Un enjambre de tráilers circulan día y noche por la carretera. Miles van y vienen repletos de mercancías hacia todos los rumbos del país.
Flotillas con sus logos y rumiantes motores que semejan gusanos de acero en bajada desde la Unión Americana, donde se enganchan como marranos apareados con las mercancías provenientes de todo el orbe.
Laredo es la puerta de América Latina que se abre de sol a sol como una garganta que derrama millones de dólares.
Por donde quiera que se mire está un tráiler y a lo lejos, grandes estacionamientos de cajas y cabezas de motor a la espera de ser remolcados para el trabajo que no para nunca.
Laredo, México es así el tropel de acero, la enorme cara muela que se desliza por las carreteras mexicanas hasta los centros de acopio en tierra y mar. Cruzan fronteras, se enganchan a otras máquinas de Centroamérica y se orillan a los puertos del Golfo y el Pacífico.
Nuevo Laredo es el faro de América, donde los rayos de la economía mundial se extienden hasta la Tierra de Fuego.
En el cruce de caminos desde Canadá, Estados Unidos y México sin una cauda maravillosa de economía mundial. Que no duerme y que arroja su fuego de dólares por los caminos de Latinoamérica.