La toma de protesta de Donald Trump como presidente de Estados Unidos fue una oportunidad para que millones de personas de todo el mundo manifestaran su descontento por la llegada del republicano al poder mediante memes e innumerables videos de una ceremonia solemne donde el mandatario entrante volvió a mostrar su verdadera personalidad.
Desde aspectos tan simples como el vestuario de su mujer, la conducta escasa de urbanidad y alejada del protocolo de ambos en la toma de protesta o la reacción contrastante de los Obama, hasta la hosca actuación del neoyorquino frente a la audiencia y principalmente, frente a su numerosa legión de opositores.
Durante más de dos años la figura de Trump fue un referente para hacer burla del político experto en negocios pero con escasos conocimiento de la política y de los temas que afectan a su país. Una imán estropeada más aún por el mismo magnate que por años ha mostrado sus debilidades por aparecer en los reflectores, desde películas grotescas, frívolos concursos de belleza, hasta en reality shows.
El desprecio de una parte del electorado aumentó, cuando en su discurso no escatimó oportunidades ni tiempo para atacar a las minorías, con un encono desafortunado contra la comunidad mexicana a la que culpó de todos los males sociales y económicos que sufre la Unión Americana.
Tan sólo el hecho de aferrarse a construir un muro para impedir la entrada de inmigrantes procedentes de México y del sur del continente, y de solapar con la omisión y hasta auspiciar a los grupos fundamentalistas que postulan la supremacía de los blancos, le ganó el desprecio de muchos norteamericanos y la condena casi unánime del planeta. Desde las precampañas no había día en la que los medios mexicanos e internacionales no hicieran mención a los desplantes ridículos y a las enfermizos fobias del polémico Trump.
Pero lo que nunca vieron los opositores desde el Partido Demócrata y desde otras regiones del planeta fueron las alusiones hacia otro sector de la población estadounidense que apoyaba las políticas de Obama y que fueron beneficiados con sus políticas públicas, como el Obamacare, que fue borrado del mapa con la primera decisión tomada por Trump, ya convertido en Presidente e instalado en la Casa Blanca.
Era común que a lo largo del territorio estadounidense, impulsados por grupos como el Tea Party, se manejara la imagen del ahora ex presidente con los símbolos del comunismo, en el que predominaba la boina que haría famosa la imagen del revolucionario cubano Ernesto “Che” Guevara de la Serna.
Trump mismo dejó en claro su desprecio contra el aún presidente, como acciones racistas como la que lo llevó a afirmar que Barack Obama ni siquiera contaba con un documento que avalara su condición de ciudadano estadounidense.
Al entonces presidente de Estados Unidos los ataques le hicieron lo que el viento a Juárez y a pesar de las movilizaciones y la embestida mediática en medios como Fox, logró ganar la reelección, aunque gobernó siempre con ese freno que significó un Congreso dividido en el que se cuestionó lo funcional de las propuestas y proyectos procedentes de la Casa Blanca.
Y fue también el constante afán de debilitar a las figuras más fuertes de su gobierno lo que culminó en la catástrofe electoral del año pasado y la victoria de un Trump que salió del abismo en las encuestas para ganar a su contrincante Hillary Clinton.
Una Hillary Clinton golpeada por miembros de su mismo partido, como Bernie Sanders, y con su honestidad cuestionada en el escándalo de los correos electrónicos que eliminó. A unos días de la elección el FBI le dio el tiro de gracia y las cosas terminaron como terminaron.
Pero contrario a lo que demuestra en su personalidad aberrante y fanfarrona, Donald Trump tendrá una tarea muy difícil para no ser rebasado por la mitad de un electorado que no votó por él y se ha manifestado en las calles de las ciudades más pobladas de Estados Unidos en su contra.
Ayer por ejemplo, contingentes de mujeres indignadas por sus actitudes a las que acusan de misóginas, #WomenMarch, marcharon para manifestar su descontento en un acto en el que también se sumaron otros miembros de la Sociedad Civil desde Nueva York hasta Los Ángeles.
Además, Trump mantiene el respaldo de un sector de estadounidenses que si resultan decepcionados serán los primeros en arremeter en su contra y complicarle el panorama político en lo inmediato y después el electoral dentro de cuatro años.
