MÉXICO. El domingo de la familia Aranda tuvo muy poco del espíritu navideño. Y se pareció mucho a una pesadilla: el matrimonio acudió horas antes de Nochebuena a dejarle flores a su hijo en el cementerio de Nicanor Otamendi, ubicado en las afueras de la localidad bonaerense de Miramar. Pero, al entrar, descubrieron que el cadáver del bebé ya no estaba en el cajón.
“Nos asustamos porque la tapa (del féretro) estaba corrida. Cuando nos animamos a mirar nos dimos cuenta de que se habían robado a nuestro hijo Ciro. Estamos desgarrados”, recordó Alberto, padre del bebé.
En diálogo con el canal Todo Noticias, el hombre contó que Ciro falleció el pasado 10 de diciembre en el hospital Materno Infantil de Mar del Plata, después de luchar tres semanas contra una neumonía “muy grave” que empeoró por “mala praxis de los médicos que lo atendieron”. Tenía 1 año y 3 meses.
“Sufrió un derrame y aguantó 21 días con un pulmón menos, pero no sobrevivió. Lo teníamos en un depósito de bóvedas mientras esperábamos que terminaran de construir un nicho. El sábado 17 le llevamos flores por primera vez. Y volvimos el 24 a la tarde”, agregó Aranda, que eligió como lugar de descanso para su bebé al cementerio de Nicanor Otamendi, una pequeña localidad ubicada a 30 kilómetros de Miramar.
“Después de la mala praxis y todo el calvario ahora nos encontramos con esto. Ya no hay vida, es una pesadilla”, lamentó Alberto, quien apuntó al mantenimiento del lugar como una de las causas del robo: “No hay vigilancia. El lugar está desolado y sólo lo protege un paredón roto. Puede entrar cualquiera. Es la segunda vez que pasa en menos de un año”.
Se refiere a lo ocurrido en marzo pasado, cuando el cadáver de un nene de 2 años apareció mutilado cerca de un arroyo sobre la ruta 11, entre Miramar y Mar del Sud. Días después se comprobó que el cuerpo había sido robado del mismo cementerio de Otamendi, aunque en aquel caso el cajón no estaba en un depósito, sino que lo desenterraron. Por ese hecho fue detenido el encargado del cementerio, Juan Carlos López, sospechoso de haber colaborado o facilitado (por acción u omisión) que profanaran la tumba. Sin embargo, luego fue excarcelado ya que la Justicia consideró que “robar un cadáver es una contravención y no un delito penal”.
“Es aberrante porque ya pasó dos veces. El caso anterior quedó en la nada porque no hay una ley que castigue a quien roba cadáveres. Ahora me tocó a mí”, agregó Alberto. El padre denunció el hecho en la comisaría local, tras lo cual comenzó un proceso investigativo. La causa quedó a cargo de la fiscal de General Alvarado, Ana Caro, quien ya tomó medidas para encontrar a los culpables: el lunes se iniciaron tareas de rastrillaje con perros en inmediaciones del cementerio, además del casco urbano de Otamendi, las vías del tren que va a Miramar, arroyos y lagunas aledañas y un puente ubicado en la ruta 88. También se entrevistó a vecinos, aún sin novedades.
Con informacion de Clarin.