CIUDAD VICTORIA, Tamaulipas.- El otoño de la existencia no necesariamente tiene que ser una época aburrida. Cierto es que la salud se ve mermada así como las actividades que físicamente se pueden realizar, pero existe un lugar donde todos los conceptos que el lector pudiera tener sobre la tercera edad prácticamente se esfuman: la Casa Club del Adulto Mayor Activo.
El caminante decide darse una vuelta a este plantel en el cual las personas mayores de sesenta años encuentran un verdadero paraíso para mantenerse ocupados ¡y muy felices!
Desde que se ingresa a la recepción una atmósfera amena y vigorosa envuelve a los visitantes: todos se saludan con un ánimo amigable y alegre. El ambiente sólo es equiparable con la prefectura o el acceso a una universidad plagada de jovenzuelos bulliciosos y contentos en su primer día de clases.
Señores y señoras con hilos de plata en las sienes se dan los buenos días en total cordialidad. Algunos incluso en forma pícara y hasta coqueta. Aquí no hay caras largas ni tristes. Todos vienen con el objetivo de integrarse felizmente a los talleres y clases de, Zumba, Baile de Salón y de Folclor, manualidades, reparación de aparatos electrodomésticos, corte y confección, bordado a máquina, coro, música, computación, dibujo y pintura, gimnasia cerebral, círculos de lectura, repostería, entre otros.
En el centro de cómputo una de las nuevas estudiantes es doña Chabela. Aún no cumplía los sesenta años (uno de los principales requisitos) y ya estaba deseosa de ingresar. Luego al llegar a las seis décadas de vida, reunió la papelería necesaria, pero la decidia detuvo su inicio por tres años. Pero finalmente se puso como propósito dejar atrás sus pretextos y venir. Este es su segundo día y se encuentra ya aprendiendo a usar la computadora y un procesador de textos. Comenta que para llegar hasta acá, tiene que tomar dos micros o caminar un poco… según como ande de achaques, dice.
“Mis amigas me decían ¿qué estás haciendo en casa? tus hijos ya están grandes no estés de preocupona encerrada y pensando en los problemas que sólo se hacen tan grandes si tú permites”
Para doña Isabel estudiar computación es como aprender nuevamente a leer y escribir.
Más adelante en una de las aulas la música tropical invade los pasillos. Es el aula donde practican Zumba.
Al entrar al espacio donde bailan, el ritmo contagioso de las piezas musicales no puede ser comparado con otra cosa que una rica pachanga.
Cada que una canción acaba las y los asistentes aplauden jubilosos y se felicitan con abrazos y hasta cálidos besos. El lugar es una bomba de felicidad por las endorfinas liberadas.
Doña francisca, doña Margarita y doña Ofelia tienen ya seis años viniendo a esta alegre clase y desbordan una vitalidad contagiosa.
Doña Mague se luce con sus mejores pasos cuando empiezan las canciones de Mike Laure… es una de las aplicadas de la clase sin duda.
Al final platican emocionadas que asistir a este lugar es algo que les motiva y les ayuda mucho en su salud. Doña Ofelia revela que aunque padece diabetes mediante el ejercicio mantiene sus niveles de azúcar controlados.
Asegura que estar activa es su mejor arma para ser feliz.
Doña Panchis nos confiesa que al principio usaba los pantalones de su marido para hacer ejercicio.
Por el momento están muy contentas pues ya se preparan para la representación de la Pastorela navideña.
Sus roles serán este año de Rey Mago, pastorcitas y simpáticas diablitas. Con la ilusión prácticamente de unas colegialas sonríen y hasta se carcajean por la expectativa que les genera su participación.
En uno de los pasillos platican el matrimonio formado por don Heliodoro y Rosa María quienes decidieron tomar el reto en pareja de aprender a bailar danzón. Cuentan que en sus viajes a diferentes partes de la república como Mérida o Veracruz envidiaban a otras parejas que se avientan a bailar en las plazas públicas.
Como dos muchachitos se despiden pues don Helio se dirige a las clases de inglés que se acaban de implementar.
Mientras su galán acude a aprender el lenguaje de Shakespeare, Rosa Maria cuenta con una encantadora sonrisa que le tocó interpretar uno de los papeles más importantes en la pastorela: la Virgen María.
Más adelante en el taller de manualidades, un grupo de damas le da rienda suelta a la imaginación tejiendo diferentes prendas, desde blusas, mañanitas y hasta bufandas.
A la cabeza del grupo se encuentra doña Cuquita, quien a sus noventa años es un ejemplo de perseverancia y lucidez.
Ella tiene 17 años asistiendo a los diversos talleres que se imparten en la Casa Club del Adulto Mayor Activo. Asegura que llueve truene o relampaguee prefiere acudir a quedarse aburrida en casa (‘Ya no se hallan una encerrada’, afirma)
“Yo soy de rancho, desde chica estudié costura. Me crié una temporada en Estados Unidos, y cuando regresé a esta ciudad, empecé en el Cecati a estudiar decorado, algo de cocina y aquí reportería, y bordado a máquina.
Junto a María del Refugio “Cuquis” está “El batallón de las Marys”: María Cedillo, María Luisa, Rosa María, Juana María, así como Bertha y Ramona.
Las agujas de tejer casi zumban al moverse para confeccionar prendas de invierno. Algunas de estas serán exhibidas en el bazar navideño.
La camaradería entre los presentes es notable y cuentan que incluso hacen varios paseos durante el año a Mazatlan Aguascalientes, Guanajuato o Veracruz.
“Antes quién se acordaba de los viejitos, incluso los hacían a un lado”, dice doña Cuquita.
Las actividades aquí no acaban. Muchas de ellas acuden a varios para mantenerse ocupadas.
Así, sin presunciones, ellas y ellos rompen los paradigmas y las ideas obsoletas de lo que es la vejez. El caminante no está seguro de quererse ir ¡porque la plática está rete buena! Pero de lo que sí está convencido es de que aquí se abre un horizonte amplio para quienes tienen dudas acerca de lo que harán en sus días postreros. En este lugar hay mucho ‘quehacer’ y seguramente más de un lector se estará preguntando cómo hacer para integrarse a tan interesante y atractivo sitio.
Es así como las instalaciones en calle 20 entre Méndez y Doblado ponen su granito de arena para que los adultos mayores vivan su tercera edad en total plenitud. Suficiente pata de perro por esta semana… el caminante literalmente no pudo seguirle el paso a estos chavos de cabecita blanca.