Fue un tiempo la efímera joya del Golfo de México.
Su futuro parecía espectacular. La apertura de Petróleos Mexicanos a la inversión privada lo sembró de dulces expectativas al ubicarlo como la sede de un “boom” económico que rivalizaría con ventaja sobre otras terminales similares.
¿Su nombre?… Puerto de Matamoros, como lo bautizaron en el sexenio de Eugenio Hernández Flores y antes Puerto El Mezquital en la administración de Tomás Yarrington Ruvalcaba.
Todos envidiaban dos o tres años atrás a la ciudad de Matamoros por ser la principal beneficiada ante el potencial desarrollo de la región, que llevaría miles de millones de pesos en inversiones y miles de empleos. Creció tanto esa población en el terreno de las especulaciones que sirvió de plataforma a la entonces alcaldesa, Leticia Salazar, para buscar la que sería frustrada candidatura a gobernador por su partido, Acción Nacional.
Hoy la historia pasó de la luminosa esperanza a la oscura tragedia.
Paradójicamente, las “obras” de ese puerto naufragaron en tierra antes de hacer sentir su presencia en los mares. Sus escasas instalaciones están abandonadas, el canal que se dragaría permanece azolvado, el acceso a la zona está destrozado y las familias que allí habitan no tienen idea de su reubicación.
Y lo que faltaba: De acuerdo a una versión extraoficial, una investigación de corte federal –autoridad facultada porque federal también es el origen del dinero aplicado– ha sido puesta en marcha ante lo que parecen indicios de un manejo opaco –¿y delictivo? – de recursos, cuyo monto se cuantifica en cientos de millones de pesos.
¿Sobre de quiénes enfoca sus baterías esa pesquisa?
Siempre de acuerdo a esos datos no oficiales, tiene varias vertientes la misma. Si bien el dinero salió de las arcas federales, el uso del mismo corrió a cargo del gobierno de Egidio Torre Cantú, cuya historia en el ramo de la obra pública arroja aristas que le dan perfil de sospechosa a la intervención estatal y de resultar cierta esta percepción pondría en el ojo del huracán al propio mandatario priísta. También, conforme a la investigación, podría estar involucrada la empresa que ganó la licitación, la cual no permitió, de acuerdo a los primeros informes, la diversificación de constructoras en el afán de crear un mini “cluster” controlado por la misma.
En esa página negra sin confirmar, centenares de familias están en el aire en los poblados Higuerillas y El Mezquital. El Ayuntamiento matamorense presidido en ese entonces por la mencionada Leticia Salazar, intentó llevar a cabo una reubicación de los moradores pero la empresa que obtuvo el contrato nunca asistió a las reuniones convocadas por la autoridad municipal para poner en marcha ese proceso. El balance hasta este día es que por esa marginación los residentes viven en la total incertidumbre. No saben si se quedarán o si les otorgarán otro lugar en donde sobrevivir.
En suma, la terminal marítima que en teoría estaba destinada a ser una perla del Golfo de México es ahora un desecho costero. Por lo menos es lo que aprecia quien visita ese lugar, llamado a convertirse según sus panegiristas iniciales en el primer rival de los puertos también tamaulipecos de Tampico y Altamira, sobre los cuales el punto fronterizo debería ofrecer al transporte multimodal multimillonarios ahorros en el traslado de la producción, tanto por la cercanía a la zona de explotación llamada El Cinturón Plegado como al mercado norteamericano.
El fracaso hasta ahora de ese proyecto no parece tener una respuesta a corto plazo en cuanto a su rescate. El actual Gobierno del Estado no arroja señales de querer intervenir en este escabroso caso, tal vez para no ser involucrado en lo que resulte en la investigación federal o quizás para no entorpecer esa indagatoria.
Lo cierto es que en el norte del litoral tamaulipeco parecen haber cambiado el concepto de una frase popular:
Aquí no se construyen castillos en el aire, aquí se construyen puertos…
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