Como se dice en la jerga coloquial, “a toro pasado”, ya sabemos que la crisis de finales de 1994 y principios de 1995, fue terrible para los mexicanos.
Era cuestión de aceptar que la política había rebasado de nueva cuenta la economía y que aquella frase que expresó el ex presidente Luis Echeverría: “la economía se maneja en Los Pinos”, en un claro mensaje que la política se sobreponía a la economía seguía vigente.
Echeverría lo declaró en el marco del cese del Lic. Hugo B. Margain, para ubicar a su amigo de juventud, José López Portillo en la Secretaría de Hacienda y Crédito público, para después convertirlo en candidato único del PRI y después, Presidente de la República.
Tomás Piketti, propone en su libro publicado en el 2104, El Capital en el siglo XXI, tres recomendaciones para una posible solución a los problemas económicos de los países:
1. Aumentar la competencia del Mercado.
2. Aplicar impuestos al capital.
3. Supeditar la economía a la política.
Bueno pues, basado en estas recomendaciones, resulta que el Lic. Echeverría tenía razón y quienes tanto lo criticaron, ahora deben entender que es sano anteponer la política a la economía.
El desencuentro entre el ex presidente Carlos Salinas de Gortari y su sucesor, Ernesto Zedillo, fue desastroso para el país, porque provocó una fuga de capitales de efectos draconianos al grado que nuestro país fue “rescatado” por el ex presidente Bill Clinton al tender un puente crediticio de 50,000 mmd, no sin antes embargarnos el producto de la venta de nuestro petróleo. Hay que reconocer la habilidad y manejo financiero de Zedillo, al tomar decisiones adecuadas para salir pronto de ese problema.
Ante el crac, millones de mexicanos nos enfrentamos a una crisis personal desesperante. Los ejecutivos de los bancos mexicanos nos hablaban muy de mañana a nuestros teléfonos para recordarnos nuestras deudas y exigiendo el pronto pago, so pena de quitarnos nuestro patrimonio. Ya después, se implantó el FOBAPROA y ese rescate bancario aminoró el apremio de la sociedad. Decisión criticada, pero que en verdad disminuyó la carga a la ciudadanía.
Ya casado y con 2 hijos, decidí continuar mi preparación profesional y me inscribí en la Universidad Anáhuac de Huixquilucan, Estado de México a estudiar la Maestría en Administración Pública, la misma institución donde el Secretario José Antonio Meade estuvo hace unos días.
Meade Kuribreña recibió el premio de la Universidad Anáhuac, “Sinergia 2017” mismo que lo acredita como “el Administrador Público del Año”, reconocimiento que se le otorga a quienes tienen dotes de liderazgo y proclives a la formación de futuros dirigentes de la sociedad civil, que tengan la vinculación política nacional e internacional para la visión de transformar al país.
Su mensaje fue sencillo al reconocer que la sinergia se da “cuando sociedad y gobierno caminan juntos, cuando el servidor público y el ciudadano enfrentan los retos en diálogo y en voluntad, cuando trabajamos dentro de la sociedad unidos para transformar el país, logramos mejores resultados”.
Esta forma de pensar es lo que el país requiere: convocar a la gente a diseñar y luchar por un mejor México, sustentado en la libre empresa, en el respeto a la ley por todos y en una educación de primer mundo.
Claro que si esta convocatoria viene de alguien con prestigio, eficacia, carrera dentro del sector público, que sepa de finanzas y que conozca desde sus adentros a México, entonces estamos ante el ansiado líder que tanto reclama esta nación.
Pero lo que más agradó es que en el discurso, el Secretario compartió otro tipo de sinergia, basado en el poema “te quiero” de Mario Benedetti, cuando dice: “Si te quiero es porque sois, mi amor mi cómplice y todo y en la calle codo a codo, somos muchos más que dos”. Y vaya que este país necesita a mucho más que dos.
Este reconocimiento y el carisma que se le ve, hace pensar que Meade avanza.