El arreglo al que llegaron como cúpula los dirigentes del PAN, PRD y MC, Ricardo Anaya, Alejandra Barrales y Dante Delgado en la conformación de su alianza Al Frente por México, derivado del Frente Ciudadano por México, que nunca en ningún sentido lo fue, es lo más parecido al reparto de prerrogativas.
Así, acordaron que el panista fuese el candidato presidencial, que la perredista peleara por el gobierno de la Ciudad de México y, entre los tres, se distribuyeron gubernaturas, senadurías, diputaciones federales y locales, delegaciones. Enrique Alfaro tomó distancia de la coalición antes de que se concretase y decidió ir por la gubernatura de Jalisco sólo por el MC.
Los razonamientos reales y precisos que debieron haber hecho esos tres personajes para hacer sus cuentas gananciosas personales quizá nunca se sepan, pero es posible asegurar que no los hicieron pensando en el país ni en los ciudadanos, si bien el contexto inevitable, que acentúan hacia afuera, debió ser la necesidad de cambio y de “perfeccionar” la democracia.
Con base en los números que les daban las encuestas hace una semana y la proyección que tendrán para julio de 2018, con certeza los líderes de cada organización hicieron estimaciones y concluyeron que el esquema ganador será el que finalmente construyeron. ¡Claro!, sólo ellos se pusieron en perspectiva de obtener beneficios.
El precandidato de la alianza PAN-PRD-MC, finalmente no consideró las sugerencias de nadie para hacer de su partido una entidad realmente democrática. Se fue por la libre. Supo cómo controlar todos los órganos partidistas y sin piedad aniquiló uno a uno a sus contrincantes.
Alejandra Barrales podía haber hecho mejor las cosas de como finalmente las propuso, las avaló o se las impusieron. Públicamente empecinada en gobernar la Ciudad de México, permitió que el PAN, o sea Ricardo Anaya, cerrara toda posibilidad de una competencia abierta entre él y el doctor Miguel Ángel Mancera para designar al candidato frentista.
Impulsor de la construcción de lo que apuntaba a ser el Frente Ciudadano por México, el jefe de Gobierno estuvo siempre dispuesto a pelear abierta, leal, democráticamente por la postulación. Ya había recibido el aval de todas las tribus perredistas. La lideresa del PRD había participado en ese proceso de unidad.
Todo apuntaba a que, por un mínimo de lealtad a quien le ha dado tantas oportunidades político-administrativas, lucharía porque participara en la disputa por la nominación.
Empero, sin rubor alguno todavía insinuó que Miguel Ángel Mancera podría coordinar la campaña del hombre al que, literalmente, había “entregado” en un acto indebido e injusto. Dante Delgado, siendo quien es, debió haber estado complacido con el acuerdo, pues ya se había manifestado por el plan que finalmente está en marcha.
Pero ¡ojo!, el cálculo de Barrales ha comenzado a desfigurarse. Si creía que dejando el paso libre al panista y cancelando toda posibilidad a Mancera tendría en la bolsa la candidatura para sucederlo, se equivocó.
No pasaron muchas horas después de que se conociera su deslealtad, cuando los titulares de Desarrollo Económico y de Salud, Salomón Chertorivsky y Armando Ahued, renunciaran a sus cargos para participar en la lisa para tratar de suceder a su jefe.
Nadie en su sano juicio pensará que esos dos funcionarios, con trayectoria, capacidad y méritos para aspirar a gobernar la Ciudad, serán aspirantes de “relleno” como para facilitarle las cosas a Barrales.
Con lo que hizo, muy difícilmente llegará a colmar sus sueños de tener un ascenso en su carrera como gobernante de la capital del país. Si en las negociaciones que hizo para que Anaya busque la Presidencia de México en 2018 y espera que eventualmente la incorpore a su gabinete si gana, faltan varios meses para que pueda saberlo.
Miguel Ángel Mancera, por su parte, sigue sereno, maduro y ecuánime al frente de sus responsabilidades. Incluso, el al PRD. Y por eso y por su desempeño, quizá está en mejores perspectivas de las que hubiera tenido como candidato.
Por su formación, experiencia, apartidismo e institucionalidad, se lo sigue viendo con muy amplias posibilidades de convertirse en fiscal general de la Nación.
Para nadie sería una sorpresa que, junto con el ex titular de la PGR, Raúl Cervantes, y el encargado del despacho, Alberto Elías Beltrán, fuese colocado en perspectiva de ocupar ese puesto en su momento.
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@mariobeteta