El autor es Premio Nacional de Periodismo 2016
¿Hasta dónde llegará el escándalo relacionado con el presunto espionaje contra periodistas, defensores de derechos humanos, activistas e incluso políticos contrarios al supremo gobierno?. Es una pregunta por ahora difícil de contestar considerando que el asunto se torna cada vez más complicado y hasta peligroso.
Este jueves apareció el presidente Peña aludiendo al tema en forma tal que confundió más. Eso de asegurar que “hasta él se siente espiado” es para reflexionar sobre la clase de país en que vivimos cuando todos estamos expuestos a que se violente nuestra intimidad sin que autoridad alguna lo evite. (Aunque en este caso pareciera que en lugar de evitarlo, lo promueve con tamaña impunidad que ni “el jefe de las instituciones” está exento, según su propia confesión. ¿Será la explicación oficial del porqué en seguridad pública “andamos como andamos”?).
El gobierno pone distancia de los hechos sin que exista investigación alguna al respecto, al tiempo que deja entrever su disposición de responder a quienes se atrevieron a desafiarlo: “espero que la PGR pueda deslindar responsabilidades y que la ley pueda aplicarse contra aquellos que han levantado esos falsos señalamientos contra el gobierno”, dijo EPN para después retractarse dejando a los mexicas con cara de ¿what?.
Leída entre líneas la anterior declaración hace creer que los presuntamente espiados ahora se encuentran bajo amenaza de sufrir las consecuencias a manos de las instancias señaladas como las que adquirieron el programa de alta definición llamado “Pegasus” de origen israelí cuyo objetivo ya es de sobra conocido.
¿Hasta dónde llegará el escándalo, insisto, cuando la ONU a través de su oficina de derechos humanos está exigiendo que el gobierno mexicano “transparente” el uso y control del mencionado equipo de espionaje?.
Por otra parte está claro que las autoridades esperaron demasiado para opinar en serio sobre el problema. Y llama la atención que fue el presidente de la república quien enfrentó las críticas y señalamientos (mal pero las enfrentó), cuando bien pudieron hacerlo el secretario de Gobernación, el procurador y hasta el responsable del Cisen. ¿Por qué hubo de hacerlo EPN hasta que tenía la presión nacional e internacional encima, y luego en qué forma?.
En este sentido su imagen no podría resultar favorecida, al contrario, descubre evidencias de que las instituciones llegaron al límite de la tolerancia e inician su transcurrir por el tortuoso camino de la desesperación. Aquí es donde el peligro se puede concretar en acciones indeseables para la paz y tranquilidad social.
Después de las palabras de EPN urge que el penoso asunto se aclare sin importar el sacrificio de uno que otro funcionario que lo amerite, incluso del más alto nivel. Y es que la institución presidencial debe quedar a salvo o menos dañada porque a estas alturas no se puede pedir más. Aquí cabe la pregunta, ¿habrá voluntad política para sacudir al gabinete?. Ojo que cualquier decisión de este tipo estaría relacionada indudablemente con la sucesión presidencial. Y Peña Nieto ha de estar consciente de que se encuentra ante una disyuntiva que podría incidir en el futuro inmediato de su partido. ¿Qué tal y que renuncia el secretario de Gobernación y toman delantera Aurelio Nuño, José Narro o Luis Videgaray?…”¿Ah, verdá?”. Total, puras mortificaciones.
No todo lo que brilla…
Yo digo y sostengo que el panismo en Tamaulipas está excedido de confianza a escasos meses de que el siguiente proceso electoral se acelere. Es correcto y hasta válido que disfruten la victoria pero es tiempo de dar vuelta a la página y enfrentar lo que sigue, y lo que sigue será una auténtica guerra no contra el PRI que sigue respirando “porque Dios es grande”, sino contra MORENA que se alza por brechas, caminos y veredas como inevitable fuerza que habrá de cimbrar a la república.
El triunfo azul en la entidad no deja de ser circunstancial cuando está “científicamente” comprobado que la mayoría votó contra los excesos del sexenio anterior. En este sentido lo que resta al panismo es fortalecer la oportunidad de gobernar con acciones merecedoras de aprobación popular. Hacer lo contrario supondría ignorar el objetivo original de la práctica política. Lo cierto es que en Tamaulipas se avecina “un agarrón” que seguramente modificará el escenario donde las familias fundan sus expectativas de mejor calidad de vida.
Es probable que el panismo siga considerando al PRI como único adversario por estos andurriales y actúa en base a la parálisis tricolor. Si así fuera perrrrrmítame opinar que es un error aunque, “ultimadas madres, ¡a mí qué chingaos me importa!”, como dijera el inolvidable Javier Sandoval.
Sucede que
¿Dónde quedó la promesa de los priistas en cuanto a que en Tamaulipas se convertirían en “oposición responsable”?. La opinión general es que la cobardía de sus próceres corresponde al miedo de ser exhibidos, señalados y satanizados “por meterse en camisa de once varas”. Sea que calladitos y escondiditos están mejor.
Y hasta la próxima.