No es la primera vez que navega con el viento en contra.
Hoy, un nuevo movimiento, soterrado hasta ahora pero supuestamente organizado, intenta sacudir la estructura del Sindicato Único de Trabajadores al Servicio de los Poderes del Estado. El SUTSPET, como se le conoce en forma general.
Son tiempos tormentosos para su dirigente, Blanca Valles Rodríguez, quien enfrenta hoy un escenario muy diferente a la prolongada luna de miel vivida en los cuatro sexenios anteriores, desde Manuel Cavazos Lerma cuando llegó al poder de ese gremio, hasta Egidio Torre Cantú.
Durante esas administraciones, como dicen los españoles, todo fue coser y cantar para ella. Los sucesivos mandatarios priístas establecieron una retroalimentación permanente con ese liderazgo sindical y unos a los otros –o mejor dicho unos a la otra– se arroparon en la que podríamos llamar “Era Valles” de la burocracia estatal, para establecer una relación que ha sido hasta hoy modelo de tersura laboral durante 24 años.
Fueron tiempos para Blanca, como dice la voz popular, de lanzar cuetes y hoy, para seguir en el mismo lenguaje, con el cambio de partido en el poder estatal son tiempos de recoger varas, como parecen evidenciar los reclamos que empiezan a surgir en las redes sociales y en algunos medios sobre la presunta necesidad de un cambio de dirigencia en esa agrupación de trabajadores. Los argumentos en ese sentido son los mismos de siempre. Y la pregunta surge natural.
¿En verdad tienen respaldo esas intentonas de moverle el piso a la Secretaria General del SUTSPET?
No hay lugar para las suposiciones de café y pasillos ni para las lecturas entre líneas de supuestos analistas. La realidad es que no existe hasta ahora un frente definido contra ella con nombres y apellidos y su lugar lo ocupa el anonimato de las denuncias que circulan –con el consabido pretexto de “no sufrir represalias”–que muestran que Blanca conserva intacto, por respeto o por temor, el dominio sobre ese gremio y peor aún para sus detractores, que mantiene las simpatías de la inmensa mayoría de los servidores públicos tamaulipecos integrantes de ese organismo. Negarlo sería negar que el día sigue a la noche.
No quiere decir lo anterior que Blanca sea una figura sindical ejemplar ni candidata para un altar gremial –los señalamientos en su contra impiden meter las manos al fuego por ella– pero para cualquier lego el sólo hecho de permanecer casi un cuarto de siglo con el bastón de mando de la burocracia es una señal de que ha tenido algo más que una cara bonita.
Y ese algo más, se llama control. Real, tangible, que sólo puede cimentarse en una base laboral si no satisfecha a plenitud, por lo menos sí tranquila con sus conquistas y su certeza en el empleo.
¿Prosperará ese movimiento que hasta ahora sólo parece cotilleo de oficina y tema para “memes”?
La verdad es que hará falta algo más que una “jalada de tapete” mediática para cimbrar esa estructura. La dama sabe pelear y ya lo ha demostrado antes.
Por lo pronto, como señalé líneas arriba, Blanca tendrá que seguir recogiendo varas de los cuetes que tronó…
Mucho ruido, pocas nueces
¿Dejó algo más que material para la anécdota la visita de Andrés Manuel López Obrador a Tamaulipas?
En mi percepción, fue más ruido que nueces. Prácticamente todo el interés sobre su estancia se generó por los pocos priístas que se unieron abiertamente a MORENA, mientras el discurso de El Peje se oyó menos que una llamada a misa.
Aunque muchos “pejistas” hayan hecho tañer las campanas, la realidad es que el crecimiento electoral del tabasqueño en el Estado apenas quiere dejar los pañales…
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