La información se dio a conocer sin concederle mayores relieves.
Podría haber pasado inadvertida por la discreción que la cobijó, pero es una noticia a la cual todos en el Estado deberíamos, no sólo en el lugar donde
ocurrió el hecho, prestarle mucha mayor atención.
Ayer, se aplicó en una escuela secundaria de Altamira un examen antidoping a un alumno. De acuerdo al informe oficial, el primer estudiante de ese nivel de enseñanza en Tamaulipas que es sometido a una prueba de esa naturaleza.
Su nombre sólo importa a sus padres –quienes dieron su consentimiento para lo mencionado– y a las autoridades del plantel. Lo verdaderamente preocupante es el motivo que llevó a esos extremos para tratar de enfrentar el problema de las adicciones en esa edad escolar y cuáles serán las secuelas –el famoso ¿qué sigue? – de este examen.
Lamentablemente, queda claro el origen del problema y el porqué de la decisión radical en esa secundaria de aplicar un estudio de ese tipo a un casi niño: Es sin duda la grave afectación de los enervantes sobre muchos adolescentes y su impacto en la educación pública, en donde muchos maestros han sido rebasados por sus alumnos e inclusive dominados por ellos en forma violenta, lo cual revela el nivel de riesgo que corren nuestros hijos en los planteles escolares.
El caso de “Luisito” –lo llamaré así por darle un nombre– es sólo la punta del enorme témpano que esconde en el Estado a decenas de miles y en el país centenas de miles, de víctimas de las adicciones a las drogas en la población escolar y en especial en el grado básico medio.
El tamaño de este problema hace prácticamente seguro que sobrevendrán más exámenes de la misma naturaleza en las escuelas tamaulipecas. Por eso debe
preocupar el ¿qué sigue?
¿Qué harán con los menores cuyos antidoping resulten positivos?
No es admisible una respuesta trivial sobre las rodillas o desde un frío y alejado escritorio. Expulsarlo del plantel y con él quizás a cientos más que sufran esa situación sólo les marcará la vida en forma negativa y los condenará a agravarla. Permitirle quedarse con sólo una amonestación no resolverá el problema y hará peligrar a sus condiscípulos.
No es sencillo enfrentar estas circunstancias, porque no existen recetas generales para estos males como si fueran resfriados o una alergia. Si alguien piensa que un programa colectivo es la solución, temo que esté equivocado, por buenas que sean sus intenciones. Cada caso tendría que atenderse en forma individual.
Para quienes sostengan que no existen en Tamaulipas maestros y sicólogos en número suficiente para lo anterior, les diré que tienen razón. El Estado no puede hacer él solo la tarea en esta dramática asignatura.
Por eso la importancia –como sucedió en Altamira– de involucrar a los padres de familia en los casos de adicciones entre sus hijos. Por eso, la necesidad de seguir el loable ejemplo de los papás de “Luisito” y sumar sus esfuerzos a los de los profesores y a las autoridades en general. Ayudaría muchísimo.
Caray, son nuestros hijos. Cualquier sacrificio vale y valdrá la pena para evitar en Tamaulipas más “Luisitos”…
Beneficios tangibles
La decisión de la COMAPA de Victoria, respaldada por el ayuntamiento, de poner en operación desde febrero pasado una sucursal en la zona sur de la ciudad, ha sido sin duda un acierto. Nace esta valoración de dos factores de ahorro:
Uno de ellos es la población beneficiada, que suma más de 30 mil usuarios en esa área, residentes de no menos de 30 colonias. La cercanía con estas oficinas para resolver problemas de consumo les ha permitido reducir tiempo valioso para dedicarlo a sus actividades cotidianas.
El segundo es el ahorro en dinero. Al no ser necesario largos traslados gana la economía familiar en combustibles o transporte colectivo, rubros de alto impacto.
Una buena medida del gerente general Gustavo Rivera, gracias al respaldo del alcalde Óscar Almaraz Smer…
Twitter: @LABERINTOS_HOY