El boceto que vivimos de la antigua ciudad se ha ido borrando.
Al paso de los años donde la apatía y el desdén de los herederos de los casa tenientes se han encargado de desfigurar el dibujo primigenio de la provincia
de buen trazo de Victoria.
Quienes nacimos en los años cuarentas como es mi caso y la generación que comienza a morder el polvo.
Morder el polvo como las preciosas residencias como La “Casa de la Fuente de la Ranita”, de la esquina de 17 Juárez que pereció a mis padrinos Don José Zorrilla y Angelita González de Zorrilla, casa que los herederos
Como Alejandro Zorrilla la metió a picota.
Casa preciosa, que contaba con una huerta de peras y manzanas, caso increíble en una ciudad de intenso calor como la nuestra.
La casona del 14 Matamoros, de barandales al nivel piso fue salvajemente ultimada. Las destrucciones más notorias han sido por parte de los empresarios de mueblerías que destruyeron con la mano en la cintura una de las secciones más características de la vieja ciudad, edificios de gran calidad de arquitectura vernácula, hoy convertidos en estacionamientos. Como ciudadanos hemos sido cómplices de esta ola de destrucción.
La calle Hidalgo es un ejemplo notable de este viento destructivo. El olvido de señalamientos, banquetas, falta de limpieza, falta de alumbrado, contribuyen al desdén y a la apatía ciudadana.
No se puede amar a una ciudad que no se mira y se vive.
La ciudad ha sido abordada por habitantes movidos por el agio y el calentamiento global de mentes usureras que no han contribuido a la belleza de esta tierra. 17 Alameda representa un baluarte de un vigoroso respiro urbano. Pero como ciudadanos solicitemos al nuevo dueño de la bella casona blanca que fuera residencia del Ing. Marte R. Gómez, la done para Museo de la Ciudad. Podría ser un buen punto de confianza en quienes se han convertido en nuevos casatenientes con responsabilidad y generosidad ciudadana…