Vivimos días de tragos amargos y tragos dulces. Los días se eslabonan en penas y glorias que se atan a la vida cotidiana.
Nos duelen los días y nos alegran como si fueran el armazón de un armadillo preparado para todo.
Vivimos el desconcierto de la esperanza, los días de la desilusión que nos llegan en avalancha entre favores y gracias de las bondades del mundo.
Tenemos fe, reblandecida por el encono del odio. Tenemos fe, fortalecida por el amor.
Los días del mal parecen aprisionarnos, pero también liberarnos.
Vivimos un mundo contradictorio. Hemos perdido muchas cosas buenas y bellas de la gente. La incertidumbre nos ocupa nuestra mente, nuestra fe se bambolea, pero el viento no ha logrado aún arrancar las raíces de nuestra fé.
El mundo es otro, vivimos la tragedia y la comedia en el teatro del mundo, los tragos amargos y los tragos dulces.
¿Qué hacemos ante la impotencia de quienes nos gobiernan?
Porque vivimos la incertidumbre en los días descoloridos.
Pintemos otra cara a nuestra fé. Pintemos la esperanza como se pinta el amor en la ilusión de quienes creen en la paz del mundo.