Son 11 los aspirantes a dirigir al PRI en Tamaulipas y ‘la línea’ no llega
La sacudida al árbol debe involucrar sectores y organismos adherentes
Algunos funcionarios gubernamentales no entienden que: “calladitos…”
Pavimentación de calles y avenidas en Victoria es prioridad de Almaraz
A casi un mes de elegirse presidente sustituto del Partido Revolucionario Institucional (PRI) en Tamaulipas, aún no se advierte la ‘línea centralista’ en favor de ningún aspirante; pero antes del registro oficial habría ‘dados cargados’, por ser añeja la costumbre de negociar ésta posición entre los grupos de interés que en realidad manejan los pináculos institucionales.
Y que conste, no me refiero a cofradías políticas, sino a los hombres que en verdad toman las decisiones merced a su poderío económico.
Hasta hoy, en la arena siguen apareciendo Óscar Santiago Luebbert Gutiérrez, Luis Enrique Arreola Vidal, Juan Alonso Camarillo, Anto Tovar García, Sergio Guajardo Maldonado, Erasmo González Robledo, Manuel Muñoz Cano, Alejandro Guevara Cobos, Enrique Cárdenas del Avellano, Humberto Valdez Richaud y Serapio Cantú Barragán.
De los 11, sólo Óscar y Luis Enrique han hecho proselitismo abierto de cara a los delegados priistas; en tanto que los otros nueve recurren al apoyo estructural a través de las redes sociales y/o filtrando comentarios a los medios electrónicos de comunicación masiva por creer que, así, su posicionamiento tendería a crecer.
Sin embargo es de esperarse que en esa negociación quieran meter mano los exgobernadores Egidio Torre Cantú, Eugenio Javier Hernández Flores y hasta Manuel Cavazos Lerma.
Obvio es, para seguir llevando agua a sus molinos tejiendo al menos la idea de unidad partidista, mientras los contendientes han empezado a mostrar inconformidad.
Luis Enrique, por ejemplo, rehúsa ser comparsa de Óscar o Sergio y de cualquier otro aspirante, acusando que habría ‘dados cargados’ en el proceso relevista.
Y asegura que su intención de dirigir al PRI es para rescatarlo.
“Seguimos firmes en nuestro propósito. No hemos declinado a favor de ningún otro aspirante. Ni lo vamos a hacer. No hay obstáculo que me detenga. Soy un priista con 20 años de militancia y de incuestionable reputación. No tengo ni he tenido la más mínima sospecha de corrupción”, ha dicho.
Juan Alonso, por su parte, propone integración y trabajo a la gente que realmente tiene una militancia arraigada, para evitar que más priistas abandonen el barco al
ya no estar el tricolor en el poder.
Su propuesta es impulsar la reconstrucción del partido para ganar el gobierno; pero de manera particular la Presidencial de la República y los ayuntamientos locales, aunque también estarán en juego dos escaños y nueve curules federales.
Además ofrece preparar a la militancia para cargos en el partido, en la administración pública y de elección popular; trabajar en alianza con la sociedad civil y vigilar que se cumplan los compromisos de campaña.
“Afortunadamente ya no están los priistas convenencieros –dijo–; se fueron porque ya no les conviene un partido que no los puede colocar en puestos o cargos públicos. Nos estuvieron engañando por mucho tiempo y (hasta) fueron premiados…”
Comunión necesaria
Ante el mar de inconformidades que causó el retraso de la convocatoria, cerca de una decena de militantes renunció al partido para incorporarse a Movimiento Regeneración Nacional (Morena) –usted bien lo sabe–, en tanto otra cantidad similar ha dado en amenazar con irse de persistir las prácticas impositivas.
Los idos poco le representan a los quedados que aún presumen ser mayoría. Pero no se trata de medir fortalezas cuantitativamente, pues en un análisis somero, los políticos de carrera (que menosprecian a quienes decidieron marcharse) cargan con gran parte de responsabilidad, ya que cuando pudieron evitar la desbandada como funcionarios partidistas, por comodidad y/o garantizar el hueso, jamás actuaron en consecuencia.
En fin, la unidad que tanto requiere PRI para acudir fuerte al proceso electoral del 2018 en teoría es sencillo lograrla, pero en la práctica hay la necesidad de emplearse a fondo e ir al rescate de los cuadros que hasta hoy se sienten marginados.
