Desde el ungimiento de Pascual Ortiz Rubio como candidato del Partido Nacional Revolucionario (PNR), abuelo del actual Partido Revolucionario Institucional (PRI), se instituyó un mecanismo, sui generis, para la selección del abanderado de ese partido a la Presidencia de la República.
Una vez que don Plutarco Elías Calles ostentó el cargo informal de Jefe Máximo de la Revolución, fraguó el plan para traer al embajador de Brasil, Pascual Ortiz Rubio, para hacerlo candidato y después, jefe del Poder Ejecutivo Federal, se fijaron las reglas para que la decisión fuera tomada por el Presidente en turno.
De esta manera, al viejo estilo del Contrato Social de Juan Jacobo Rousseau los integrantes del partido emanado del movimiento social de 1910, cedieron al jefe de las instituciones nacionales, la voluntad de elegir al candidato presidencial para que el partido de partidos permaneciera. Para los críticos del PRI, esto constituye un acto alejado del más elemental concepto democrático, pero para la inmensa mayoría de sus integrantes, no, porque está inscrito en las “reglas no escritas” de ese partido.
Es indudable que todos los que han ocupado la Silla del Águila, han hecho uso de esta prerrogativa como si fuera un derecho inherente al cargo. Y aunque ha habido militantes distinguidos que se han opuesto, e incluso, revelado contra dicha práctica, la realidad es que quienes lo han intentado terminaron por ser derrotados, aislados e incluso, denostados por sus mismos compañeros de partido. Es menester reconocer que los priístas han hecho uso de la férrea disciplina aprendida a través de los años para conservar la cohesión aceptada por conveniencia propia.
Entonces, si al PRI le funciona y están de acuerdo en que el Presidente de la República sea considerado el primer priísta con facultades muy sobre los demás, les corresponde a ellos definir sus procesos, mantenerlos vigentes y en todo caso, pagar los costos, en tanto les permita seguir participando con eficacia en la arena nacional.
En este 2017, el proceso para la selección del candidato del PRI, como ya es costumbre, está ligado al análisis, conducción y decisión del presidente de la república, quien en lo más profundo de las soledades, estudia los escenarios que se le presentan con los miembros de su gabinete que el mismo ha puesto a jugar para que le sucedan en el cargo.
Dentro de la gama de prospectos dados a conocer por el líder de los senadores del PRI, Emilio Gamboa Patrón, con la venia e indicación del Presidente de la República, destacan 2 que han participado poco en la arena político partidista, pero que ostentan carreras sin mácula y amplia dentro del sector público. Ambos, José Antonio Meade y José Narro, son participantes reconocidos por la sociedad mexicana.
Los 2 restantes, Miguel Ángel Osorio y Aurelio Nuño, han destacado en el ejercicio de sus funciones, aunque se antoja que les faltó el último estirón para llegar a los niveles adecuados para ubicarlos en la conveniencia de los segmentos que más influyen en la toma de decisiones.
De acuerdo a la tradición para elegir sucesor en el PRI, es de suponerse que el jefe de las instituciones ya tomó la decisión de quién será el candidato. Es evidente que una determinación de esa envergadura es resultado de un análisis bien estructurado, ponderado con los principales actores y extremadamente cuidado.
Para estos momentos, los simpatizantes y seguidores de los 4 precandidatos anunciados, deben estar tranquilos y a la espera del anuncio formal. Es lógico entender que la decisión ya se tomó, ya solo falta esperar.
De los atributos que se espera del ungido, aunque es una verdad de perogrullo, se verán con mejor óptica una vez que salga a la luz pública, porque todo lo que digamos, por ahora cae en el terreno de la especulación.
Se presume que el gran elector ya analizó y valoró a candidato a sucederlo, tomando en cuenta el carisma, la academia, la capacidad de entenderse con el gabinete, la relación personal con él, su entrega al trabajo, eficacia, honestidad, prestigio, relación y confianza que genera con los organismos financieros nacionales e internacionales, capacidad de asociarse con la base social, relación con el PRI, entre otros factores.
Quien llenó mejor los requisitos, será el elegido. Así de simple.
Mientras, se vale tronar los dedos…