestía de los combustibles, podrá confirmar que se trata de personas como usted y como yo. Padres de familia, profesionales, productores, pequeños empresarios, todos preocupados genuinamente por la economía y como suele suceder, uno que otro vivales que quiere aprovechar el momento para soltar sus gatos a retozar.
Hasta ahora, en Tamaulipas, al lado del rechazo a los despiadados aumentos a las gasolinas y diesel, en una inmensa mayoría he escuchado voces y leído mensajes de reprobación hacia quienes aprovechan circunstancias caóticas para perpetrar tropelías y desmanes, en perjuicio de quienes no tienen culpa alguna de esa medida federal. No permita que estas lacras manipulen su descontento.
Dice la voz popular que más vale prevenir que lamentar y quienes así piensen están en lo cierto, pero tengo confianza en mis paisanos que en sus protestas hasta ahora, han pisado unos centímetros fuera de la línea de la ley, pero en todos los casos han respetado a su entorno y a la propiedad ajena.
Ese es el Tamaulipas de hoy. Ojalá, insisto, no me equivoque…
Verdad tardía
El mensaje del presidente Enrique Peña que hizo público anoche, generó más expectativas que resultados positivos. Todo lo señalado por el mandatario es comprensible y hasta podría dársele la razón en varios aspectos, pero la explicación llega tarde. El infierno ya abrió sus puertas.
Nadie en el gobierno federal previó lo que sucede ahora. Minimizaron la capacidad de respuesta no sólo social, sino de quienes explotan la ira popular para beneficio propio. Hoy, lamentablemente, no hay nadie que le crea al Presidente.
Y lo que es peor: aunque diga la verdad…
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