A ellos se les debe convencer mediante el diálogo permanente, abrirles espacios de activismo partidista e involucrarlos en un pacto político que debería sellar la gran familia revolucionaria, si acaso el interés común sea reconstruir al partido.
De otro modo se correría el riesgo, otra vez, de que los inconformes sean contaminados por otros militantes cuya indefinición ideológica salta a la vista, y que la oposición trate de cooptarlos con el viejo cuento de hacerlos candidatos a diputados federales o alcaldes.
Lo más sencillo sería dejarlos marcharse. Pero no es lo adecuado; y menos cuando hay quienes han dedicado años al partido y sólo piden se les tome en cuenta como activistas; reclaman atención de sus dirigentes, o buscan poder participar abiertamente en el proceso interpartidista para la selección de candidatos.
Por ahí debe empezar la tarea más importante del relevo.
Sobre todo cuando existe la necesidad de fortalecer la unidad hacia dentro (del PRI) y la competitividad electoral hacia fuera; una democracia de calidad y una política social de avanzada que reposicione al tricolor.
Limpieza en casa
Con el cambio de presidente podría darse fuerte sacudida al árbol tricolor si en verdad se busca hacerlo nuevamente competitivo.
Y no sólo en su estructura, sino también en los comités municipales, sectores y organismos adherentes.
De otra forma al relevo se le estaría negando el derecho a formar un equipo de trabajo sólido, donde confluyeran las distintas corrientes.
Hasta hoy, en el Comité Directivo Estatal (CDE) aún operan más los encargados del despacho que algunos titulares de las áreas (y según sé, éstos aún cobran), lo que impide que muchas decisiones no aterricen en tiempo y forma.
Por eso surge la necesidad de hacer una limpieza profunda, aunque ésta desagrade a los cabecillas en turno.
Una misma línea
Hay una sabia conseja popular que advierte: “en boca cerrada, no entran moscas”.
Pero esa sentencia no la entienden ni atienden puntualmente ciertos burócratas de primer nivel, que seducidos por el canto de las sirenas aún le dan rienda suelta a su locuacidad.
Y han buscado los reflectores declarando cuanto se les ocurre, pese a que sus observaciones no competan a su quehacer administrativo; y, lo peor, sin entender que lejos de fortalecer su imagen sólo provocan poner en entredicho su presencia en el gabinete.
La falta de sensibilidad política, en ellos, ha sido una constante.
Igual que la imprudencia y/o emisión de juicios a la ligera, por lo que resulta indispensable que al alto mando tome cartas en el asunto; y que de una vez por todas les haga saber que en su periodo constitucional por salud del mismo sistema, ningún funcionario puede, ni debe, manejarse por ‘la libre’.
Eso significa que todos, absolutamente todos los servidores públicos del nivel que fuere obligados están a conducirse en una misma ‘línea’ –la que marque el Gobernador–, al menos que, en el fondo, su compromiso sea con otra gente y/o con un proyecto político distinto.
La disciplina, bien lo sabemos, en cualquier actividad es necesaria para alcanzar el éxito. Y no es jugándole las contras al jefe o navegando a la deriva como se llega a buen puerto, sino atendiendo las directrices del timonel.
En este décimo mes de la travesía sexenal, por cierto, el mandatario sabe cuán importante es reiterarle su confianza a quienes con él más de cerca colaboran, pero igual está convencido que, quienes no funcionen, simplemente se irán.
Ahí están los casos de Lydia Madero García (Salud), María Gabriela García Velázquez (Finanzas) y Gonzalo Alemán Migliolo (Desarrollo Rural).
Mesura inexcusable
Este comentario surge por la necesidad inmediata que hay de fortalecer algunas áreas de la administración pública, a fin de que antes de cumplirse el primer año de
ejercicio puedan implementarse estrategias acordes a la realidad actual.
Por eso quienes integran el gabinete, sobre todo los de primero y segundo niveles, harían bien en actuar con mesura e impulsar gradualmente los cambios que se requieran en las dependencias que manejan.
Y no se trata de solapar yerros ni aceptar evidentes disfunciones en ninguna área de la administración, sino de llevársela tranquila y corregir lo que se requiera de manera inteligente, sin provocar innecesarias crisis y conflictos que puedan dañar la imagen gubernamental.
