La obra pública es un rubro material y a la vez, aunque parezca increíble, también metafísico. Sus resultados, si son reales se pueden palpar pero curiosamente también en ese renglón existen “fantasmas”.
No los que se conocen como seres etéreos y flotantes conocidos popularmente como “espantos”, sino otros que por lo general suelen ser pródigas fuentes de fortunas muy terrenales.
Viene a colación el tema por el descubrimiento de una aparente obra “fantasma” en el trienio de quien fue alcalde de Tampico, Óscar Pérez Inguanzo, Al parecer otra gracia del ex edil en sus andanzas en las cajas fuertes del erario.
Si es cierto o no el señalamiento, de todas formas es necesario precisar que en esos terrenos existen dos clases de “fantasmas”. Las obras que como la de OPI no se hicieron y otras que sí se realizaron pero que en los hechos, por sus fallas o explotación, son parientes muy cercanos de esos espíritus burlones.
Citaré dos casos.
Uno es la carretera Ocampo-Tula, “construida” en el sexenio de Américo Villarreal Guerra. El propio gobernador supervisaba casi a diario la obra para entregarla antes de finalizar su mandato y oficialmente se logró. Poco duró el gusto.
A los dos meses de iniciada la administración de Manuel Cavazos Lerma, un recorrido previo por esa peligrosa vía que iba a utilizar el Ejecutivo en una gira, estuvo a punto de cobrar varias vidas por sus desastrosas condiciones, en donde había tramos enormes sin pavimento y en otros puntos zanjas que la hacían parecer camino vecinal.
¿Quién engañó a Américo?… obviamente su Secretario del ramo, Antonio Carlos Valdez. Hasta la fecha es una ruta intransitable que la convierte en un “fantasma” multimillonario.
Otra carretera es el segundo ejemplo en Tamaulipas: la conocida ahora como Juan Capitán-El Chihue pero bautizada originalmente como Rumbo Nuevo. Se inauguró y se puso en operación. Por lo menos en apariencia era magnífica y en honor a la verdad lo sigue siendo.
La vía, presumida como una de las muestras más avanzadas de tecnología en comunicaciones por tierra, sufrió al inicio del gobierno de Tomás Yarrington un derrumbe cerca de un puente. Y como dicen que la oportunidad la pintan calva, el régimen tomasista la convirtió en un gran negocio.
Una reparación que debía haber costado no más de 50 millones de pesos se convirtió por arte de magia en un gasto superior a los 500 millones aunque en principio se hablaba de más de mil millones, pero ante el evidente exceso lo dejaron en la mitad para mostrar otro tipo de “fantasma” en la obra pública: el que no existe pero que es creado para sacar provecho. Parodiando una frase histórica, un engaño bien vale 500 millones.
Ante abusos de ese tamaño, el atribuido a la obrita de Pérez Inguanzo si pudiera se ruborizaría, porque en esa escala no llega a ni a duende travieso. Merece castigo OPI sí, en caso de haber lucrado con el presupuesto, pero en el organigrama de los “fantasmas” el del tampiqueño tiene tirados de risa a los de Antonio Carlos y de Tomás…
Reemplazo
En la Delegación federal en Tamaulipas de la Secretaría de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano –SEDATU por sus siglas– acaba de tomar las riendas Sergio Villarreal Brictson.
Es un nombramiento afortunado para la dependencia y para quienes necesitan de sus servicios. Sergio es un constructor experimentado que en el quehacer institucional ha mostrado una cualidad inusual en esos terrenos: capacidad de organización, que debería ser requisito ineludible en todo servidor público.
La mostró con largueza en Tampico, su lugar de procedencia, al mantener al PRI como fuerza dominante en ese puerto en tiempos de tormentas políticas, para ser uno de los tres municipios importantes que su partido conservó. Con certeza esa organización la aplicará también en su nueva encomienda…
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