En Tamaulipas, el PRI sigue siendo un claro referente de empantanamiento e inmovilidad. Pero la culpa no es del priísmo estatal, sino de su dirigente nacional Enrique Ochoa Reza, el multimillonario coleccionista de obras de arte, y próspero empresario taxista, quien desde que llegó al cargo, el pasado 12 de julio del 2016, mantiene al partido en una parálisis sin precedentes.
En mi colaboración de hoy, ofrezco a los lectores, un breve ejercicio de análisis, en torno a lo que sucedió con el PRI en los otros tres estados del país, donde la hegemonía del Revolucionario Institucional, se derrumbó por primera vez en la historia: Veracruz, Durango y
Quintana Roo. Las desbandadas, la desorganización y ,la incertidumbre, son factores constantes, en el PRI de Ochoa Reza, a nivel nacional.
En estas tres entidades, que para efectos de muestreo político, resultan claves, la situación no es mejor que la que se vive actualmente en Tamaulipas. En todas ellas prevalecen los mismos patrones de indolencia, de desorden y anarquía interna.
En Durango, por ejemplo, sucedió algo similar que en nuestro estado: a la renuncia de Ricardo Fidel Pacheco Rodríguez, (dirigente estatal perdedor, en el gobierno de Jorge Herrera Caldera), su sucesora interina en el cargo, es Anabel Fernández Martínez, que venía ejerciendo el cargo de Secretaria General. Exactamente lo mismo de lo que pasó con la actual Zulema Flores Peña, en nuestro estado. La famosa Zulemita, es hora que ni suda ni se acongoja. Sigue cobrando su jugoso sueldo. Y ha despedido a varias decenas de trabajadores.
A diferencia de Tamaulipas, a Durango, sí enviaron a un Delegado del CEn del PRI, llamado Amador Gaxiola. Su misión era la de nombrar nuevo dirigente estatal, pero ante el enojo de los grupos internos del priísmo, salió huyendo de la entidad. De tal suerte que actualmente, la tierra de los alacranes, se mantiene justamente como eso, al menos en lo que al PRI se refiere.
En Quintana Roo, siguen manteniendo a Raymundo King de la Rosa, en la dirigencia estatal. El escenario se mantiene con los mismos actores.
Cero cambios. Algunos comentan que, el que actualmente pinta para ser el nuevo dirigente estatal, es quien fuese el delfín del gobernador perdedor Roberto Borges. Se llama José Luis “Chanito” Toledo, y según las crónicas locales, se lleva muy bien con el nuevo gobernante que llegó al poder con los colores del PAN, Carlos Joaquín González.
Bajo esta misma tendencia, en Tamaulipas, el delfín del exgobernador Egidio Torre Cantú, lo fue el diputado local Alejandro Etienne Llano. Hasta ahora, el legislador y prestigiado abogado victorense, no ha manifestado su deseo de dirigir a nivel estatal el PRI. En la actualidad, la figura política que puntea para el PRI estatal, es Alejandro Guevara Cobos. El grupo de Videgaray, comandado por el candidato perdedor, Balta Hinojosa, sigue moviéndose, pero trae muchos frentes adversos.
Mientras tanto en Veracruz, a la renuncia de Amadeo Flores Espinoza, fue nombrada la delegada del CEN, Lorena Martínez, allegada a Beatriz Paredes, y candidata perdedora al gobierno de Aguascalientes.
A finales de enero de éste año, fue nombrado en la entidad jarocha, Renato Alarcón, como nuevo Presidente estatal del PRI. Se le asocia con el grupo político de Fidel Herrera Beltrán, y se dice que el popular “negro”, ha regresado para rescatar a Veracruz.
Sin embargo, otros le dan al PRI, muy pocas posibilidades, sobre todo porque, las características del nuevo dirigente local del priísmo, a quien consideran un personaje anodino y gris, que en los hechos será controlado por el gobernador panista Miguel Ángel Yunes.
En el priísmo de la entidad, se corre también el riesgo de que, llegue un priísta sin personalidad, ante la fuerza el carácter del panista Francisco García Cabeza de Vaca.
La situación que prevalece en el priísmo de Tamaulipas, parece ser la peor de las cuatro entidades, donde se produjo la alternancia, en las elecciones de 2016.
Aquí, no han enviado ni siquiera a un Delegado del CEN, como ocurrió en Durango o en Veracruz, donde ya tienen dirigencia estatal. Una dirigencia anodina, pero la tienen. Aquí ni eso.
En resumen, el PRI de Ochoa Reza, al menos en las entidades que se perdieron, es un sinónimo de desesperanza y de abandono: a estas alturas del 2017, se sigue viviendo un clima de interinatos inamovibles que ni comen, ni dejan comer; o bien el nombramiento de dirigencias, parecidas, según el refrán, a las heces del perico: ni huelen , ni hieden.
Ante todo esto, los priístas se preguntan: después de que su partido fue echado del carro de la revolución, ¿qué suerte les espera a bordo del taxi de Ochoa Reza?
POSDATA.—Discreto, sin hacer ruido, el priísta, Óscar Almaraz, sigue concentrado en lo suyo: la reelección del 2018.