Pese a que la inercia de López Obrador a nivel nacional pudiera contagiar de algún modo al electorado de la entidad, la verdad es que la situación de Morena en Tamaulipas no es sencilla.
Tres factores limitan el crecimiento de ese partido en el estado, y ponen en riesgo las victorias que buscan en el 2018.
El primero es la falta de unidad que priva entre sus incipientes liderazgos y la tropa (la de la vieja guardia y la reclutada más recientemente)
Este mal, tan propio de los partidos de la izquierda mexicana e internacional, desde ahora tiene enfrentados a los lopezobradoristas. Al interior de Morena confluyen muchas corrientes tan diversas que cuesta trabajo encontrar una razón para unirlos que no sea la lucha por el poder.
Están los seguidores de López Obrador de la primera hora. Los que lo han apoyado en todas sus aventuras políticas desde que se integró al PRD y lo siguen más allá de las siglas partidistas.
Luego vienen los que se consideran a sí mismos progresistas y que lo vislumbran como la única alternativa de izquierda para llegar a la presidencia. El problema es que en el fondo, AMLO parece más conservador que muchos de los políticos identificados con la derecha.
Y un tercer grupo es de los priístas que recientemente saltaron del barco tricolor para integrarse a las filas de Morena. Advenedizos a los que no mueve otra cosa más que la ambición personal y que no son bien vistos por los morenistas “originales”.
¿Quién en su sano juicio podría considerar a Felipe Garza Narváez o Erasmo González como políticos de izquierda?
¿Quién podría negar que personajes como Alfredo Pliego Aldana o Américo Villarreal Anaya se han servido hasta el cansancio del sistema al que ahora pretenden cuestionar?
¿Y Eduardo Gattas? ¿Qué une a este empresario devenido en político con las causas de la lucha progresista?
Cuentan que la visita de Andrés Manuel López Obrador, si bien atrajo reflectores y muchos flashes, no fue un día de campo para el tabasqueño y su círculo cercano.
El reclamo de la militancia local fue claro: no están dispuestos a dejar las candidaturas en manos de ex priístas.
La exigencia de la dirigencia nacional de Morena también fue muy directa: ponerse a trabajar para promover la candidatura de López Obrador, lo demás -les insinuó Yeidckol Polevnsky- es lo de menos. Palabras más, palabras menos, les pidió sumisión total.
De ahí parte precisamente el segundo factor que golpea el posicionamiento de Morena en Tamaulipas.
López Obrador tiene miles de simpatizantes y la cifra seguramente podrá crecer, pero su partido está lejos de tener una estructura en la entidad.
Si la inclusión de los priístas es para que colaboren en ese sentido, la apuesta no parece muy atractiva: aunque conocen las oscuras artes de la trampa electoral, ninguno de ellos mueve multitudes.
El tercer lastre para Morena es su coordinador en Tamaulipas. Héctor Garza no entusiasma a nadie; por el contrario sus desplantes y su falta de imaginación para promover al partido entre los indecisos no ayudan para nada al proyecto lopezobradorista.
Si va a ser candidato al Senado enfrentará las mismas críticas que sufrió en la elección del año pasado cuando intentó ser gobernador.
Igual le pasará a Felipe, Erasmo o cualquier otro ex priísta que sea ungido por su líder con una candidatura en 2018. Hay un amplio sector de votantes de izquierda listos para darles la espalda.
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