Muchas de las jubilosas celebraciones de ayer son hoy páginas negras de la historia tamaulipeca.
Entre ellas destacaban por los reflectores que atraían, la derrama económica que dejaban y el enorme interés que despertaban, los informes anuales de los rectores de la Universidad Autónoma de Tamaulipas.
Eran en aquellos años, eventos faraónicos, donde no había límites para el derroche hasta los límites de lo obsceno. Hoteles y restaurantes rebosaban de invitados especiales y vulgares gorrones, que dejaban las arcas universitarias temblando, pero a los rectores felices en su placentera burbuja de jabón.
Ese era el rostro luminoso de esos informes. Pero detrás de él se ocultaba otro sombrío, propio de delincuentes, de abusos y atropellos, de robos descarados y de ataques indignos a mujeres. Un escenario, sin exageración alguna, de terror para la sociedad victorense.
Su servidor sirvió –no es un orgullo aceptarlo– de patiño ocasional entre las hordas de estudiantes que eran trasladados a Ciudad Victoria desde todos los planteles de la UAT. Se viajaba desde Tampico en el caso de quien escribe, de Matamoros, Reynosa, Nuevo Laredo, Valle Hermoso y Mante.
La capital temblaba. Los alumnos se adueñaban de la plaza frente a Palacio de Gobierno y a bordo de sus vehículos, frente a lo que entonces era la
Policía Judicial del Estado, armaban francachelas, libaban y se pitorreaban de las autoridades, sin importar su nivel. En las calles también era el caos.
Por fortuna, estas imágenes vergonzosas no se dan más.
No es producto directo de la actual administración rectoral con Enrique Etienne, pero sin duda sí es una de las que más han trabajado para impedir el retorno de dinosaurios y ex iluminados que hicieron de la UAT un ejemplo de lo peor que podía ofrecer el país en educación superior.
Como ve, no todo tiempo pasado fue mejor…
El plus
La frase no es sólo una parte de la retórica de un discurso. Es la señal de partida hacia una era inédita en la Universidad Autónoma de Tamaulipas.
“Abracemos el cambio”, fue el llamado del rector de la UAT, Enrique Etienne Pérez del Río, al rendir su tercer informe de labores y adentrarse en la etapa final de su administración.
La convocatoria rectoral puede ser interpretada de diversas maneras. Podría ser un aviso de que esa autoridad académica no buscará reciclar su gestión, tal vez una advertencia de que los pilares históricos de esa casa de estudios serán removidos o bien puede significar la aceptación de que la institución no ofrecerá resistencia alguna al proceso de adaptación derivado del cambio de partido político en el mando estatal.
Yo me quedo con la tercera posibilidad. Y con un plus.
Estoy convencido de que la UAT no sólo no será un obstáculo para el proyecto educativo profesional que tenga en su agenda sexenal el gobierno de Francisco García Cabeza de Vaca. Estoy seguro que irá más lejos y será un apoyo para los planes del mandatario. De hecho lo ha sido ya con el trabajo desarrollado antes de que esa generación del poder llegara a la Entidad.
Etienne sirvió la mesa desde hace tiempo. Limpió de cacicazgos las facultades que eran patrimonio de líderes estudiantiles y de paso minimizó a estos en gran medida; frenó los abusos de docentes que cobraban sin pararse en las aulas y acabó con la beneficencia clasista en que se había convertido la universidad en materia de becas, en donde muchos estudiantes brillantes de sus propias filas no alcanzaban ese apoyo porque se concedían en forma graciosa a hijos de políticos o como pago de favores. El rector ha hecho, pese a los escollos, un buen trabajo. Si termina su ciclo o si busca reeditar cuatro años más, el balance ya no cambiará. La UAT es otra a partir de su arribo…
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