Alguien a quien aprendí a considerar un excelente funcionario público mandó ayer un mensaje telefónico de solidaridad por el tema de las intervenciones.
Se agradece el mensaje, como tantos otros que han llegado (sin enlace malicioso, ja) desde el lunes.
Hay que reiterar, como dijimos Daniel Lizárraga y yo el día de la conferencia de prensa en que se dio a conocer el informe ‘Gobierno espía’, esto no es acerca de nosotros (para empezar porque hay muchas más víctimas de la operación Pegasus que los iniciales 14 ‘espiados’).
El problema, subrayo, es que con este espionaje se vulneran los derechos de la ciudadanía a tener periodistas que puedan hacer su trabajo en las condiciones que garantiza la ley, y se erosiona la posibilidad de tener defensores de derechos humanos a los que no se les violen los mismos al ejercer su chamba.
Dicho lo anterior, hay un tercer grupo que también sería víctima: los buenos servidores públicos que sí hay en este gobierno. La pregunta es dónde están en estos días.
Retomo lo publicado por Jorge Castañeda hace poco: cuando el presidente Enrique Peña Nieto envió a su gabinete a operar mapachería electoral al Estado de México, no hubo secretario de Estado o director de organismo público que renunciara ante esa humillación. Ni uno.
Desde el lunes, con la impresentable respuesta dada por el gobierno mexicano al escándalo más documentado de intentos de espionaje gubernamental, nadie del gabinete ha dicho, al menos no en público, no manchen, que se investigue, porque yo ni espié, ni me beneficié de sus cochinadas. Nadie.
Para citar al clásico, hay en los gobiernos halcones y palomas. Gente de estilos contrastantes en pugna por influir en la dirección que se da al barco, y los modos en que se imprime la misma.
Durante al menos un par de años hubo desde el gobierno de Enrique Peña Nieto una operación, sistemática y nada aleatoria, de espionaje. ¿Quién sabía de eso? ¿Quién lo autorizó? No se rían por las siguientes preguntas: ¿con qué propósito? ¿Querían chantajear? ¿Amenazar? ¿Intimidar? ¿Exhibir para socavar a periodistas y críticos? Total, si la gente los ve en sus humanas miserias, dirán, como no hace mucho el senador Carlos Puente en el Congreso, que no tienen capacidad de criticar. (http://bit.ly/2mS3yJ7)
Pero, como es obvio, NO fue todo el gobierno el que espió. Aunque no se puede descartar que algunos hubieran sabido antes de estas trapacerías, es factible conceder que quizás el secretario de Salud, José Narro, no sabía, o Pepe Calzada, de Agricultura, o Pedro Joaquín Coldwell, de Energía.
Eso antes. Pero hoy saben. ¿Qué van a hacer con ese conocimiento? Saber es una maldición, obliga a tomar decisiones. La ignorancia puede ser, ya se ha dicho, una bendición.
¿Sabían del espionaje antes de esta semana Luis Videgaray (Hacienda, SRE); José Antonio Meade (SRE, Hacienda); Aurelio Nuño (Pinos, Educación); Rosario Robles (Sedesol, Sedatu), y Areli Gómez y Raúl Cervantes (SFP y PGR)?
Y si no sabía antes de esta semana, el secretario Miguel Ángel Osorio Chong no sólo sería increíble sino del todo irresponsable: si el jefe del Cisen no sabía, bajemos la cortina. Pregunta: si sabía, ¿se puede quedar en el puesto?
Conviene preguntar si supieron con antelación de estas operaciones Roberto Campa (Derechos Humanos) y Luis Miranda (Sedesol).
Halcones y palomas. ¿Quiénes de todos los anteriores son el ala dura del peñanietismo? Dado que no se sabe de ninguna renuncia, que no se escucha resistencia alguna a meterse al fango que a todos llevará el no decir yo no espié, concluyamos: no hay palomas.
Twitter: @SalCamarena