No importa el partido, la mayoría de los que quieren ser alcaldes, diputados federales o senadores por Tamaulipas andan con la ‘función’ de ‘buena onda’ activada, queriendo aparentar lo que no son.
Así es mis queridos boes, la temporada de caza de votos ha iniciado y por eso los ausentes han vuelto, los alzados vuelan bajo y los de la élite comienzan a juntarse con ‘la chusma’.
Se llama hipocresía pues, aunque los ‘estrategas’, asesores, consultores (hasta los de 3 pesos) le llamen manual de posicionamiento, trabajo a ras de piso, brigadas de impacto y otras mafufadas.
Es el cuento de cada campaña, por eso hemos comenzado a ver hasta a los más ricachones comer tacos sudados, aunque tengan que hacerles pucheros mientras sus publicistas les toman la foto para las redes sociales.
Por lo mismo besan y abrazan a quien se deje en público, ‘invierten’ en una que otra obra de caridad, siempre y cuando haya cobertura mediática, van a eventos deportivos, a hacer el súper, a misa y hasta cocinan.
De nada servirían los anteriores sacrificios si antes los suspirantes no hubieran activado o reactivado sus páginas o perfiles de Facebook y Twitter, porque es en ambas redes sociales donde de pronto irrumpieron como los más hiperactivos milenials, aunque terminen haciendo el ridículo como el peor de los ‘chavorrucos’ intentando parecer raza.
“Aquí en los tacos”, “suerte a las Jaibas”, “gracias por la invitación”, “dando gracias a Dios por tantas bendiciones”, “raza cómo va su fin”, todas estas expresiones no son más que frases tan falsas como sus presuntos deseos de servir, tan prefabricadas como las fotos de la familia perfecta, que los busca hueso, preparan para volverlas aspiracionales ante el populacho.
Porque la realidad de esos cuentos de hadas mostrados en las gráficas en los perfiles de Facebook de los precandidatos es que obligaron a sus juniors a ponerse ropa decente y peinarse y abrazar a sus hermanos y sonreír. Le prometieron a su mujer varios miles de dólares para que se fuera de shopping a cambio de aparecer sonriente y amorosa y hasta ‘doparon’ al perrito para que saliera bien portado en la foto.
Se trata, insisto, de venderse como los salvadores, los de buen corazón, los hombres y mujeres de familia, los personajes exitosos que los municipios necesitan para progresar, los que allá en las cámaras baja y alta pugnarán por leyes en beneficio de ‘Juan Pueblo’ y pelearán con uñas y dientes por los recursos que urgen para pavimentar, iluminar, llevar agua, despensas, becas y todo lo que les venga en mente de lo que hace falta allá en el barrio.
La realidad es que la mayoría sueñan con arañar lo más que se pueda de los presupuestos, ya se ven con las comisiones, tajadas o moches que por la adjudicación de obras y compras en los municipios se entregan bajo la mesa.
Ya hacen cuentas de la lana que les puede caer por concepto de ‘gestoría’ en la CDMX y a la hora de aprobar el presupuesto en las cámaras.
Por eso para muchos de los que andan con la hipocresía a flor de piel, hacer el ridículo vale la pena, también lo vale recibir el desaire de los ciudadanos que ya no
se tragan sus mentiras, disculpan las mentadas y sonríen ante los memes en los que los exhiben.
Son los días de comer popó y fingir que tiene buen sabor, porque el premio es luego desquitarse con el sabor del poder, del manejo presupuestal, del tráfico de influencias y la venta de impunidades.
Pero ojo, cada vez es menos fácil convencer con el cliché de siempre, porque cada día es más la gente que piensa, que no se traga el cuento del hombre de bien que de pronto descubrió que su apostolado es servir a cambio de nada.
Por eso la mayoría va a fracasar, porque esos que hoy sorprenden con personalidades bonachonas y compartidas, tendrían que entender que una imagen no se construye en dos meses y sus ‘estrategas’ deberían explicarles que la política y el posicionamiento son temas que se deben aplicar todos los días y no cuando se asoman las elecciones.
Todos deberían tener bien claro que un like no es un voto asegurado, que un abrazo fingido no va a convencer a un ciudadano que durante dos o tres años no ha visto al que lo estruja efusivo contra su cuerpo queriendo comprar cercanía.
Insisto, la mayoría pronto volverán a sus círculos de la alta sociedad, cuando en sus partidos hayan decidido que no irán en la boleta, pero estarán de regreso tal vez en el 2019 cuando estén en juego las diputaciones locales y será hasta entonces cuando les vuelvan las ganas de comer garnachas, taquitos sudados y le pierdan otra vez el asco al abrazo sudoroso y con aroma a pobre que en el campestre no se percibe.
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