Hoy entramos al último mes del año dos mil diecisiete, mes que se caracteriza por sus fiestas navideñas pero también porque mi pueblo de Llera estará cumpliendo el veinticinco del mismo 269 años de haber sido fundado por don José de Escandón y Helguera, por lo tanto el ayuntamiento que preside don Héctor de la Torre Valenzuela se prepara para hacer de ese día uno de los más grandes del que se tenga memoria aparte que la grey católica celebra con júbilo el nacimiento del niño Jesús.
Lo que trae a mi recuerdo aquellas fiestas que realizaba doña Paula Pereida en su casa donde sus hijas repartían a sus invitados copas de jerez acompañadas de sabrosos buñuelos y tamales envueltos en hoja de plátano estilo chiapanecos en tanto que en la mayoría de los hogares se hacía lo mismo pero con tamales de hoja de maíz sin olvidar los alegres bailes populares que la autoridad municipal realizaban frente al palacio y donde se daba cita la sociedad en general en la inteligencia que a las doce de la noche se suspendía el baile para asistir a la Acostada del Niño Dios en la iglesia donde el Padre Isaías García oficiaba la misa para después hacerse otro tanto en los hogares católicos.
Una vez cumplido con este ritual los asistentes regresaban a su casa para estar presentes en la gran Cena de Navidad que cada familia celebraba en sus respectivas casas y donde era obligatoria la asistencia.
Cumplido lo anterior la chaviza, hombres y mujeres, le dábamos vuelo a la bailada al son de la música de moda como era el danzón y las corridas como el Zopilote Mojado, La Adelita, el Mambo y corridos revolucionarios donde don Jesús Rodríguez, Esteban Meza y los Hermanos Castillo amenizaban el baile.
En ese entonces los organizadores instalaban hacia el costado sur de la presidencia la cantina del pueblo y aunque se tomaba, cosa curiosa no había pleitos de ninguna índole.
Los adultos mayores acostumbraban bailar en aquel viejo kiosco y frente al palacio donde se realizaban los Informes de Gobierno en tanto la chiquillada se divertía jugando al timbeis, a la roña y a los encantados, juegos inocentes pero muy alegres y participativos.
Qué tiempos aquellos Señor don Simón, de donde sacamos una alegre anécdota cuando don Jesús Sepúlveda, hombre de negocio y muy alegre, nativo de Santa Catalina, Nuevo León, y dedicado al comercio de la hoja de maíz, por cierto sacando su pistola tiró al cielo con tan buena puntería que le dio al cable de la luz, y pues
caray, ahí se terminó la fiesta y todo mundo a dormir. Se había cebado la fiesta del fin de año.
El pueblo se había quedado a oscuras.
En fin es un pasaje histórico que no olvidamos y que hoy ante la cercanía de las fiestas de fin y año nuevo hemos querido traer al recuerdo uno de los más destacados momentos que no sólo molestó sino que también encabronó a la raza de esos tiempos.
A partir de entonces la autoridad municipal prohibió que los adultos llevaran armas al baile a fin de evitar una desgracia mayor.
Sin embargo, la costumbre no se pierde y seguimos en esa fecha dándole gusto al dedo pues es una tradición que viene desde que se fundó Llera y aún se sigue repitiendo.
A los llerenses nos sigue gustando la tradición siempre y cuando no se atropelle al pueblo.
A propósito el techo de mi casa, guardo como recuerdo, el agujero que uno de esos proyectiles agujeró nuestra casa.
HASTA MAÑANA Y BUENA SUERTE