Corría el sexenio del presidente Miguel de la Madrid Hurtado.
Su Secretario de Gobernación, Manuel Bartlett Díaz, era uno de los hombres fuertes del mandatario y su voz sonaba al oído de éste como una de las más influyentes en el quehacer público nacional.
Recuerdo fugazmente a Bartlett en ese cometido, pero no olvido una de sus frases relativas a los procesos electorales. Priísta recalcitrante en ese tiempo, aseguró en una entrevista que el pueblo mexicano no estaba preparado para la democracia. En otras palabras, debía ser guiado por las entonces calificadas por él como sabias manos tricolores.
La afirmación del poblano ahora de izquierda por su exquisito amor al presupuesto, quedó en el aire y dada la escasa oposición que existía en ese entonces prácticamente no hubo reacción a sus palabras.
Esa frase me parece, sigue en forma por demás lamentable, vigente. La historia cercana nos demuestra que hasta ahora no hemos sabido elegir a nuestros gobernantes sin distinción de siglas o colores. De Carlos Salinas a la fecha, nos hemos dado frentazos brutales con quienes por el voto les ha tocado dirigir al país. Incluido Enrique Peña.
¿A qué viene esta remembranza?
A la cercanía de la sucesión presidencial y a los protagonistas de la misma.
La encuesta más “fresca” que conozco como otras anteriores marcan a Andrés Manuel López Obrador y a su Morena como punteros en las preferencias preelectorales, seguido por el PAN con Margarita Zavala y en el tercer puesto se ubica Miguel Ángel Osorio del PRI.
Y es aquí donde reaparecen las palabras de Bartlett, pero matizadas con una reflexión del literato, pintor y cineasta francés Jean Cocteau: “La opinión de la mayoría no siempre es la verdad”.
En mi percepción, la interpretación de esa frase le queda como un traje a la medida al escenario electoral mexicano. Históricamente la mayoría se ha impuesto en los comicios con la fuerza del voto, pero el balance es que lo que creyeron no fue la verdad. La mayoría confió –dicen– en Salinas, confió en Zedillo, confió en Fox, confió en Calderón y confió en Peña. Y el país es un desastre.
En el 2018 el panorama es muy similar. La mayoría hasta hoy se inclina por López Obrador y quien sea que deje de atender a su estómago y le haga caso a la razón se puede dar cuenta que las promesas del tabasqueño se sustentan en el aire. Ni Superman podría cumplir en seis años lo que promete El Peje. Y sin embargo es el favorito de la mayoría en la “foto del momento”.
Si su favorito es Andrés Manuel, está bien. Tiene el pleno derecho de creer en quien se le pegue la gana, pero ojalá que no se cumpla lo que en lugar de pensamiento parece una dramática condena. “Bienvenida la democracia, pero no estamos preparados para ejercerla”.
Maldito Bartlett. Parece que sigue teniendo razón…
Estrategia ¿fallida?
Tal vez usted haya escuchado sobre la “victimización” en la política.
Es el resultado indeseable para sus promotores, de una estrategia de deslegitimación basada en “baños de lodo”. Se presenta cuando uno de los contendientes por un puesto, sea de elección o sea por imposición, se convierte en blanco de un ataque sistemático y en lugar de ser el malvado de la película como pretenden sus enemigos, se convierte en una figura que merece ser protegida ante sus agresores maquillados como denunciantes.
Eso le está sucediendo a Óscar Luebbert en su búsqueda de la dirigencia del PRI en Tamaulipas.
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