Son los grupos supremacistas blancos que desean a cualquier costo disminuir los derechos de inmigrantes y afroamericanos, los conservadores que desean también quitar derechos a las mujeres, y los mismos también que abogan por una economía estadounidense más cerrada.
Si les falla su base política resultará debilitada, si los apoya también porque crecerá el malestar delos demás norteamericanos, que son millones. Además es evidente que por sus desplantes enfrentará constantes tensiones en otras partes del mundo y con países tan fuertes como China y la Unión Europea.
Observadores experimentados advierte como debilidad de Trump que su cada vez mas su baja popularidad lo hace vulnerable ante cualquier escándalo al grado que son muchos los que anticipan su renuncia a medio periodo.
México: quien llegue será débil
Gracias a los constantes cuestionamientos por conflicto de interés, el interminable y desgastante problema con la Seguridad Pública, la poca efectividad de las Reformas y la crisis económica que afecta a cada rincón del país, al gobierno de Enrique Peña Nieto le empeoran cada día las cosas en un proceso de descomposición que no tiene reversa.
En la reciente encuesta de Reforma, la opinión pública le dio sólo el 12 por ciento de aprobación y nulas posibilidades a su partido, el PRI, de mantener la presidencia del país.
Su imagen en el exterior además quedó derrumbada desde que se tuvo la ocurrencia de invitar al entonces candidato, Donald Trump al país en un hecho que fue visto como una burla para México y un acto de sumisión. El país mas odiado por el candidato, hoy presidente, reactivó, casi resucitó al magnate en su campaña venida a menos.
La acción costó la renuncia de Luis Videgaray como Secretario de Hacienda, pero trasla victoria del republicano en Estados Unidos, rescató de la banca a su amigo personal y eminencia gris, y lo convirtió en Secretario de Relaciones Exteriores.
No hay oportunidad que se aprovecha en los medios y en redes sociales para despotricar contra del Presidente de México. Cada vez que aparece en la pantalla casera para dirigirse a la Nación, se producen oleadas de enojo y críticas lapidarias.
La imagen presidencial se encuentra en su peor momento y en cualquier parte del mundo sería suficiente para que el mandatario dimitiera.
Aunque lo mismo hubiera sucedido en otras partes del mundo ante escándalos como el de la Casa Blanca o el de sus tesis académica. En otra Nación por lo menos ya hubiera caído varias veces el gabinete.
Pero la baja popularidad le es cómoda a un PRI que cada vez se aleja más a la tercera posición en las preferencias electorales ante el imparable ascenso de la izquierda mexicana que representa Andrés Manuel López Obrador.
¿Será que en un panorama muy adverso prefiera el tricolor tejer alianzas con gobiernos locales y el Congreso y entregar la estafeta del poder al PAN o a la izquierda?
¿Será que una presidencia debilitada como lo fue la de Felipe Calderón desde el inicio les garantiza una victoria pasando los seis años de un gobierno ganado por sus adversarios?
Y sobre todo, si la baja popularidad de Calderón lo orilló a pedir el apoyo del priismo, ¿Que pasaría con un AMLO sin futuro y con un candidato panista débil? La democracia mexicana o por lo menos el sistema partidista es arrastrado al colapso por la demolición de la imagen presidencial.
Pagar por errores ajenos
Desde el gobierno de Egidio Torre mostró sus ambiciones políticas. El hecho de hacer grilla sin el permiso del entonces gobernador y del jefe de su grupo político le costó salir del presupuesto estatal y el desprecio de sus “amigos”.
Tras la catástrofe electoral del PRI mostró gran actividad en redes sociales y hasta un video difundió con opiniones al respecto.
En los recientes meses aplicó la clásica teoría con una “chance y chicle pega” para terminar en la recta final de la cónclave priista tamaulipeca, o al menos para perfilar a uno de los suyos.
Pero su pasado siempre lo persigue y ante la menor mención queda desactivado por su partido desde la capital del país.
Sin ser culpable lo persigue un escándalo político que se vivió hace 20 años.
Escándalo que desde hace una semanas intentan revivir desde la Ciudad de México.
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