CIUDAD VICTORIA, Tamaulipas.- Apenas cerrando el siglo XIX, Tamaulipas fue afectada por una epidemia que diezmó a la población. La fiebre amarilla atacó indiscriminadamente a la población de la época, sembrando el pánico y la muerte. En medio de la crisis, una institución se convierte en el santuario para los enfermos: El Hospital Civil “José Macías Hernández”.
Fundado hace 122 años, el 16 de septiembre de 1894, por el entonces gobernador Alejandro Prieto Quintero, se inició “una lucha frontal, cruel, sin cuartel, contra el dolor, la enfermedad y la muerte”, en palabras del Ejecutivo estatal.
En el combate a la fiebre amarilla, el epidemiólogo Antonio Matienzo es designado por órdenes del presidente Porfirio Díaz para coordinar los esfuerzos por mitigar la epidemia; usando el Hospital Civil como su cuartel general, iniciaría una campaña que derrotaría a la enfermedad.
El triunfo sobre la epidemia lo es todo, menos un milagro: Se conquistó al virus mediante la suma de esfuerzos más grande del momento, en la que cada estrato social aportó lo necesario para edificar el centro de salud, con una inversión de seis mil 296 pesos de la época y bajo el concepto de “asistencia y beneficencia pública”.
Originalmente, se planeaba su construcción en la “Plaza del Genio”, hoy Plaza Primero de Mayo, pero ante la posibilidad de que el viento pudiera dispersar las enfermedades que ahí se trataban, fue cambiada su locación a la que conocemos hoy, en el 21 y 22 Méndez y Doblado.
En la construcción interviene también la mano de la milicia: El coronel Don Manuel González Hijo donó y transportó desde su cantera en Tamatán la piedra utilizada para edificar cimientos y muros mediante un ferrocarril urbano de tracción animal.
Es así como inicia la historia del Hospital Civil, bajo la dirección del doctor Lino Villarreal Martínez en 1897, y cómo esta institución conquistó su primer desafío médico al contrarrestar la fiebre amarilla, pero en apenas veinte años vendría un azote peor.
Considerada por académicos como “el mayor holocausto médico de la historia”, la Fiebre Española azotó al mundo entero en 1918, propagándose fácilmente por los continentes debido a la Primera Guerra Mundial. Se calcula que cobró la vida de hasta 50 millones de personas a nivel global.
A México, la cepa mutada de Influenza H1N1 llegó a través de los puertos de Tampico y Veracruz, y en breve había convertido al país en un foco de infección que los hospitales trataban de contener a marchas forzadas.
La lucha sin cuartel de Alejandro Prieto contra la enfermedad reviviría con nuevos bríos durante los 70 días que duró la pandemia. A diario llegaban, por ferrocarril, nuevos pacientes infectados y trasladados de hospitales menores del estado y regiones aledañas.
La “Dama Española”, nombre popular de la enfermedad, entabló una batalla de naturaleza contra ciencia médica en la cual ganaría por ventaja numérica: Se propagaba más rápido de lo que los médicos podían tratarla y la constante llegada de nuevos pacientes complicó aún más la situación.
Viéndose rebasados, las autoridades civiles y médicas adaptaron el Asilo Vicentino ubicado en las peñas de la Sierra Madre como una clínica para los no contagiosos y dándoles una nueva oportunidad para frenar el avance de la pandemia.
Con el tiempo de nuevo a su favor, el Hospital Civil sólo tenía que sobrevivir la guerra de desgaste con la que la “Dama Española” asediaba a la población tamaulipeca. 70 días eternos después, la situación estaba bajo control.
Bienhechores de la ciencia médica
Al igual que Roma, el Hospital Civil no se construyó en un día. El cinco de mayo de 1885, el entonces gobernador Alejandro Prieto decreta la construcción del centro de salud, donando para su edificación los terrenos de su quinta “Prieto”.
Seis años después, en 1894, la obra estaría hecha gracias a los esfuerzos del gobierno estatal y la sociedad civil, así como la colaboración de victorenses distinguidos de aquel tiempo, como Don Pablo Lavín Canales, Don Juan de Dios Garza Benítez, Don Manuel González Hijo y el obispo Don Eduardo Sánchez Camacho.
Medio siglo después, en 1944, llegó el momento de hacer una remodelación al Hospital Civil para su conservación y actualización de equipo médico, tarea en la que el Club de Leones Victoria se avocó aportando una importante donación económica.
Este ingreso no sólo fue suficiente para la obra de remodelación, sino que permitió además la ampliación del Hospital Civil en capacidad de camas y la edificación de un pabellón de maternidad, donando además insumos como medicamentos, material de curación, cubrecamas, sábanas y fundas.