En ocasiones anteriores hemos planteado la pregunta ¿Qué es lo que orilla a un político a aprovecharse de los cargos públicos para enriquecerse ilícita y escandalosamente? La respuesta parece estar en el viejo dicho de que la ocasión hace al ladrón. Pero a esa simple explicación habría que añadir dos elementos sicológicos de la ambición y la deshonestidad y, en tratándose de la función pública un factor que impulsa de manera determinante esas conductas: la impunidad.
Desgraciadamente, la política que por naturaleza debiera ser una actividad que se ejerce en aras del bien común, en nuestro país se ha convertido, con honorables excepciones, en una forma de acumular riqueza personal con el consiguiente reparto de utilidades entre familiares, amigos y cómplices.
A principios de los años 50, un cómico de carpa conocido como “Palillo” preguntaba durante sus presentaciones: ¿De qué nacionalidad es el mayor ratero que ha tenido México? El mismo se respondía: “Alemán”, en clara referencia al entonces presidente MIGUEL ALEMAN VALDEZ. Cuando salía del teatro ya lo esperaba la policía para darle una paliza.
En tiempos más recientes, el estigma de la corrupción encontró otra voz legitimadora. El PROFR. CARLOS HANK GONZALEZ que de maestro rural saltó a la política llegando a ser gobernador del Estado de México y regente del Distrito Federal, acuñó una frase inolvidable: ”Un político pobre, es un pobre político”.
Todo esto viene a colación porque la noticia de la semana es la detención en Italia del ex=gobernador de Tamaulipas, TOMAS YARRINGTON RUVALCABA, quien está acusado tanto en México como en Estados Unidos de recibir sobornos del narcotráfico, de desviar fondos públicos y de lavado de dinero, beneficios de los que finalmente no podrá disfrutar.
El vio la ocasión, en su ser se albergaban la ambición y la deshonestidad y percibía al amparo de los antecedentes, que la impunidad era el bálsamo que protegía contra cualquier contrariedad. Pero no contaba con que en el sistema político mexicano siempre ha habido corazones que se ofrendan para proteger a saqueadores de mayor talante.
Ello es así, pues hasta nuestros días la lucha contra la corrupción gubernamental es selectiva. Del antecesor de YARRINGTON en el gobierno de Tamaulipas, MANUEL CAVAZOS LERMA, se dice que fue él quien abrió las puertas a la delincuencia organizada en la entidad y que a través de contratistas obtuvo enormes ganancias, como en la obra carretera llamada “Rumbo Nuevo” que antes de inaugurarse ya era conocida como “derrumbe nuevo” por la pésima calidad que reñía con el presupuesto que para ella se había destinado.
Desde su sexenio, se dice que el hombre del sombrero, como se le conocía se apropió a través de terceros de grandes extensiones de terreno en la playa de Miramar y que es el verdadero dueño del hotel “Maeva” a través de prestanombres.
De EUGENIO HERNANDEZ FLORES ni se diga. Es fama pública que se enriqueció no solo cuando fue gobernador, sino desde antes cuando era uno de los constructores que más contratos obtenía del gobierno del estado. En Estados Unidos hay tiene una causa penal abierta por lavado de dinero y recibir dinero del narcotráfico. Pero en México se pasea libremente y no resulta extraño verlo en Ciudad Victoria.
Su predecesor, EGIDIO TORRE CANTU, aunque adoptó una postura de mátalas callando, tampoco salió libre de sospecha menos cuando adquirió una lujosísima mansión en Garza García, Nuevo León, uno de los municipios más suntuosos del país. Pero quien fuera uno de sus hombres de más confianza, HOMERO DE LA GARZA TAMEZ, tuvo que renunciar a la secretaría de Desarrollo Social tras de que en Texas fue acusado de estar coludido con el narcotráfico y haber aceptado sobornos.
Pero el ADN de la deshonestidad de los gobernadores priístas no solo se manifestó en Tamaulipas. Allí están JAVIER DUARTE DE OCHOA que dejó a Veracruz en la ruina, CESAR DUARTE JAQUEZ que exprimió las arcas públicas en Chihuahua Y RODRIGO MEDINA en Nuevo León. Los dos primeros ya tienen orden de aprehensión, mientras que el neolonés se ha beneficiado con la justicia selectiva.
Pero si quiere usted otro ejemplo de sospechosísmo, allí están la llamada “Casa Blanca” que con un costo de más de 80 millones de pesos adquirió la esposa del presidente ENRIQUE PEÑA NIETO y la mansión campestre que compró el entonces secretario de Hacienda y hoy secretario de Relaciones Exteriores, LUIS VIDEGARAY.
Pero lo peor de todo eso es que, desde MIGUEL ALEMAN hasta nuestros días, la corrupción y el saqueo del erario ha estado frente a los ojos de todos los mexicanos, que han sido simples testigos mudos y hasta masoquistas al permitir que les den más de lo mismo.
TOMAS YARRINGTON está hoy en el banquillo de los acusados, pero ¿acaso no tuvo cómplices y encubridores que formaron parte de la red del trasiego financiero del matamorense? ¿Qué los integrantes de las dos legislaturas que hubo en su sexenio no se dieron cuenta de las irregularidades en el manejo de los fondos públicos? Si se encauzara a todos aquellos que están coludidos con la triquiñuelas de TOMAS, la cárceles de Tamaulipas serían insuficientes.
Reiteramos, la ocasión, la ambición y la deshonestidad, son factores que dan origen a la corrupción. Pero el elemento primordial es la impunidad. Cuando llamen a cuenta a CAVAZOS y EUGENIO HERNANDEZ, empezaremos a creer que la cosa es pareja y no selectiva.
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