La noticia parece augurar un futuro luminoso para el sur del Estado.
Ayer, la Asociación de Industriales de esa región, opinó que construir una micro refinería en esas latitudes “es factible”.
Su dirigente, Carlos Flores ponderó a la flexibilidad de tecnologías en la producción de gasolinas y diesel, como un factor que proyecta a Altamira como la sede de una factoría petrolera. Muy bien.
Pero la realidad se empeña en asomar la cabeza. Lo anterior es sólo una opinión y esa percepción y nada, con todo respeto para el empresario y asociados, es lo mismo, en la óptica del gobierno federal sobre Tamaulipas.
Es histórico el despego hacia nuestro Estado.
A principios del 2009, el gobierno de Felipe Calderón –de triste memoria– ofreció elegir la mejor opción para levantar una nueva refinería que en ese tiempo costaba mas de 10 mil millones de dólares.
Participaron varios estados y entre ellos Tamaulipas, el cual era uno de los favoritos si no es que el favorito, por su ubicación estratégica en el litoral del Golfo, por su cercanía con yacimientos de aguas profundas, por su infraestructura portuaria, por su red carretera, por su amplia frontera y relaciones con Texas y sobre todo, porque prácticamente todos los expertos afirmaban que la planta debería edificarse en un puerto. Altamira era el punto ideal y el gobierno estatal de esos días lo demostró.
El 14 de abril de ese año las esperanzas tamaulipecas recibieron un baño de agua helada. Un “dedazo” de Calderón le otorgó a Hidalgo la sede y empezó a escribir uno de los mayores fracasos de esa administración, que ha costado, sin construirse, cientos de millones de pesos, como los 620 gastados para
levantar una triste barda perimetral.
¿Por qué poner sobre el escritorio esta historia?
Porque las decisiones gubernamentales en México no se basan en la eficiencia o competitividad, sino en la política, como pasó en el 2009. Y eso sucederá también, si llega a concretarse, con el proyecto de mini refinerías en la costa del Golfo, si la decisión está en las manos del presidente Enrique Peña y acompañantes y el único apoyo es una opinión de un grupo de empresarios, aunque sean como en este caso, ejemplo de esfuerzo y trabajo.
Imagínese, si en ese año nuestro Estado recibió el reconocimiento de peritos en el tema sobre su capacidad y competitividad para construir y operar una planta como la mencionada y le pintaron un dedo, ahora que sólo existe como base una opinión empresarial ya podemos pronosticar otro portazo en la nariz. Lamentable, pero esperado.
En esas condiciones, si alguna oportunidad existe para construir una mini o micro refinería en Tamaulipas lo más probable es que se daría por la intervención de capital privado y hasta extranjero, lo cual revalidaría la historia industrial de Altamira, que ha crecido en su mayor parte en ese terreno por la apuesta del capital particular y no por el escaso apoyo del gobierno federal.
Por lo pronto, se vale soñar…
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