Me llegó tarde el reporte ayer, por lo cual no logre incluir un comentario sobre el tema.
La información parece trivial, porque así la manejó el Partido Revolucionario Institucional estatal, pero en el fondo parece ser un primer paso hacia un giro en el manejo de ese instituto en Tamaulipas, el cual desde hace tiempo me atreví a sugerir como camino para rescatar al casi hundido buque tricolor:
Incorporar a los líderes locales como factores reales de decisión en el trabajo de ese organismo, abandonado y hasta ninguneado por sus autoridades nacionales.
¿Por qué pensar que eso se está dando?
Bueno, sucede que la todavía presidente del Comité Directivo Estatal del PRI tamaulipeco se reunió la semana pasada con dirigentes municipales de Xicoténcatl, Mante, Antiguo Morelos, Nuevo Morelos y antes lo había hecho en Soto La Marina.
Y bien mirado, no es cualquier cosa lo que hizo la dirigente Aída Zulema Flores Peña. Mostró, lo digo sin rubor, un valor que no han exhibido sus compañeros varones, que no aparecen por lado alguno.
La zona temporalera integrada por los municipios citados, además de Ocampo y Gómez Farías, fue una pesadilla temible para el PRI durante las elecciones para la sucesión de la gubernatura. Era esa región tierra vedada para las campañas priístas por circunstancias que dejaron atrás la lucha de candidatos y se adentraron en los terrenos de la delincuencia y la violencia. Es historia escrita, no descubro nada nuevo.
Así que un aplauso para la dama. Ojalá que siga sumando a otros comités municipales y delegando poder en ellos para salir adelante. Ojalá que la ayuden sus correligionarios.
Y es que el PRI y el PAN, son como en el fútbol el América y el Guadalajara. México no sería el mismo sin uno de ellos. En Tamaulipas, por un necesario contrapeso, necesitamos a los dos partidos…
Menos solos, por lo menos
El escenario delictivo que sufre hoy Tamaulipas es sin duda sofocante, al igual que sucede en la mayor parte del país.
Para muchos, los niveles criminales que se viven hoy son muy similares –y tienen razón– a los registrados en años anteriores. En forma paralela, hay quienes aseguran que no perciben cambios positivos en ese terreno.
En esa comparación real a medias con el pasado cercano, me atrevo a diferir en un aspecto, fundamental en mi percepción. Ciertamente la violencia no se ha reducido a los niveles que todos deseamos, pero a diferencia de las administraciones estatales anteriores, en la presente se da una variable que hace mucho tiempo no observaba.
Me refiero a la postura pública del Gobierno del Estado. A lo largo del sexenio bajo el mando de Egidio Torre Cantú sólo en excepcionales ocasiones le escuché referirse a la lucha contra la delincuencia organizada y de manera tímida, casi susurrante, en lo que se refiere a su decisión de enfrentarla.
Todos lo sabemos. Siempre o casi siempre eludió en forma sistemática el tema y de no ser por la creación del Grupo de Coordinación con militares, marinos y policía federal, los tamaulipecos seguiríamos en la luna en lo relativo a información sobre lo que sucede en ese sentido en nuestra patria chica.
Por eso, me permito reconocer en el gobernador Francisco García el que ahora de la cara para señalar que no cederá ante el hampa; me complace que se comprometa abiertamente a combatir a la ilegalidad en todos los niveles. Me tranquiliza también el escuchar a las fuerzas armadas ofreciendo su apoyo.
Tal vez a alguien le suene lo anterior como tema recurrente para un discurso, pero después de tantos años de que ningún gobernador se atrevía a abordarlo, me resulta esperanzador que hoy el actual mandatario salga al balcón y declare sin tapujos que no se someterá a la delincuencia.
Por lo menos ya no nos sentimos tan solos…
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