Usted como el que esto escribe, sabemos que hay personajes de altos vuelos en el actual régimen que podrían tener la mejor intención de cumplir a cabalidad la encomienda conferida, pero equivocan el procedimiento en tanto que apuestan a la fuerza y al autoritarismo, más que al convencimiento y la toma de conciencia por parte de sus subalternos.
Al respecto, los estudiosos de las organizaciones recomiendan el cambio con responsabilidad, basado en liderazgos incluyentes y democráticos, donde la persuasión y el entendimiento sean instrumentos a utilizar más que los mecanismos de fuerza.
En el mismo sentido, los actuales funcionarios están obligados a actuar con responsabilidad y aplicar mucho sentido común en el ejercicio de su quehacer administrativo.
Además, debe quedarles (y) muy en claro que su presencia en el gabinete es para resolver problemas y no para crearlos; y que la línea la marca el Gobernador, en tanto que ellos simplemente deben aplicar correctamente la instrucción recibida y cuanta estrategia les sea marcada llevarla a los hechos con la habilidad adecuada.
Por tanto, valdría la pena que todos los jerarcas de la administración pública estatal abandonaran su prepotencia y altanería (en caso de que les viniera el saco) y tomaran el ejemplo del mandatario, quien en cada reunión e intervención pública (que tiene) refleja conocimiento profundo de la problemática; sencillez y talento.
Él sí sabe que los cambios a realizar no se darán de la noche a la mañana, sino que son parte de un proceso que hay que manejar en forma gradual y ejecutarlos este mismo año.
Corolario
En los días por venir, seguramente, los parlanchines serán llamados a cuentas.
A partir de entonces hasta hablarían menos.
Y podrían ponerse a trabajar en serio.
Pavimentación
El presupuesto del Ayuntamiento de Victoria es insuficiente para atender la demanda ciudadana de pavimentar calles, darle mantenimiento a rúas de alta circulación, reparar arterias dañadas y tapar los ‘baches’ –que se presentan en innumerables calles de las casi 500 colonias que hay en el municipio–, pero el alcalde Óscar de Jesús Almaraz Smer está decidido a no bajar la guardia para que esta capital transforme su rostro.
Por eso ha gestionado recursos en la Cámara de Diputados (federal obvio) y con el apoyo del gobernador Francisco Javier García Cabeza de Vaca, su proyecto (de atender 230 vialidades) avanza, con una inversión cercana a los 170 millones de pesos.
Esto sin descuidar sus proyectos de limpieza pública, mantenimiento a señales de tránsito, recolección de basura, suministro de agua potable, vigilancia vial y el rescate de espacios de esparcimiento.
Ordeña en Pemex
El robo de gasolina a Petróleos Mexicanos (Pemex) es tan grave como el insultante saqueo de recursos económicos que ha sufrido la paraestatal durante décadas.
Sin embargo ninguno de los dos delitos ha podido erradicarse plenamente, ya por falta de voluntad de la autoridad federal para investigar a fondo ambas ordeñas, o quizá porque en su comisión están involucrados personajes estrechamente ligados a los hombres del poder que les brindan tanto impunidad como inmunidad.
Un reporte de Pemex consigna que decenas de tomas clandestinas han sido desactivadas y (supuestamente) desmanteladas algunas de las bandas que operaban en distintas entidades del país.
A esta danza de cifras contribuyen otros recuentos que obran en los anales de Petróleos Mexicanos, pues claramente se lee que el robo de gasolina data de muchísimos años atrás, así como la persecución del delito.
Para sustentar mí apreciación, basta referir que oficialmente Pemex reconoce haber detectado centenares de bombas clandestinas.
Pero los números no coinciden. Y esto sólo motiva la sospecha de que se ha recurrido a la mentira para tratar de disfrazar un problema que nadie es capaz de resolver.
De otra forma los paladines de la justicia petrolera evitarían dar cifras tan a la ligera, simple y llanamente con el afán de atraer los reflectores para promociones unipersonales.
El robo de gasolina no sería posible si en su comisión no estuvieran involucrados funcionarios y técnicos de la paraestatal, además de los concesionarios que gustan comprar barato para venderle caro el combustible a los millones de dizque co-propietarios del petróleo.
¿Acaso no hay inspectores que vigilen el correcto funcionamiento de las gasolineras?
¡Qué va! Lo que ocurre es que también estarían en el ajo.
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