La riqueza de nuestro idioma, cultivo de los siglos, la delicia del lenguaje cruzado por lo árabe y lo español que lo hace mexicano, en esa maravilla de palabras que son el discurso diario de ironía, el festejo y la belleza de nuestra poesía.
La poesía que corre por las calles, la enmarcada en los mercados rodantes y la domesticada en los hogares sin perder la malicia ni la enjundia del vivir.
Nuestras fuentes del idioma son claras entre las palabras de lo árabe, lo español y la conquista del idioma muy mexicano.
Imposible buscarle recovecos, limitaciones al esplendor diario del idioma donde una “Chingada madre”, “Un güevón” y “Un culero” es una celebración desde lo profundo del pecho y alma. “Chinga sea tu madre…”, y “Chingue a veinte…” te responden, en esa frescura y regocijo del idioma.
Se dice que a “Palabras de borracho oídos de cantinero…” Ya no existen verdades totales porque no solo los niños y los borrachos dicen la verdad.
La reciente presunta Reforma a la Ley del Artículo 189, según leo en el matutino El Mercurio, declaraciones del distinguido abogado Abelardo Perales Meléndez con relación al delito de ultraje, “es cuando a través de palabras o acciones se cause una ofensa al servidor público o a las instituciones públicas…”
Preocupante definición que no solo toca aspectos que podrían dirigirse a la “vox populi”, a los medios y hasta el chismorreo de lo público. Quiero decir que atañe aspectos de interpretación semiótica desde un ángulo estrecho.
Concierne también a lo estético, es decir, a la creación y a la opinión sobre alguna pieza teatral, un parlamento poético, o frases que podrían tener diversas interpretaciones estéticas y jurídicas.
Como creador me preocupa la interpretación sobre lo que está bien o está mal. Lo que es ofensivo y hasta ultrajante. Preocupación estética y política.
Las leyes son concisas pero el cristal que las refleja tiene tantas aristas como el derecho al bien común.
Resulta peligroso hablar en voz alta o a baja voz. Lo estético no está en el pensar, lo estético está en expresar el pensamiento con los mecanismos del arte. A lo popular no le podemos cercenar su lenguaje de critica ni de burla si la Ley no ofrece caminos de Justicia.
La Justicia del lenguaje es lo que le queda al pueblo.
Pero increíblemente podemos ir a galera, dormir en chirona, amanecer en rejas, porque señalar al corrupto, al depredador de las arcas, y ser acusados de ultraje y de calumnias.
Podemos ser víctimas de nuestro propio lenguaje. Apuñalados por un desgraciado Pleonasmo, un pinche Gerundio o una horripilante Cacofonía.
Lo mejor tal vez, es irse a la cama como los cochinitos, con muchos besitos que nos de nuestra mama…