Toda proporción guardada, no sé si usted haya encontrado una curiosa similitud entre las administraciones del ex gobernador Egidio Torre Cantú y la del presidente Enrique Peña Nieto.
La verdad es que el paralelismo es evidente: Los dos –el primero ya lo cumplió y el segundo está en ese camino– han hecho todo lo que han podido para enterrar a su partido, el Revolucionario Institucional. Pareciera que en ese cometido firmaron un pacto conjunto de sangre.
En el caso de Egidio, su “receta” fue eludir prácticamente todos los problemas de Tamaulipas y endosar cómodamente el mayor de ellos –la inseguridad pública– con muertos incluidos, al gobierno federal.
Jamás se atrevió, de punta a punta de su gestión, a encarar la tragedia cotidiana de violencia que vivimos los hijos y residentes de esta patria chica; y al pensar que sólo con destinar carretadas de dinero a las fuerzas armadas se resolvería o por lo menos se atenuaría ese drama, dejó en el aire el empleo, la educación, la obra pública, las carreteras y la infraestructura, actividades en donde apenas se salvó el sector salud, que es casi lo único que puede hoy presumir Torre Cantú.
En resumen, aferrado a un autoritarismo atroz, Egidio terminó con una etiqueta que le acompañará toda la vida: su mandato es el más satanizado por la opinión pública en la historia moderna y para colmo, el “Efecto Egidio” impulsó la llegada de un partido diferente al suyo en el mando estatal.
No hay casi distancia entre la percepción tamaulipeca y la nacional, en lo que se refiere a Peña Nieto.
El Presidente parece empeñado en escuchar a todos los que lo rodean y no entenderle a nadie. Por lo menos es lo que se desprende de sus decisiones erráticas a partir del tercer año de su administración, fundamentadas en líos internacionales reales que agravan más la problemática nacional, pero sin sensibilidad política para dispersar en forma gradual –y disfrazar aunque se oiga mal– los efectos negativos del exterior.
¿A quién diablos se le ocurre asestar una dolorosa puñalada, el “gasolinazo”, en la espalda a una persona, en este caso a un país, cuando la primera o éste se encuentran afectados ya por una penosa enfermedad y luego todavía le dicen que es por salvarlos?.
No es un error. No es una falla. Es una estupidez.
Como sea, esta pareja dispareja comparte un orgullo indeseable. Egidio en Tamaulipas y Enrique en el país, no hay quien le haya hecho más daño a su establo partidista, aunque los estragos de Peña Nieto son aún más profundos, porque con estos tropiezos tan graves el rechazo social no es sólo al PRI, sino en forma generalizada a todos los partidos. Nadie cree ya en esos membretes, nadie tiene confianza en unas siglas, sean del color que sean.
Hoy, están más que nunca antes, abiertas las puertas para un presidente surgido como independiente.
¿Será Carlos Slim como dicen?…
Bueno…¿y malo?
Egidio Torre también tiene algo que contar a sus nietos: el gobierno que le sucedió siguió fielmente una de sus decisiones en materia administrativa: el congelamiento de plazas laborales que causaron baja en ese sexenio y que al finalizar el mismo no estaban cubiertas.
Ayer, el Subsecretario de Ingresos del área estatal de Finanzas, Arturo Soto, dijo que para ahorrar en el gasto corriente no se contratará personal para esos puestos. Espero que funcione esta vez, pero esa fue una de las medidas de supuesto ahorro que impuso el ex mandatario y que acarreó, ojalá no suceda ahora, una severa caída y estancamiento en la eficiencia del aparato burocrático en ese orden de gobierno.
Y Tamaulipas, ya lo dijo el gobernador Francisco García, tiene prisa…
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